La radical política de hacer amigos en la escuela
La experiencia social en la escuela condiciona cómo nos relacionamos con los otros y tomamos decisiones a lo largo de la vida. Durante la época escolar, construimos una primera idea de lo que significa “nosotros” más allá de nuestro pequeño mundo familiar. Los amigos que hacemos nos ayudan a vincular nuestro futuro individual con el de los demás y así es como aprendemos a pensar en un plano colectivo.
¿Qué pasa cuando este “nosotros” no refleja la diversidad del barrio? La segregación escolar provoca que en Europa haya miles de escuelas donde los alumnos crecen en un “nosotros” reducido, compuesto de niños y niñas parecidos entre sí. De una parte de estas escuelas procederán los dirigentes y líderes de la próxima Europa, personas que tomarán decisiones de gran impacto colectivo y que lo harán desde una burbuja. De otra parte de los centros educativos saldrán jóvenes que nacieron en la pobreza y quedarán atrapados en ella, personas a las que el sistema aparta del ascensor social.
La falta de interacción entre personas diferentes genera desconfianza y prejuicios. No es de extrañar el auge de los extremismos, el racismo y la crisis democrática en una Europa que rehúye la lucha contra la segregación escolar. Promover que niños de trayectorias y orígenes diferentes se hagan amigos es urgente si queremos asegurar la convivencia en una Europa cada vez más diversa y desigual.
Hasta el momento, la segregación escolar ha sido entendida como si de un fenómeno atmosférico se tratara, una consecuencia inevitable de la diversidad que cada país decidía abordar (o no) de puertas hacia dentro. Sin embargo, este paradigma se ha desechado gracias a la investigación académica y a las resoluciones internacionales que apuntan el carácter estructural del problema y la violación del derecho a la Educación que comporta.
El Ministerio de Educación, bajo la presidencia española del Consejo de Europa, ha dado esta semana un paso adelante en este sentido con la organización de un evento monográfico sobre segregación escolar en el que contó con líderes de los Estados de la UE, expertos y organizaciones sociales. Durante el acto celebrado en Bruselas, el secretario de Estado de Educación, José Manuel Bar, abanderó la necesidad de aplicar políticas contundentes en el ámbito comunitario y a nivel estatal, y dio apoyo a una batería de recomendaciones concretas formuladas por la Fundació Bofill, Secretariado Gitano y Save the Children.
Reivindicar la segregación escolar como un reto de primer nivel en la agenda política es novedoso y abre un camino esperanzador para la reversión del problema. Como punto de partida positivo, las medidas para combatirla son conocidas y contrastadas, y su ejecución supone un bajo coste económico. No obstante, el abordaje de una lacra de tal magnitud no necesita únicamente diagnóstico y destreza técnica: necesita de rotunda voluntad política.
Las políticas de diversidad en la escuela agitan profundamente el statu quo y pueden provocar resistencias sociales. Para prevenir la tensión, muchos gobiernos se centran exclusivamente en el desarrollo de políticas de dotación de recursos a centros complejos o apoyos a la diversidad que, aunque absolutamente necesarios, no inciden sobre la cohesión social en el sistema educativo.
Hay que celebrar la determinación del Ministerio de Educación por situar este reto en la agenda comunitaria y comprometerse a desarrollar los preceptos de la LOMLOE y la Ley de no discriminación. Estas regulaciones instan al desarrollo de medidas contra la segregación, pero hasta el momento no han tenido una concreción clara.
En este ámbito, el Gobierno central tiene un margen de actuación importante, especialmente en la generación de incentivos económicos a la hora de detectar y distribuir alumnado en situación de vulnerabilidad, aprobar marcos normativos que eviten la desregularización de una parte de los centros financiados por fondos públicos, establecer espacios de intercambio y aprendizaje entre comunidades autónomas, crear planes nacionales y agendas de medidas o monitorizar la segregación en el territorio. Es decir, el Ministerio de Educación puede asegurar mejores condiciones para que las comunidades autónomas den cumplimiento efectivo a la LOMLOE y la Ley de no discriminación.
Ha llegado el momento de que la Unión Europea y sus Estados reflexionen seriamente sobre cuál es el futuro que desean construir desde sus escuelas. Avanzar en la diversificación de las aulas permitirá una Europa forjada con vínculos entre ciudadanos y valores compartidos. Si no se invierte en esta causa, consolidaremos sociedades fragmentadas por los prejuicios y la desigualdad, una Europa sin unión y sin un “nosotros” donde quepamos todos.
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