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Entre los nuevos tiranos y la emergencia climática

El cambio climático podría estar acelerándose

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Vivimos en un endiablado escenario global, conectados por igual a incertidumbres, amenazas y desafíos. Salvando las distancias y con la concurrencia de los fenómenos de esta era tecnológica, la comunicación digital, las nuevas élites financieras y la emergencia climática, la historia del avance del autoritarismo se repite en España y en toda la humanidad.

Esta maldita pandemia y las consecuencias del cambio climático nos deberían enseñan a ser más solidarios con los demás habitantes de un planeta compartido y a entender que no tienen sentido las identidades nacionalistas excluyentes y de confrontación frente a los valores democráticos y los derechos humanos.

Las catástrofes que sufrimos cada año con más intensidad, son consecuencia del calentamiento global. Me refiero a las grandes inundaciones, olas de calor y sequías, hambrunas y enfermedades, incendios y aceleración del deshielo de glaciares. No hay tiempo que perder para poner remedio a tanto sufrimiento, pobreza y desigualdad. Evitarlo requiere decisiones de los Estados y de los organismos supra estatales -que necesitan ser reformados- para hacer posible una gobernanza democrática de la globalización, con medidas valientes, sostenibles y justas para lograr la supervivencia del planeta. 

Sin embargo, observo actitudes en gobiernos, importantes organismos internacionales, medios y redes sociales que no tienen claro que sin cooperación real y solidaridad global este planeta camina sin remedio hacia el caos. Así, mientras en la UE se habla de una tercera vacuna de refuerzo (con el empuje de Pfizer, por supuesto), las farmacéuticas no se esfuerzan en aumentar la producción para los países pobres que aún no recibieron ni la primera vacuna.

Por otra parte, sufrimos una exaltación del extremismo, de estrategias de polarización de la sociedad que cultivan el odio y atacan la convivencia y la paz social, dificultando las  transformaciones sociales y los consensos parlamentarios. Buscan extender el miedo.

En España no podemos cerrar los ojos ante el surgimiento de un neofranquismo de la mano de Casado & Vox. Los ejes de su estrategia son el desprecio a la democracia y al Estado de Derecho, la difusión de una posverdad sobre el golpe de estado de los fascistas, la creación del enemigo imaginario de España, una idea de la patria excluyente y para la confrontación, un conservadurismo rancio apoyado en la iglesia y la familia tradicional y un discurso del odio para agudizar la polarización política.

Junto a la acción de partidos populistas autoritarios y de extrema derecha así como de los movimientos negacionistas y conspiranoicos, hay una corriente de fondo que remueve las bases de las sociedades democráticas. Podría tratarse de un gesto de hartazgo y rebeldía en sectores ciudadanos fruto de la corrupción, el escepticismo ante el futuro y la antipolítica que promueven los populismos.

Quizás asistamos al declinar de la democracia. Impedirlo exige afrontar el reto de democratizar la globalización, actuando desde la cooperación transnacional y la movilización de la sociedad civil contra los nuevos tiranos del siglo XXI. Esos que aprovechan la pandemia, las crisis y el temor a las migraciones para que la ciudadanía renuncie a su libertad a cambio de una falsa seguridad bajo secuestro. Cabe, por el contrario, organizar la resistencia democrática para vencer a los autócratas y a una vida precaria. Ambas alternativas son posibles.

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