Ciudades ante desafíos globales
“Las ciudades se han convertido en el vertedero de problemas de origen mundial. Los sufrimientos de sus habitantes tienen raíces planetarias y quienes les representan suelen enfrentarse a una empresa imposible, la de encontrar soluciones locales a problemas que requieren soluciones globales”
(Zygmunt Bauman)
En las ciudades se hacen patentes las consecuencias de la crisis económica en la población, como el aumento de las desigualdades. También deben afrontar los retos de la globalización, la revolución tecnológica y sus cambios vertiginosos en la economía y en la comunicación, la desafección ciudadana hacia los políticos por la corrupción y los abusos de poder, la regularización e integración de una migración que no va a cesar, la supervivencia del planeta frente a los efectos del cambio climático y los terremotos sociales asociados a un sistema capitalista financiero especulativo.
Además, las ciudades experimentan otro fenómeno mundial como es el avance del populismo nacionalista y de la extrema derecha que pretenden amurallar las ciudades, provocar comunidades resentidas e imponer sus banderas de involución recortando derechos y libertades. Una involución que, en España, significa: desprecio a la democracia y ataques a la autonomía de los Ayuntamientos, recentralización, recortes en los servicios públicos y privatizaciones, conservadurismo, machismo y xenofobia.
La globalización ha cambiado la piel de unas ciudades que son exponentes de la diversidad humana y de los conflictos, que están llenas de oportunidades y de exclusiones. Necesitamos ciudades educadoras en valores, cultas y competitivas que se sienten atraídas por la economía digital y el conocimiento. Ciudades refugio y de convivencia donde garantizar derechos básicos como la vivienda y el empleo, que ayuden a las familias pobres, personas marginadas o vulnerables que buscan un lugar de acogida. Territorios rebeldes que se alíen en favor de causas globales justas, que hagan frente a la especulación del suelo y a un crecimiento económico desequilibrado que provoca más pobreza y precariedad.
Necesitamos ciudades abiertas a una democracia participativa y deliberativa, ciudades donde se expresan una multiplicidad de actores sociales, colectivos sectoriales y grupos de intereses que piden voz a los Gobiernos Locales para participar en la toma de decisiones en un nuevo sistema de Gobernanza democrática. Pero además de atender sus necesidades específicas, las ciudades que defendemos tienen que ser el espacio desde el que ofrecer respuestas democráticas, solidarias e incluyentes a problemáticas que forman parte de los desafíos de la globalización.
Desde los gobiernos progresistas de las ciudades se debe promover que la ciudadanía adquiera una conciencia global que la motive a participar con prácticas saludables y hábitos sostenibles en el objetivo de combatir el Cambio Climático para defender nuestra casa común que es el planeta. La Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible también debieran incorporarse a las agendas locales.
El agua, los ríos, los océanos, las zonas de la Antártida y el Ártico, la conservación de las especies y los recursos naturales, el aire que respiramos y la capa de ozono son comunes a la humanidad. Y las islas de plásticos en los mares, los coches y sus emisiones de gases de efecto invernadero, la producción desmedida de residuos, los consumos insostenibles de agua y energía o la reducción de la huella verde en nuestros suelos son producto de nuestras malas prácticas urbanas, algo a corregir.
Esta complejidad hace que la ciudadanía muestre síntomas de ansiedad, inseguridad y angustia ante la velocidad de los acontecimiento y la acumulación de incertidumbres tanto personales y colectivas como sobre el futuro del planeta. Es cierto, como dijo Zygmunt Bauman, que nuestra sociedad es líquida donde todo está pensado para ser consumido con rapidez por exigencia de la moda consumista, donde los acontecimientos se suceden a gran velocidad sin poder asimilarlos. Por eso, los modelos de referencia sobre buenas prácticas de gobierno, los liderazgos éticos sólidos y la fuerza de las convicciones resultan imprescindibles.
Por eso es decisivo que mujeres y hombres de la izquierda, del PSOE en particular, se vuelquen en construir y liderar un modelo de ciudad defensora de la convivencia y la dignidad de las personas. Gobiernos locales que se apoyen en la épica, los valores democráticos y la resiliencia para afrontar con responsabilidad, espíritu cooperativo y solidario, los retos de una comunidad que actuará desde lo local con dimensión global.