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La medida de un nuevo tiempo

Carlos López-Otín.

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El tiempo, el sueño del tiempo, también se mide por hechos que quedan grabados en la historia de las personas. Representan nuestros relojes, los de arena de Borges, los de las moléculas de la vida, las clepsidras en la noche oscura o los de sol en nuestros nítidos días. Los relatos personales están llenos de fechas que adquieren un significado indeleble, imborrable y que marcan el límite entre el antes y el después. En el día de hoy, aunque en realidad de todos los hoys para quienes hemos tenido la inmensa suerte de recibir el regalo de su presencia, está nuestro maestro de maestros, el Profesor Carlos López-Otín.

El hecho que hoy nos ocupa, tan simple y cotidiano como el de su jubilación, o más bien el cese de su vinculación con la Universidad de Oviedo, ha de ser acompañado adecuadamente, magníficamente, brillantemente, tanto como él lo hizo toda su vida, y hace, con sus discípulos escogidos a lo Paracelso, sus alumnos a quienes inspiró, sus pacientes a quienes asesoró y acompañó hacia su cura o hacia el azul infinito, sus gentes para quienes tuvo la palabra adecuada y todo el que pasaba por ahí, porque sí, Carlos estuvo a disposición de todos. Uno de sus dones reside justamente en eso, en su ayuda incondicional a quienes lo han necesitado desplegando un portfolio de posibilidades y recursos que ha dibujado un futuro bien distinto del que uno hubiera podido imaginar para sí mismo. Otro don es su extrema brillantez y su mirada visionaria, esa que ha transformado el rumbo de la historia de la ciencia en España, de muchos pacientes de, entre otras enfermedades, progeria y cáncer, y de la Universidad donde se ha debido por más de 30 años. Y todo con la mayor de las humildades, el más difícil y brillante de sus dones. A pesar de estar entre los más sabios del mundo, de ostentar los más excelsos premios, me refiero a esos que te dan y no para los que uno mismo se postula, a pesar de ello, él no los cuenta, no los tiene en cuenta, pues en su diario de a bordo solo importa el conocimiento, ese que al generarse regala vida. Conocer para curar, ya es nuestra tu gran frase, Profesor.

Hoy, Carlos, terminas tu relación contractual con Uniovi, el lugar que tú situaste en el mapa de los rankings mundiales de la sabiduría y a la que tanto has dado. En este trío de décadas en el que has habitado en esta Universidad, los hallazgos científicos que alcanzaste, casi imposibles en toda un vida, nos vienen a hablar de tu dedicación y compromiso extremo e impecable a esta institución y al conocimiento. Nos cuentan de tu excelencia visionaria. Todo ello lo pusiste al servicio de la humanidad sin esperar nada a cambio. Nada. 

Hoy, justo hoy, es ese límite entre el antes y el después para Uniovi, una pérdida irreparable para todos aquellos alumnos que han esperado tanto para encontrarse contigo, un vacío difícil de llenar para la ciencia. Todos hemos esperado el apoyo de tu Universidad ante la adversidad que algunos tejieron para ti, para tu desaparición. Fueron condenados por sus hechos. Fueron condenados y que así conste, aunque la condena haya sido incumplida por uno de ellos ante el asombro del mundo. Pero ha faltado lo más importante, el posicionamiento de tu Universidad en contra del acoso y a favor de la verdad. La inacción y el bloqueo hacia tu persona en los últimos tiempos, a que siquiera tu nombre saliese en los claustros de la universidad, así lo confirman. 

Carlos López-Otín se va de Uniovi pero no del mundo. Veremos dónde le lleva el mar de Solaris en este nuevo tiempo. Veremos qué tejen sus manos estos años. Mientras tanto su escuela, infinita, le seguirá de cerca y perpetuará su legado, la diáspora de su conocimiento, en su nombre. 

Gracias por tanto, querido Profesor Carlos López-Otín.

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