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El mito de la Alemania desnazificada

Manifestación ultraderechista en Chemnitz (Alemania)

Jaime Martínez Porro

Es un hecho que, cuando en España se habla de memoria histórica y de las resistencias que la misma genera entre un gran sector de una población que sigue viendo el Franquismo como algo que no hay que remover, se suele poner a Alemania como ejemplo de Estado que reparó los daños causados durante el Tercer Reich. Sin embargo, esto suele llevar a la conclusión errónea de que en Alemania el nazismo ha desaparecido.

En las últimas semanas la prensa española se ha hecho eco de la presencia activa de neonazis en las calles alemanas. Hace escasas semanas, el 18 de agosto, casi un millar de neonazis se paseaban por las calles de Berlín para rendir homenaje a Rudolf Hess, figura clave del Tercer Reich, con el lema “Ich bereue nichts!” (“No me arrepiento de nada”), frase que dijo durante los juicios de Núremberg el que fuera secretario de Hitler. Esta marcha en honor a Hess no es nueva: se lleva celebrando años, no sin la oposición de miles de personas que salen cada agosto a las calles a tratar de bloquearla.

También en los últimos días han dado la vuelta al mundo las exaltaciones xenófobas y racistas en Chemnitz, ciudad de Sajonia, donde más de mil neonazis salieron “a la caza del inmigrante” (según definió la propia policía), después de que presuntamente dos inmigrantes mataran a un ciudadano germano-cubano (aunque la prensa solo remarcase su condición de ciudadano alemán, lo que alimentó el odio xenófobo). Este hecho no es más que la explosión de algo que se lleva fraguando décadas en Alemania, donde movimientos como PEGIDA (Patriotische Europäer gegen die Islamisierung des Abendlandes, Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) campan a sus anchas por las calles de Dresde, también en Sajonia, desde hace años.

No son hechos aislados. En Alemania, entre 1990 y 2011, fueron asesinadas por la extrema derecha 174 personas, de las cuales 10 son atribuibles al grupo terrorista NSU (Nationalsozialistischer Untergrund, Clandestinidad Nacionalsocialista), cuyos crímenes han sido recientemente juzgados.

Volviendo a cómo ha tratado de reparar el Estado alemán los daños causados por el régimen de Hitler, en Alemania existe una ley que prohíbe la simbología nazi (la más conocida la esvástica), su uso y comercialización, incluso con penas de cárcel de hasta tres años (Artículo 86, Párrafo 1,4 del Código Penal). También están prohibidos el saludo fascista o frases como “Heil Hitler” o “Sieg Heil”. De hecho, fue noticia hace un año que dos turistas chinos fueron detenidos por hacer el saludo nazi delante del Reichstag (sede del Parlamento alemán).

Esta ley ha ido acompañada de otras acciones de reparación y de homenaje a las víctimas del nazismo. Es común encontrar en las ciudades alemanas memoriales a las personas asesinadas por el nazismo, especialmente en honor a judíos, políticos que se opusieron al régimen (fundamentalmente del Partido Socialdemócrata Alemán y Partido Comunista de Alemania), homosexuales o gitanos. Igualmente, en campos de concentración como el de Sachsenhausen (en Oranienburg, al norte de Berlín) se pueden observar en uno de los muros numerosas placas que recuerdan a los presos y a los muertos en el campo de diferentes Estados, entre ellos los republicanos españoles (como Largo Caballero, que estuvo preso en este campo de concentración).

Uno de los homenajes más famosos a las víctimas de los campos de concentración y de exterminio son las 'Stolpersteine' (las “piedras en el camino”), unos adoquines metálicos situados delante de las casas donde vivían las personas deportadas. Este proyecto, impulsado en Colonia por el artista Gunter Demnig para honrar a los miembros de las comunidades sinti y roma deportados en esa ciudad, se ha extendido a muchas ciudades tanto alemanas como de otros países, para honrar en general a cualquier persona deportada a campos de concentración o de exterminio. En España desde 2015 también existen 'Stolpersteine' en pueblos y ciudades como Manresa, Igualada, Sabadell o Girona, mientras que otros ayuntamientos como el de Madrid están pensando en instalarlas.

Sin embargo, las leyes para evitar la propaganda nazi son esquivadas por los grupos afines y los elementos de recuerdo al Tercer Reich no han sido eliminados por completo. Solo por citar un par de ejemplos de cómo se esquiva la ley de símbolos y la propaganda hitleriana, el NPD (Nationaldemokratische Partei Deutschlands, Partido Nacionaldemócrata de Alemania), de ideología neonazi y a punto de ser ilegalizado en varias ocasiones, ha usado durante varias campañas un cartel cuyo lema era “Gas geben!” con el candidato subido en una moto, en lo que se podría traducir como “darle gas” (a la moto), pero cuya reminiscencia no es otra que el exterminio de personas en las cámaras de gas de los campos de exterminio. Por otro lado, en marchas neonazis como la mencionada en honor a Hess, lo normal es que no haya esvásticas claramente visibles ni se haga el saludo fascista, si bien los asistentes suelen llevar camisa blanca y pantalón negro a modo de imitación de las SS, portando banderas del Segundo Reich, algunas de ellas con la Cruz de Hierro (usadas también durante el periodo nazi hasta 1935).

Igualmente, pese a que se ha llevado a cabo una limpieza de símbolos y nomenclatura nazis en edificios o espacios públicos, aún quedan huellas sin borrar. El 22 de octubre de 2017, poco después de las elecciones federales que ganó de nuevo Angela Merkel, el diario sensacionalista Bild recogía la noticia de que parte de los diputados, concretamente de los liberales del FDP y paradójicamente de los ultraderechistas de AfD, tendrían sus despachos en la antigua sede del Ministerio de Interior del Tercer Reich, en el que las esvásticas (cubiertas durante la época de la República Democrática Alemana y actualmente descubiertas) seguían aún presentes en distintos mármoles decorativos del edificio.

Como nota especialmente dolorosa para la memoria de la Segunda República Española, una de las avenidas del distrito de Steglitz-Zehlendorf, al suroeste de Berlín, lleva el nombre de Spanische Allee (Avenida Española). Este nombre pasa desapercibido para quien no conoce la historia. Sin embargo, el 6 de junio de 1939 y en medio de un gran desfile militar, esta calle, antaño llamada Wannseestrasse, pasó a tener su nombre actual como homenaje a los miembros de la Legión Cóndor que lucharon en España en apoyo al bando sublevado y que bombardearon plazas como Guernica, Durango o Brunete. Pese a las presiones de la Euskal Etxea (Centro vasco) y debates dentro del ayuntamiento del distrito, finalmente se decidió que esta avenida no cambiaría su nombre. A cambio, se decidió crear en mitad de la avenida la Guernicaplatz (Plaza de Guernica), que no es más que un discreto cruce de calles con una placa que explica el bombardeo de Guernica y cómo y por qué se fundó esta plaza en 1998.

Un último punto habría que dedicárselo al Holocausto. Durante décadas se han llevado a cabo muchas acciones de reparación y homenaje a los 6 millones de judíos asesinados por el régimen nazi. Sin embargo, parece que cada vez hay menos escrúpulos entre algunos políticos en hacer negacionismo o poner en cuestión el Holocausto (pese a que puede acarrear penas de cárcel). El caso más sonado fue el de Björn Hocke, líder de AfD en Turingia, que calificó de “vergüenza para el país” el memorial a las víctimas judías del Holocausto situado junto a la Puerta de Brandeburgo en Berlín. Este líder político ha defendido igualmente a abiertos negacionistas del Holocausto condenados a prisión.

Además, en los últimos años parece que se ha instaurado en parte de la sociedad alemana la idea de que honrar a las víctimas judías del Holocausto significa defender cualquier acción del Estado de Israel y tachar de antisemita a cualquier persona que condene los abusos de este país. Por ello, activistas que promueven el BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones –a Israel-), que luchan por la liberación de Palestina, por el fin de las colonizaciones o por acabar con la mayor cárcel del mundo, Gaza, tienen que enfrentarse constantemente a acusaciones de antisemitismo, estigmatizando así a estas personas con un calificativo tan marcado en la sociedad alemana. Podría parecer de este modo que en los últimos años algunas personas pretenden lavar su conciencia trasladando la expiación de los pecados al pueblo oprimido de Palestina, cuando en Alemania sigue habiendo mucho trabajo que hacer para combatir el verdadero discurso y acciones antisemitas (como ataques a sinagogas, memoriales o Stolpersteine).

Aunque las medidas para eliminar las reminiscencias del Tercer Reich y para reparar a sus víctimas se han venido aplicando durante muchos más años y con más empeño que en España, fomentar un discurso de una Alemania “desnazificada” puede ayudar a ocultar una realidad muy peligrosa: que el nazismo social no ha desaparecido de Alemania. Se ha reconvertido, se ha resignificado y se ha acicalado. Las imágenes de cabezas rapadas con esvásticas haciendo el saludo fascista han sido sustituidas en muchas ocasiones por trajes, corbatas y caras amables que han abrazado cínicamente causas como el feminismo, siempre desde un punto de vista “nacional” y abiertamente xenófobo (algo así como “los inmigrantes son un peligro para nuestras mujeres, defendámoslas”), cuando los valores feministas están muy alejados de estas claves. Lo que han corroborado los hechos de Chemnitz es que detrás de las caretas simpáticas sigue habiendo el mismo discurso peligroso de siempre y, especialmente, que el neonazismo tan solo está agazapado esperando una oportunidad para salir a la calle con la mayor virulencia.

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