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Un documental para recordar los inicios del activismo contra la violencia obstétrica: “Nos miraban como con asco”

Un fotograma del documental 'La voz de las mujeres'.

Lucía M. Quiroga

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Los testimonios de mujeres, muchas y muy diversas, son el hilo conductor de un documental de casi una hora que conmemora los 20 años de activismo de El Parto es Nuestro. La voz de las mujeres es un repaso a la historia de este colectivo, que puso los derechos de las mujeres en primer plano y consiguió que en España se empezase a hablar de la violencia obstétrica como un problema estructural.

Mujeres embarazadas, mujeres que ya han parido y han sufrido violencia durante todo el proceso, activistas, matronas, ginecólogas y abogadas son las protagonistas de este relato coral en el que los testimonios se van mezclando con los logros conseguidos en las últimas dos décadas: la asunción del término “violencia obstétrica” por parte de la sociedad y de las instituciones, las primeras condenas internacionales por esta práctica, la aprobación de la Estrategia de Atención a un Parto Normal o la aprobación de la ley de derechos sexuales y reproductivos son solo algunos de ellos. 

El germen de la asociación se remonta a hace más de veinte años, en concreto al año 2001, cuando un grupo de mujeres fundaron el foro 'Apoyo Cesáreas' para compartir sus experiencias traumáticas. De aquellas primeras reuniones surgió dos años más tarde el colectivo El Parto Es Nuestro, que a lo largo de su historia ha ayudado a miles de mujeres a conocer sus derechos y a señalar cuándo se estaban vulnerando. Reconocen que es una cifra difícil de ajustar, porque han sido muchas las que han pasado por sus cientos de grupos de apoyo mutuo, así como por sus asesorías telefónicas. 

“Hace más de 20 años yo estaba intentando un parto vaginal tras dos cesáreas y me maltrataron de forma bestial. En aquel paritorio se me olvidó todo, que iba a nacer mi hija y todo. Llorando, a la matrona que me estaba gritando, le respondí: ‘¿Cómo puedes tratarme así?’”. De esta forma comienza el relato de la activista y psiquiatra Ibone Olza, que fue cofundadora en 2003 de El Parto es Nuestro. A día de hoy, Olza es una de las psiquiatras perinatales más reconocidas, y dirige el Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal.

Recuerda los inicios en en el colectivo con cariño pero sin idealismo: “Nuestro gran logro es que como sociedad hemos empezado a ser conscientes de que hay un problema estructural con la atención al parto, y de ahí se pueden derivar otros muchos hitos importantes. Pero esto para nosotras ha tenido un coste enorme, porque lo hemos hecho como voluntarias, sacrificando tiempo de ocio, tiempo familiar o tiempo laboral”, explica. ¿Y cómo cree que han conseguido llegar hasta hoy a base de voluntariado? Olza lo tiene claro: “Porque somos madres”. 

La fuerza de la experiencia compartida

Susana Fernández, la presidenta actual, añade que la fuerza de ese activismo está en la experiencia compartida: “La mayoría de las mujeres que estamos aquí venimos de experiencias traumáticas en nuestros partos, y ese dolor, esa rabia, es un motor con el que trabajamos para que esto cambie”, afirma. Para ella es difícil elegir los hitos más importantes de lo conseguido en estas dos décadas. “Es que son muchas cosas”, dice, pero si tuviera que elegir algunos serían estos: “La participación en la elaboración de la Estrategia de Atención al Parto Normal, con el Ministerio de Sanidad; las sentencias internacionales que reconocieron la existencia de violencia obstétrica y los dictámenes del comité CEDAW de la ONU, que supusieron un toque de atención a España desde instancias internacionales; o la participación en la nueva ley de salud sexual y reproductiva, aunque finalmente no incluyera la violencia obstétrica. 

Las primeras reuniones de El Parto es Nuestro se hacían en la casa de Francisca Fernández, una abogada que, tras su activismo inicial, se ha convertido en referente en casos de violencia obstétrica, llegando incluso a la ONU. “A raíz de vivir personalmente la violencia obstétrica, me obsesioné con el tema. Empecé a llevar casos ante el sistema judicial y llegamos a la ONU. Ahí es cuando te das cuenta de que no son casos aislados de mala praxis, sino que es un problema estructural”, explica Francisca Fernández en el vídeo.

La abogada echa la vista atrás y recuerda los inicios del colectivo, cuando abrir una conversación en torno a este tema no estaba tan normalizado: “Cuando empezamos a hablar de la importancia del parto, hace 20 años, nos miraban como con asco. Era algo lleno de vísceras, asqueroso, una cuestión doméstica. Y a la gente le llamaba la atención que hablásemos desde el derecho de la importancia de la atención al parto”, rememora.

El documental, financiado por el Instituto de las Mujeres y realizado por Barret Cooperativa, se puede ver en Youtube y en su página web. Incluye voces de mujeres anónimas que participaron en algún momento en las reuniones de El Parto es Nuestro. “Tras mis dos primeros partos, en los que hubo violencia, me acerqué a las reuniones. A raíz de hablar con otras mujeres fui sintiéndome mejor, sanando y entendiendo cosas”, cuenta una de ellas. “Mi hija mayor es de 2006, y tal y como se paría entonces era una aberración. Mi primera asamblea fue en 2007, y hasta hoy”, recuerda otra. “Me sentía pequeñita, juzgada, pero cuando fui madre salió una fuerza de empoderamiento que necesitaba compartir. Cada vez siento que es más necesario lo que hacemos, porque hay muchas mujeres que lo han pasado fatal”, asegura otra mujer. 

También se da voz en el documental a profesionales sanitarias que han hecho un trabajo de revisión de sus propias prácticas. “Yo fui formada en un sistema donde la atención al parto hospitalario pasaba por prácticas obsoletas o desaconsejadas”, comienza Mina Comas, ginecóloga y jefa de obstetricia del hospital Germans Trias i Pujol. Continúa así: “El término violencia obstétrica no es bien recibido por la comunidad médica, porque es contrapuesto a nuestra vocación sanitaria”, explica. Coincide con ella la matrona Lucía Alcaraz: “Has aprendido, sin saberlo, a ejercer violencia, a no preguntar a las mujeres, a darlo todo por hecho como profesional, a vulnerar la voluntad de una mujer que quiere un parto natural. Pero hay un momento en que dices: 'basta, esto se ha acabado'”, asegura la matrona.

Resistencias

Precisamente ahí, entre los y las profesionales de la sanidad, es donde han encontrado siempre más reticencias desde El Parto es Nuestro. Ibone Olza, que por su formación como psiquiatra venía desde ese mismo lugar, reconoce que sigue habiendo mucho trabajo por hacer: “Todavía no hemos conseguido que entiendan que el término violencia obstétrica no es un señalamiento personal, sino que es un problema estructural. Hay que hacer mucha pedagogía, pero que el término haya irritado tanto ha permitido que se visibilice la magnitud del problema”, explica Olza. 

Para Susana Fernández, las líneas de trabajo a futuro del colectivo pasan por ese y otros asuntos: “Ninguna de nosotras tiene la sensación de haber conseguido todo lo que necesitamos”, afirma. Reconoce que ha habido avances, pero quieren ir mucho más allá: “Hay cambios puntuales, hospitales y profesionales que trabajan muy bien y consiguen que los protocolos se actualicen. Pero esto tendría que estar generalizado: el tratamiento del parto de una mujer no debería depender del hospital que te toque, del profesional que te atienda o de la comunidad en la que vivas. Las comunidades autónomas deben hacer un trabajo conjunto para que todas las mujeres tengan derecho a un parto respetado”, asegura la presidenta de la organización.

De momento, se preparan para proyectar el documental en diferentes salas españolas. La presentación oficial fue en diciembre en Madrid, “un día muy emotivo”, aseguran las presentes, y un trabajo con el que se han quedado “muy satisfechas”. Esperan que el mensaje llegue lo más lejos posible, para no tener que celebrar otras dos décadas de activismo: “No queremos larga vida para El Parto es Nuestro. Queremos poder recordar todo este camino y contar a nuestras nietas que hace años tuvimos que luchar por devolvernos el parto y hacerlo nuestro. Y que, finalmente, lo conseguimos”, concluyen las activistas.

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