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Populismo climático

Un hombre con una careta de Rishi Sunak pide más impuestos para las empresas petroleras en una protesta organizada por Oxfam ante el Parlamento británico este martes.

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Una de las pocas cosas que ha hecho bien Reino Unido en la última década es reducir emisiones contaminantes y aprobar planes ambiciosos con el consenso de derecha e izquierda. El plan de transición verde que estaba por delante del de la Unión Europea fue apuntalado por Boris Johnson. A diferencia de lo que sucede en otros países europeos, los conservadores lo tenían claro. Hasta ahora.

El primer ministro, Rishi Sunak, anunció este miércoles que retrasa, rebaja o elimina medidas clave para eliminar vehículos de gasolina y diésel, aislar mejor los hogares y calentar las casas de manera más barata y menos contaminante. Lo vendió como un ejercicio de honestidad y una manera de ponerse del lado del ciudadano medio. Y dijo que las medidas actuales obligan a todos los ciudadanos a gastar miles de libras para mejorar sus casas o sus coches, aunque no está claro el origen de estos cálculos ni por qué retrasar algunas medidas costará menos al consumidor.

En realidad, la jubilación de los coches más contaminantes afecta a quien los cambie (antes a partir de 2030; ahora de 2035) y mantener más tiempo la venta de los actuales retrasa la producción masiva de coches eléctricos e híbridos que puede bajar el coste y alarga la dependencia del petróleo y sus volátiles precios. Igual que las actuales calderas de gas mantienen la dependencia del Reino Unido de un combustible que ha sido una de las principales causas de la subida de precios que afectan desproporcionadamente a los más pobres, como explica el Guardian en su análisis del anuncio. El hecho de eliminar el requisito de que los caseros aíslen mejor las casas –un problema especialmente agudo en el país–perjudica a los inquilinos que pagan facturas más altas para calentar sus casas y habitualmente tienen menos recursos que los propietarios de esas viviendas. 

Una herramienta clásica del populista es oponerse a medidas que en realidad no existen e indignarse por afirmaciones que no ha hecho nadie. Sunak anunció que iba a eliminar planes de subir los impuestos a la carne y obligaciones de compartir viajes en coche, algo que no existe ni ha propuesto ningún organismo oficial más allá de la idea de incentivar prácticas más saludables. También dijo que eliminará el plan de tener siete cubos de reciclaje, que en realidad es una idea abandonada hace tiempo y nunca fue una propuesta formal. 

Cuesta menos dar un discurso y cancelar políticas reales o imaginarias que ayudar a quien no puede pagar una caldera nueva, aumentar la frecuencia y la extensión del transporte público, gastarse en recolectar más a menudo la basura y reciclarla o construir un tren de alta velocidad (Reino Unido no tiene y sigue retrasando y restringiendo los planes del que está en construcción). 

Decir que es mejor que las decisiones dependan de cada uno, como hizo Sunak, hace más probable que los más ricos sigan siendo los que conducen los coches que gastan menos, viven en las casas donde hace menos frío en invierno y menos calor en verano, puedan ir a pie a hacer sus recados y respiren aire menos contaminado (pese a que todos los europeos respiramos aire tóxico). 

Si se cumplen las encuestas sobre las próximas elecciones generales, a Sunak le quedan unos meses en el poder igual que a sus planes, que la oposición laborista ya ha prometido devolver al estado de los plazos que aprobó Johnson. Pero lo inquietante es cómo una vez más una minoría muy activa, eficaz en redes y especialista en bulos ha llegado a conquistar a suficiente parte del público, políticos nerviosos por el apoyo de su base y periódicos todavía influyentes en los tories. El mensaje más de moda en los márgenes extremos de la política es que tomar medidas para limitar las emisiones o aliviar los efectos del cambio climático es un plan elitista para perjudicar o controlar a la clase media. Pero sólo pasa de los márgenes al centro cuando unos pocos políticos con poder y atención deciden que les conviene. Puede ser un atajo para conseguir un puñado de votos, para diferenciarse del de enfrente o evitar debates difíciles, como hemos visto también en ayuntamientos por toda España.

Los gobernantes responsables, a izquierda y derecha, tienen mucho que explicar para superar las caricaturas de las medidas verdes y tener claras las prioridades del gasto público para ayudar a quienes tienen menos recursos para la transición climática. La alternativa no es sólo dar alas a los extremistas, sino, para la mayoría, vivir cada vez peor.

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