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Dos años después de la Cumbre Social de Oporto: hacer realidad el pilar europeo de derechos sociales

Edificio de la Comisión Europea en Bruselas

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Europa son sus gentes. 

Son sus trabajadores, sus empresas y su sociedad civil. Es garantizar unas condiciones de competencia equitativas para las personas y para todas las empresas. Es crear puestos de trabajo de calidad que permitan a todos desarrollar su potencial adecuado y garantizar una vida digna para todos. Es fomentar las oportunidades para las generaciones más jóvenes y el acceso a servicios de interés general de calidad, incluidos los cuidados vitales y de larga duración para las personas mayores. Es la igualdad entre mujeres y hombres, así como los derechos y la igualdad de oportunidades para todos.

Es construir una economía que sea cada vez más sostenible, competitiva e inclusiva, en la que el diálogo social y la negociación colectiva desempeñen un papel activo en esas transformaciones positivas. 

Es garantizar la participación y la inclusión de todas las personas, incluidas las personas con discapacidad, las personas sin hogar o las personas vulnerables. Una sociedad en la que nadie se quede atrás, independientemente de su sexo, situación social, edad, salud, etnia, orientación sexual u origen.

Hace dos años, la Presidencia portuguesa del Consejo, la Comisión Europea, el Parlamento Europeo, los interlocutores sociales y la sociedad civil se comprometieron a consolidar el compromiso ya asumido en el marco del pilar europeo de derechos sociales, en Gotemburgo, y a allanar el camino para una recuperación inclusiva, sostenible, justa y generadora de empleo, reconociendo al mismo tiempo que su aplicación debe llevarse a cabo tanto a nivel de la Unión como de los Estados miembros, y dentro de sus respectivas competencias.

El Compromiso Social de Oporto y la Declaración de Oporto siguieron la agenda europea, dado que renovamos el contrato social europeo, comprometiéndonos a seguir desarrollando respuestas innovadoras e inclusivas para hacer frente a los retos presentes y futuros. 

A principios de 2022, en un momento en que la aplicación de los planes nacionales de recuperación y resiliencia estaba empezando a promover la recuperación económica y social tras la crisis pandémica, la invasión rusa de Ucrania volvió a traer la guerra a Europa.

Aún estamos lejos de poder evaluar todos los efectos de la guerra de agresión de Rusia en Ucrania, en particular para las personas más vulnerables de nuestras sociedades. Sin embargo, este acto cruel e ilegal ha reforzado los lazos de solidaridad entre los europeos y nos ha obligado a encontrar respuestas al debate estratégico en torno a la influencia de Europa en el mundo. Ha llegado el momento de debatir cómo se encuentran el modelo social europeo y nuestras políticas sociales comunes en una Europa más amplia y fuerte.

Actualmente la Unión Europea también se enfrenta a importantes retos estructurales, con la doble transición ecológica y digital, el cambio demográfico, un mundo laboral en constante transformación y la persistencia de desigualdades y pobreza, todo ello acompañado de una preocupante erosión de la clase media. Estos retos estructurales afectan no solo a los países de la Unión, sino también a aquellos cuyos esfuerzos y ambiciones van dirigidos a unirse a este proyecto. 

En este contexto, el Foro Social de Oporto, una iniciativa bienal promovida por el Gobierno portugués con el apoyo de la Comisión Europea, en estrecha cooperación con el Parlamento Europeo y con la participación de los interlocutores sociales y la sociedad civil, marcó el segundo aniversario de la Cumbre Social de Oporto, brindando la oportunidad de reforzar el debate sobre la importancia de la dimensión social del proyecto europeo.

Lo hizo reconociendo nuestro modelo social como una ventaja a escala mundial y destacando, en el marco del Año Europeo de las Competencias, cómo unas políticas sólidas en materia de capacidades, educación y formación pueden crear mejores empleos y una integración más rápida en el mercado laboral, así como fomentar la inclusión social y, en consecuencia, impulsar la resiliencia y la competitividad de la economía y la sociedad de la UE. También reflexionó sobre cómo utilizar las herramientas más adecuadas, respetando al mismo tiempo el principio de subsidiariedad y limitando la carga administrativa para las pequeñas y medianas empresas.

Asimismo, destacó la importancia de contar con una estrategia integrada para luchar contra la pobreza y responder a la cuestión multidimensional de la exclusión social y del acceso de todas las personas, especialmente los niños, a los servicios esenciales. La aplicación efectiva de la Garantía Infantil Europea es un componente fundamental para velar por el éxito del pilar europeo de derechos sociales.

La educación y la formación no son un gasto inútil, sino una inversión inteligente en desarrollo humano. Europa debe ampliar su liderazgo en las fronteras del conocimiento y el desarrollo de nuevas tecnologías. Al mismo tiempo, la mejor tecnología solo es útil en la medida en que haya trabajadores cualificados capaces de instalarla y utilizarla.

Las personas deben estar capacitadas para emprender un aprendizaje permanente, y las pymes y las grandes empresas deben contar con el talento que necesitan para prosperar.

Por tanto, es evidente que la prosperidad económica de la UE va estrechamente unida a su fuerte dimensión social. Ahora que nuestra Unión atraviesa un momento crucial, debemos dar mayor visibilidad a los derechos sociales y reforzar la evaluación de las normas sociales y la convergencia social al alza como parte de una gobernanza socioeconómica sostenible anclada en el tripartismo. 

Dos años después de Oporto, renovamos nuestros compromisos respectivos en el Compromiso Social de Oporto y en la Declaración de Oporto, así como nuestra voluntad de mantener el espíritu que los creó.

Seguiremos haciendo juntos que los principios del pilar de derechos sociales se conviertan en una plena realidad. 

El futuro de la UE es su gente y deberá ser social. 

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