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La esperanza en lo político

Begoña Marugán

Candidata de Unidad Popular —

A lo largo de los últimos años la política ha estado subordinada a imperativos económicos. La economía y no la política económica es la que rige los designios de los pueblos. Ante este hecho la política ha sido reducida a una posición marginal y ha cundido la apatía y la desafección afectiva entre la ciudadanía. Sin embargo, a partir del 15-M se produjo una recuperación del sentido colectivo surgido espontáneamente a partir de relaciones sociales personales y afectivas. Esta fecha sirvió de rito iniciático a partir del cual empezaron a edificarse una serie de movimientos nuevos en forma de mareas ciudadanas. Lo que se ha dado en llamar nueva política.

Entonces, nos volvimos a entusiasmar con la política y además a hacerlo desde un espíritu alejado de la concepción liberal de la misma en la que la ciudadanía se definía principalmente por sus derechos individuales sin mucho interés por lo colectivo. Por el contario, la política representativa empieza a ser cuestionada y se vive como un límite que imposibilita la democracia participativa.

La democracia no se puede restringir a las elecciones y la acción legislativa, sino que tiene que ser más amplia y diseñar actuaciones que permitan dar respuesta a las necesidades de la mayoría de la población. Los poderes públicos deben estar al servicio de la ciudadanía y no viceversa.

A partir de entonces, un número mayor de personas se ha implicado en la definición de sus problemas, deseos y necesidades y en el diseño de propuestas y programas más satisfactorios para la mayoría de la población. Hoy hay un deseo de un bien público y común; donde éste no se define por la suma aditiva de todas las partes, sino por las sinergias relacionales que se crean en un espacio colectivo de colaboración. Parte del pensamiento comunitarista está en marcha. “La polis se muestra por vez primera viva y con ganas de hacer algo, de cooperar en tareas colectivas y de llevar adelante propuestas comunes” (Valsa, 2015). La política se ve como un factor que ejerce una notable influencia en la vida cotidiana de cada ciudadana/o. La ilusión y el optimismo en las posibilidades colectivas de transformación han crecido, pero lo ha hecho porque se empieza a trabajar desde “lo político”.

Cabe preguntarse si es que ¿la política y lo político es algo diferente? Un artesano de la sociología como Alfonso Ortí enseñaba hace años la diferencia que existe entre tres conceptos aparentemente similares y semánticamente muy diferentes: las políticas públicas, la política y lo político.

Las políticas públicas son esas medidas que se establecen en un ámbito determinado y con las que los informes sociológicos contribuyen si se hace un buen diagnóstico de la situación. En este sentido hay políticas públicas de educación, sanidad, de género, de investigación, etc.

La política y lo que se entiende por la misma se refiere a la política parlamentaria de la que se encargan los partidos políticos. Esta es la concepción que ha existido durante décadas y que parece hoy día rechazarse. Sin embargo, a los dos conceptos anteriores hay que sumar el de lo político. Lo político sería lo ético, los principios, lo que más profundo de ti y que te inscribe en tu comunidad y tu mundo. Aquello que te hace levantarte por las mañanas y perseguir sueños imposibles o resistir ante situaciones insoportables.

Estamos de enhorabuena por tanto no sólo porque se cuestiona la política de representación en un intento de regenerar la democracia a través de la implicación ciudadana en la construcción de su futuro, sino porque también este cuestionamiento se realiza a través de prácticas planteadas desde el comunitarismo, donde se apuesta por lo común.

En este sentido, porque siempre he entendido la política más allá de lo parlamentario y me he sentido que hacía política, como miles de personas, practicando el feminismo y el sindicalismo, siento una esperanza especial en este momento. Un sentimiento que se vio reforzado el domingo 18 de octubre, en la presentación de la Lista Ahora con Alberto Garzón a las primarias de Ahora en Común (la actual Unidad Popular). En ese acto, Alberto Garzón no sólo explicó su postura y sus propuestas concretas, sino que explicitó la misma concepción de lo político que manejo desde hace tiempo. Solo le bastó una alusión para convencerme, el recuerdo a que la palabra idiota viene del término idiotes que significa aquel que no participaba de los asuntos públicos, sino solo de sus intereses privados.

Esta concepción de la política implica una clara condición de la democracia, de una democracia republicana en la que el gobierno está sujeto al control de la ciudadanía. Ahora bien, y en aras de conseguir esta ansiada democracia recordaremos que cuando en Grecia se hablaba de los legos no se estaban refiriendo a los indiferentes a los que en su día aludió Antonio Gramsci –dedicándoles aquel: “odio a los indiferentes”–, sino de aquellas personas que no se ocupaban de la polis, entre las que estaban los excluidos de la política: extranjeros, mujeres y esclavos. Y en este sentido, mucho se tendrá que avanzar para que las mujeres y los inmigrantes formen parte de esta democracia república real.

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