Nuestro paciente hoy es la Sanidad
Durante años, quienes tenían la responsabilidad de cuidar al sistema sanitario madrileño como si de un paciente se tratara han hecho una auténtica dejación de sus responsabilidades y han consentido, cuando no impulsado que síntomas como el ánimo de lucro, la indolencia y el despilfarro se cronifiquen en él. Urgencias colapsadas, listas de espera inasumibles, médicos de familia con seis minutos por paciente, gerencias y directivos politizados, profesionales cuya formación depende de la industria farmacéutica, investigadores emigrados, camas cerradas, casi 7.000 profesionales menos, deudas millonarias en ladrillos…son los síntomas de una enfermedad a la que la voluntad política no ha puesto tratamiento, ya por incompetencia o, sencillamente por mala fe.
Mientras la medicina avanza día a día al ritmo inexorable que impone la ciencia, siendo capaz de curar cada vez a más pacientes, decisiones políticas equivocadas han hecho que el sistema sanitario madrileño, que debería acompañar esa evolución científica se haya convertido en un auténtico tapón para la misma. Estas políticas han nadado a contracorriente de lo que la expansión médica imponía y han deteriorado la salud del propio sistema, la que a la postre cuida de la salud de todos nosotros. Mientras somos capaces de curar a más individuos, implantamos políticas que son capaces de reducir la salud de toda la población.
La radiografía de nuestro paciente nos muestra un modelo sanitario descapitalizado. Siguiendo los mismos criterios que han llevado a la industria textil a deslocalizar su producción en Asia bajo el argumento de bajos costes o low cost, nuestros gestores han decidido trasladar buena parte de la 'producción' sanitaria a la privada. Eso supone la descapitalización y merma de la calidad del sistema público que se ve en la disyuntiva de hacer más procesos y más complejos con menos recursos así como de competir con un modelo que pone los números por delante de las personas dejando en un segundo plano la calidad. La diferencia es que en sanidad, la falta de calidad se paga cara.
Este modelo privatizador, que inauguró nuestro particular ángel externalizador, la Sra. Esperanza Aguirre y que está en el ADN del Partido Popular, ha conseguido inocular el virus del ánimo de lucro, de la oportunidad de mercado y de la sanidad low cost, en el paciente más vulnerable de todos, el ya de por sí complejo sistema sanitario. Se trata del mismo modelo que durante años ha intentado tapar la herida del sistema con ladrillos en vez de con vendas y que facilitó el traspaso de la burbuja inmobiliaria a la burbuja sanitaria, nos va a suponer una deuda que pagaremos todos con nuestra salud.
A esto hay que añadirle lo que la epidemia que vivimos de corrupción ha dejado a su paso por nuestra comunidad. Las estimaciones más optimistas calculan una pérdida de unos 64.000 millones lo que nos ha costado la corrupción a nivel nacional, lo que equivale casi al presupuesto íntegro en Sanidad. Así, como publicaba Transparencia Internacional “la corrupción tiene efectos devastadores sobre el acceso a la sanidad y sobre la salud en general”. Como en los paquetes de tabaco, en los billetes de 500, debería de poner también 'la corrupción mata'.
El próximo 3 de marzo se celebrará en la Asamblea de Madrid un pleno monográfico sobre Sanidad, una especie de Debate sobre el Estado de la Sanidad en Madrid. En este debate oiremos que nuestra sanidad es la mejor del mundo y vendrá de boca de aquellos que intentaron venderla y apoyaron activamente descapitalizarla y desmantelarla. Oiremos que nuestro diagnóstico es erróneo y que nuestro paciente está más sano que nunca, pese a que los profesionales no podemos contener la hemorragia. Aun así, seguiremos tratando a nuestro paciente como si nos fuera la vida en ello.