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La guerra de los sexos

La candidata de Más Madrid a la Comunidad, Mónica García. conversa con varios vecinos
24 de marzo de 2021 06:00 h

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“Las mujeres estamos cansadas de hacer el trabajo sucio para que en los momentos históricos nos pidan que nos apartemos (...). La ciudadanía madrileña no necesita ni más frivolidad, ni más espectáculo ni más testosterona”, declaró Mónica García, candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, por uno de los partidos en liza, desoyendo una propuesta electoral de otra formación política. 

La mención de la principal hormona sexual masculina, cuyos efectos androgénicos explican la masculinización del cerebro en la infancia temprana, a los que siguen en la pubertad otros más conocidos popularmente, tiene una relevancia singular, porque la realiza una anestesióloga y doctora en medicina y cirugía, que sabe bien de lo que habla y del alcance de las metáforas que esgrime. 

Me atrevo a aventurar dos posibles connotaciones en el uso de la palabra difícil de pronunciar: la política de la capital de España no necesita de más rasgos autoritarios propios de algunos ejemplares en los que la hormona campa a sus anchas (dando por sentado que otros miembros del mismo sexo la mantienen a raya); o que ha llegado la hora de que la Presidencia de la Comunidad de Madrid se la disputen mujeres, lo que pondría en un serio brete al PSOE, tras haber sido descartado el blanco directo de las palabras de la doctora.  

Pocos días antes de esta refriega, casi todos hemos celebrado, aunque de muy diversa manera, el Día Internacional de la Mujer, a la que originalmente se le añadía el adjetivo de trabajadora, pero que hoy resulta superfluo o redundante, porque todas lo son, o aspiran a serlo ni más ni menos que los hombres. Originalmente se enfatizaba el papel que la participación de las mujeres jugaba en la sociedad, en pie de igualdad con el hombre, y se reclamaba el derecho a un desarrollo íntegro. Felizmente, podemos afirmar que en muchos países se festeja una realidad. Nadie sensato, y con un mínimo de buena voluntad, puede poner en duda que se trata de objetivos justos y, por tanto, absolutamente deseables. 

Además, el hecho de que no se hayan conseguido establecer de modo real y generalizado nos debe llenar de vergüenza y reclamar acciones que restituyan a las mujeres lo que les corresponde, y siempre deberían haber disfrutado. Con este telón de fondo cobra pleno significado el tenor de queja de las palabras de la candidata, que encabezan estas líneas: “Las mujeres estamos cansadas de hacer el trabajo sucio para que en los momentos históricos nos pidan que nos apartemos”.

Ambas noticias pueden invitarnos a la reflexión y al diálogo entre ciudadanos libres sobre un asunto relevante, en comparación con el caudal profundo e inmediato de otros tantos sucedidos ruidosos y banales que inundan nuestras entendederas y entumecen nuestros quereres. Por cierto, me resisto a decir ciudadanos y ciudadanas, no por una cuestión ideológica, sino por seguir la Nueva Gramática de la Lengua Española, elaborada por las Academias que cuidan de nuestro idioma, y que apunta: “es habitual en las lenguas románicas, y también en las de otras familias lingüísticas, usar los sustantivos masculinos de persona para designar todos los individuos de la clase que se mencione, sean varones o mujeres.” No obstante, no haría de esta decisión académica un casus belli, como apunta el título de estas líneas.

¿Qué late bajo la declaración electoral o la manifestación festiva? La primera asume la realidad de la diferencia biológica; la segunda apunta a la verdad de una injusticia social: dos planos diferentes de cuya integración dependen muchas cosas.

Leo a una neuropsiquiatra italiana, también madre de una familia numerosa, como la candidata: “La mujer es potencialmente revolucionaria, precisamente porque está vinculada a la vida de una forma muy particular, que sabe reinventarse constantemente. Su orientación es la vida concreta, su propia vida, tal y como sucede, y de las personas que tienen valor para ella. Por eso, las mujeres tienen un pensamiento más libre que el de los hombres, al menos en potencia, porque les interesan más las personas concretas que las ideas abstractas, y porque buscan detrás de cada idea, su relación con la vida”. 

Entre mujeres va a andar el juego.

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