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No puedes contra ellos, únete: hay maneras de sortear el dilema de comprar los primeros videojuegos

La clave está en elegir bien y compartir los momentos de juego.

Deva Mar Escobedo

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Últimas horas para que las personas rezagadas compren los regalos para el día de Reyes. Si hace ya unos cuantos años que dejaste de contar la edad de tu peque en meses, tal vez te estés planteando que el presente de esta ocasión sea un videojuego, pero ¿cómo elegir?, ¿qué tipo de juego será mejor?, ¿qué supervisión debemos ejercer?

Para escoger un videojuego hay dos condiciones fundamentales: “Que sea adecuado para su edad (contenidos y valores) y se ajuste a nuestra capacidad de supervisión. Por otro lado, que se adapte a nuestro hijo o hija, es decir, que le resulte atractivo y que su disfrute no le cause excesiva frustración o sobreexcitación”, explica Jorge Flores, director de PantallasAmigas y autor de la Guía de mediación parental para el disfrute saludable de videojuegos.

Flores indica otras dos condiciones “deseables” más: que el juego permita compartir entretenimiento en familia y que estimule las capacidades de las personas menores de forma permanente, es decir, aquellos productos que permitan el desarrollo de la creatividad y la imaginación. Como ejemplos, el director de PantallasAmigas recomienda dos títulos: Super Mario Bros. Wonder y Minecraft.

Y es que los videojuegos pueden ser “potencialmente enriquecedores”, defiende Abel Domínguez, psicólogo infanto-juvenil. “A los menores los anima mucho fijar la atención en un estímulo audiovisual sobre el que ellos mismos pueden tener algún tipo de influencia y esto debemos aprovecharlo para que trabajen objetivos: hay videojuegos que fomentan la coordinación corporal, otros los enfrentan a enigmas y les obligan a pensar, y los hay específicos para trabajar habilidades sociales creados con la orientación de algún terapeuta”, explica Domínguez.

Etiquetas e información

En PantallasAmigas concuerdan: los videojuegos han ayudado a muchos adolescentes a superar tiempos difíciles, han sido un canal de creación de amistades duraderas y un “punto crítico” en el desarrollo de sus habilidades de comunicación. También han favorecido sus competencias para el trabajo en equipo ―algunos videojuegos son programados para recompensar la colaboración y buena actitud― y han supuesto una inspiración en “diferentes aspectos de nuestra vida”, aseguran en una entrada de su blog sobre los beneficios sociales de los videojuegos.

No obstante, María Zabala, autora de Ser padres en la era digital y periodista especializada en tecnología, recuerda que estos beneficios potenciales dependen del juego, de la niña o niño, y del contexto: “Un videojuego no va a generar ni gravísimos problemas ni grandes milagros de un día para otro. Hay casos en que representan enormes ventajas para el menor o para la familia, pero también hay situaciones que provocan conflictos, malentendidos o situaciones de uso problemático”.

Como consejo para evitar que surjan estos problemas, la experta aboga por que los videojuegos formen parte del ocio de las personas menores, pero subraya que no deben copar sus aficiones y juegos, “especialmente cuando son pequeños”. Lo que sí permite el primer contacto con los videojuegos, señala Zabala, es “empezar a construir hábitos, tanto en términos de tiempo como en la normalización por parte del menor de nuestra implicación en esa parte de su entretenimiento”.

Parte de esa implicación consiste en escoger bien. Para ayudar con la elección del videojuego adecuado, la etiqueta PEGI es un “referente inmediato y sencillo” según el director de la asociación para el disfrute saludable de Internet. Este sistema internacional clasifica los videojuegos según edad, por un lado, y, por otro, según contenido: violencia, lenguaje soez, miedo… “No obstante, es una herramienta de consulta que debe ser completada con una labor de búsqueda de información complementaria”, aclara el informático.

¿Dónde está esa otra información? En YouTube hay vídeos que analizan los objetivos que tiene el juego o si puede ayudar al desarrollo de la persona menor, en los que incluso se pueden visualizar partidas. También se puede acudir a páginas web especializadas, como Common Sense Media o el Servicio de Ayuda a Familias para el Disfrute Saludable de Videojuegos de PantallasAmigas.

Para ayudar con la elección del videojuego, contamos con la clasificación PEGI por edad y contenido, y más información en YouTube, Common Sense Media o el Servicio de Ayuda a Familias para el Disfrute Saludable de Videojuegos de PantallasAmigas.

Ya sabemos dónde buscar información, pero ¿qué elementos concretos buscamos más allá del contenido? Zabala señala varios: “Hay que conocer si solo juega tu hijo o si lo hace en línea con otros, si el juego incluye chats o foros, si la dinámica es competitiva, de estrategia o creativa. Y es importante conocer el entorno del juego, porque no es lo mismo consola que aplicación móvil”.

Sobre este último punto, el dispositivo, Zabala recomienda evitar que el primer contacto de niñas y niños con los videojuegos sea con el móvil, pues “lanza un mensaje de ‘smartphone igual a juego’ que luego es difícil de erradicar”. Para la periodista, entre las mejores opciones está la consola, pues es de supervisión más fácil. En este sentido, recomienda Nintendo Switch Sports, Just Dance o Hasbro Family Fun Pack, que además permiten jugar en familia.

Flores concuerda con Zabala respecto a los dispositivos, y además afirma que la “mayor portabilidad” del móvil “puede convertirse en un problema a la hora de la supervisión”. Otros elementos que convierten a los móviles en menos deseables son un mayor estrés postural y visual, interferencias ocasionales no deseadas de publicidad o problemas de seguridad al pinchar en un enlace enviado por otra persona. En contraposición, las consolas “están hechas por y para el juego y por lo tanto arrojan mayores prestaciones y un entorno de disfrute más acotado y parametrizable mediante funciones ad hoc de control parental”, declara el director de PantallasAmigas.

El control parental, “clave” para Zabala, es un mecanismo usado por adultos para controlar el uso que las personas menores le dan a Internet, y permite monitorear la navegación, restringir contenidos no aptos o bloquear páginas o usuarios que puedan suponer una amenaza. Según un estudio encargado por la Asociación Española del Videojuego (AEVI), un 10 % de jugadores no conoce la herramienta, y solo un 67 % de quien juega con personas menores la utiliza.

“Hay que aprender sobre control parental. En algunas marcas de consolas es más fácil que en otras, pero es fundamental no buscar excusas y utilizar esta herramienta como una ayuda para cumplir las normas que se establezcan en la casa”, asegura la periodista.

Estableciendo límites

El hijo de Ana (pseudónimo), de 11 años, llevaba un año entero pidiendo una consola. Ya tenía una “perfecta para su edad y su uso”, según Ana, pero el niño quería pasar a las “grandes ligas” de la PlayStation. Esquivaron la petición “todo lo posible” estableciendo objetivos de estudios y de responsabilidad en casa y los cumplió todos. Finalmente, le regalaron la consola, pero la madre sigue con un “mal sabor de boca”: “Si estamos presionando para ajustar los límites de tiempo en otros dispositivos, ¿no es un contrasentido regalarle otro?”, cuenta, preocupada porque estas “contradicciones” desactiven en parte sus argumentos.

Historias como estas son comunes: ¿cuándo ser estrictas?, ¿cuándo ceder? Y, ¿cómo ejercer los límites de tiempo de uso? Para Flores, el director de PantallasAmigas, “se puede ser más flexible con el tiempo de juego según las circunstancias concretas e incluso según el tipo de videojuego”, y añade que medir los tiempos de uso es “positivo”.

Domínguez también recomienda medir el tiempo o “directamente ponerles a los menores una cuenta atrás”. El psicólogo invita a la inflexibilidad “en la medida en que la situación lo exija”, como en casos en que las personas menores no hayan terminado sus tareas.

Violeta Alcocer, psicóloga clínica, recuerda que siempre hay que negociar los tiempos, pero que deben ser las personas adultas quienes establezcan los márgenes. Y pone un ejemplo: “Proponemos dos horas, tres como máximo. Ahí nuestros hijos pueden negociar dos horas y media algunos días especiales”.

Siempre hay que negociar, pero los márgenes de la negociación los establecemos los adultos. Por ejemplo: proponemos dos horas, tres como máximo. Ahí nuestros hijos pueden negociar dos horas y media algunos días especiales.

Violeta Alcocer Psicóloga clínica

Esta profesional de la salud mental, crítica con los videojuegos, señala que parte del problema puede estar en madres y padres: “Si no tenemos una relación sana con las pantallas, difícilmente vamos a poder transmitirle a nuestros hijos una hoja de ruta sensata”. Lo “esencial” sería revisar la propia relación con los dispositivos, pues muchas personas adultas consumen “mucho más tiempo del deseable” en redes sociales, asegura Alcocer.

Su colega de profesión, Domínguez, apunta también a lo “potencialmente dañino” de que “los padres usemos los videojuegos como medio de que me dejen avanzar con las tareas que tengo que hacer durante la tarde o que pueda tomarme algo tranquilo con amigos”.

Volviendo al caso de Ana, el director de Domínguez Psicólogos considera que “efectivamente es contradictorio que la madre o el padre regalen más dispositivos audiovisuales si están teniendo problemas a la hora de poner límites en cuanto a tiempos”, aunque recuerda que “en la crianza muchas veces caemos en contradicciones” y siempre se puede acudir a terapeutas si el uso se vuelve abuso.

Aparte del problema con los tiempos, en la casa de Ana tienen hábitos que especialistas en videojuegos como Flores o Zabala recomiendan, como es que su hijo juegue con amistades y le vayan acompañando en la selección de productos “para que no fuera una imposición por nuestra parte, pero tampoco dejarlo solo frente a la presión del marketing”, relata la madre.

Las fuentes consultadas para este reportaje coinciden en la importancia de la comunicación con la persona menor. Zabala recomienda hablar “de lo que les gusta del juego, de los niveles, otros jugadores, experiencia personal, cómo se sienten jugando…”. Y anima a madres y padres a jugar con sus criaturas, una tendencia al alza a juzgar por los datos de la AEVI, que muestran que la proporción de progenitores que juegan con sus hijas e hijos ha crecido del 36% en 2015 al 80% en 2022. Además, un 78% de estas personas adultas aseguran que la relación familiar mejoró al compartir ratos de juego.

Se juegue en familia o no, la periodista asegura que, si se trabaja la comunicación desde el principio, será más sencilla mantenerla en el tiempo, “especialmente si siguen aficionados a los videojuegos y, por edad o por circunstancias, nos cuesta más saber a qué juegan o con quién”.

Esta comunicación será la base de lo que en PantallasAmigas llaman las cinco Cs para una “parentalidad digital positiva”: “Conocer los videojuegos y su entorno, Compartir juegos con ellos, Concienciar para que desarrollen el pensamiento crítico, Confiar para que desarrollen confianza y autonomía y Controlar para validar que las cosas van según lo deseable”.

Hablamos de las 5Cs: Conocer los videojuegos y su entorno, Compartir juegos con ellos, Concienciar para que desarrollen el pensamiento crítico, Confiar para que desarrollen confianza y autonomía y Controlar para validar que las cosas van según lo deseable

Jorge Flores Director de PantallasAmigas

Así, madres y padres pueden quitarse el miedo ligado a los videojuegos, “ligado a macabras noticias que asocian sin fundamento sucesos violentos con videojuegos o al uso abusivo, referido con demasiada ligereza como adicción”, cuenta el director de PantallasAmigas.

Zabala asegura, como contrapunto, que el miedo a los videojuegos sí está justificado “cuando los adultos recurrimos a ellos como niñera”. En estos casos, asegura la psicóloga, peques y adolescentes interiorizan que ‘videojuegos’ es sinónimo de juego autónomo aislado, una parte de su vida que se controla solo desde el tiempo de uso y previniendo problemas. “Para evitarlos, aunque no haya recetas mágicas, necesitamos acompañar, informarnos sobre los juegos, conocer a nuestros hijos y, en caso necesario, configurar consolas y dispositivos con sistemas de control parental”, recuerda Zabala.

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