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Con Ayuso o con España

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una imagen de archivo.

Tania Sánchez

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Este extraño Jueves Santo de calles vacías, se cumplía un mes desde que la presidenta de la Comunidad de Madrid decretara el cierre de colegios en toda la región. Al día siguiente, se reunían los portavoces en la Asamblea de Madrid y, contra la propuesta de Más Madrid, se acordaba no suspender la actividad parlamentaria. Consideraba la mayoría, especialmente los partidos de derechas que sustentan la presidencia de Díaz Ayuso, que hacer tal cosa alarmaría a la población en exceso. Es solo un ejemplo de lo que ha sido una constante en las decisiones de todos los gobiernos, en España, en Europa y en el Mundo.

Un mes después es más que obvio que se subestimó esta amenaza, incluso por parte de los organismos internacionales de salud. Decir esto no trata de eliminar responsabilidades a quien las tiene, sino de señalar que esta línea de confrontación política es falaz y tramposa, máxime si quien la usa es la presidenta de la región española con más positivos, más muertes, mayor saturación de sus UCIs y más residencias de mayores con dramas dantescos de España.

El empeño de la presidenta Ayuso de confrontar con el Gobierno de España no es nuevo, ni siquiera original. Ella lo hace desde que llegara a la presidencia, y su inspiración proviene del baúl de los recuerdos que ha desempolvado su jefe de gabinete Miguel Ángel Rodríguez. La presidenta es hija política de Aguirre y de su asesor MAR, un nostálgico de la era Aznar. Hacer de Madrid la punta de lanza contra el Gobierno de España y no tener pudor para mentir son las características del estilo de sus maestros. No por ya conocido deja de ser dantesco su despliegue en una crisis como la que estamos viviendo.

No por reconocer la estrategia deja de sorprender la desvergüenza con la que se habla de transparencia cuando, durante el último mes, la Asamblea de Madrid ha sido el único parlamento autonómico de España en el que no había ningún mecanismo formal para el ejercicio del control al Gobierno. Y está por ver si la presienta esperará otro mes para comparecer ante la oposición. No se ofrecen ruedas de prensa. No, tampoco se responden las preguntas de la prensa y la oposición. Y para colmo se han retirado las competencias a un consejero por la osadía de hacer público el número de fallecidos en las residencias de mayores.

No por ser una estrategia repetida deja de abochornar la desvergüenza con la que se echan balones fuera a propósito de los 50 millones de euros aprobados para la compra de material en China, de los que aún no se conoce cuántos han llegado al personal sanitario que está poniendo el cuerpo por salvar vidas en Madrid y cuántos nos han estafado.

Es más, se reconoce la misma estrategia de quien privatizó la sanidad pública, de quien robó millones de los presupuestos de sanidad y educación para pagar sus campañas electorales y su promoción en redes sociales, de quien puso a todos los recursos a su alcance para desacreditar a los profesionales de los servicios públicos, desde el doctor Montes hasta la última auxiliar de limpieza. Sabiendo la gravedad de esta crisis, no podemos olvidar quiénes son.

Estamos obligados a dejar de perder el tiempo en jueguecitos de poli bueno y poli malo en el seno del Gobierno de la nación. Nos obliga a dejar de lado la táctica de ministros que lanzan titulares que no se sustentan en los reales decretos que firma el presidente. Nos obliga a saber que no será en el PP donde está el apoyo para un gobierno que no se basta solo para tomar las decisiones que necesita España.

En las próximas semanas, el presidente Sánchez tiene que elegir si seguir mendigando la lealtad al partido de la presidenta de Madrid, rebajando las medidas sociales y económicas que requerirá nuestro pueblo para enfrentar la crisis económica del día después, o atreverse a ir más lejos, garantizando que cumple la promesa, tantas veces repetida, de no dejar a nadie atrás.

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