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Donde tenemos razón no pueden crecen las flores, ni las bicis

Una mujer pasea e bicicleta por el carril bici de Sevilla, ciudad que llegó a 72.000 trayectos diarios bicicleta

Isabel Porras Novalbos

Activista probici. Periodista. Feminista. Vicepresidenta de la Federación Europea de Ciclistas —

Sin aire las flores no crecen. La calidad de eso que respiramos en las ciudades, necesita poder ser respirado. Necesitamos aire. Muchos son los nombres que se han dado a nuevas teorías que brindan devolver el espacio público a las personas, para entre otras cosas, ahuyentar así los malos humos. He leído sobre la ciudad humana para las personas, la ciudad accesible, que sea para todas, o la ciudad amable, con menos violencia. Muchas ideas de ciudad con una misma tendencia: Simplemente, poder vivir en ella y no morir en el intento.

Los niveles de contaminación y la baja calidad del aire son alarmantes. Indicativo sobre la necesidad de cambio en materia de transporte urbano. Este hecho, que es básicamente como un suicidio lento y colectivo, donde las personas vamos respirando poco a poco sustancias letales, nos lleva a saber una realidad que, al parecer, nadie sabe frenar en la práctica. La falta de regulación, la falta de inversión económica para un cambio de infraestructuras en las ciudades que prioricen los trayectos de movilidad activa (a pie y en bicicleta) y fomenten el uso del transporte público siguen siendo inversiones residuales en comparación con las inversiones totales en transporte en las municipalidades. Sin ir más lejos, hace tan solo unos días, la Comisión Europea ha comenzado un proceso de infracción contra Francia, Alemania, Hungría, Italia, Rumania y el Reino Unido por infringir las normas de calidad del aire de la UE. Es más que conocido el reiterado ultimátum que Bruselas ha dado a España en este tema. Sin embargo, en esta ocasión España se libra de estar en la lista, gracias a los planes de mejora de calidad del aire que hay prometidos, por Madrid y Barcelona, que son los casos que incumplen los niveles de dióxido de nitrógeno.

“Más de 400.000 europeos mueren prematuramente cada año debido a la mala calidad del aire. El tráfico motorizado es una de las principales fuentes de contaminación del aire. Por ejemplo, durante una maratón de Londres en abril de 2018, la contaminación del aire en las secciones del maratón disminuyó en un 89% en comparación con domingos anteriores. El 40% de todos los viajes en automóvil en la UE tienen menos de 5 km, con lo que la posibilidad de que existan tasas de uso de la bicicleta más altas es enorme. En los Países Bajos, el 36% de las personas que usan la bicicleta son su principal medio de transporte, 4,5 veces más que el promedio europeo”, comentan desde la Federación Europea de Ciclistas.

El escollo social

La solución parece clara, fácil y contundente. Ya hay ejemplos en España de ciudades ciclistas, como Sevilla con sus casi 200 km de carril bici y que llegó a 72.000 trayectos diarios en bicicleta. Y, aunque difícil de implementar, esto de integrar la bicicleta como medio de transporte en una ciudad parece ser una vía factible, así nos lo cuentan desde Europa. La noticia parece que es que España se ha librado de estar en la lista negra, de momento. Sin embargo, a esta noticia hay que añadirle una la pregunta clave: ¿Dónde está el escollo social?, ¿algo que es bueno para las personas, cómo no tiene un apoyo absoluto de la sociedad?, ¿porqué hay tanta resistencia desde los propios conductores de vehículos a compartir el espacio en la vida cotidiana?. No estar en la lista, no significa que el problema no persista. Esto me lleva al típico comentario de una amiga, la que no ha cogido una bicicleta en su vida y te dice: “Yo a los que vais en bicicleta, os admiro, pero yo soy incapaz, no por mi sino por los demás conductores que no respetan a los ciclistas. No es seguro”. Este tipo de comentarios deja entre ver que la percepción de la seguridad es uno de los obstáculos. Hay una percepción aumentada, en parte, porque hay conductores que incrementan el riesgo de quien quiera ir en bicicleta, mermando así, la posibilidad de acercarnos a respirar esa ciudad humana, amable y accesible. En psicología se ha hablado mucho de miedo al cambio. Sin embargo, todos los ejemplos muestran que estamos creados para ser flexibles y adaptarnos al cambio antes de lo que creemos. Por ejemplo, en Bruselas se hicieron unos carriles bici que se compartían con los autobuses. Además del trabajo en infraestructura, hubo un trabajo social, se realizaron tareas de sensibilización y formación con los conductores de autobús de Bruselas para que tomaran pautas de seguridad a la hora de compartir el espacio con las bicicleta en el mismo carril. El resultado fue un éxito porque los accidentes descendieron y se comparte el espacio con cierta armonía.

Soluciones más allá de la apuesta política

Por un lado, tenemos la necesidad de una apuesta política por parte de nuestros ayuntamientos, pero por otro hay un factor social en el que todas las personas podemos aportar y que también necesitan apoyo político. ¿Porqué un coche cuando va tras una bicicleta en un carril 30 no mantiene una distancia de seguridad? Esta actuación la he visto muchas veces en Madrid. Cuando un vehículo a motor se acerca tanto a una bicicleta (por detrás), el ciclista se agobia, y si al final frena, y el ciclista cae en el capó de coche, al coche no le pasa nada, o poco, pero el ciclista puede tener un accidente grave. He visto como taxistas se enfadaban en Sevilla por ver a un ciclista que no iba “por el carril bici” con una bici con una sillita de bebe, en una calle donde no había carril bici, con lo cual para esa persona, directamente el ciclista no debería existir en esa calle. He visto situaciones de riesgo innecesarias que me hacen pensar en qué tipo de bloqueo tiene un conductor que en un momento determinado no está siendo capaz de ponerse en la piel del otro, y por intentar adelantar a alguien que va en bicicleta, más despacio, lo hace sin la seguridad necesaria pone la vida de esta persona en peligro. Me vienen a la cabeza algunas de las fórmulas mágicas que da Amos Oz en Sobre la naturaleza del Fanatismo para lograr que la gente que piensa cosas diferentes pueda compartir el espacio y vivir en armonía. Como él bien dice, imaginar al otro siempre es una buena opción, un buen antídoto. ¿Qué pasaría si yo fuera ella?. Relativizar los problemas, las rivalidades, utilizar el humor, no la tensión o la violencia. Simplificando, si no llegamos al vive y deja vivir, finalmente sucederá que no podremos vivir en nuestras ciudades. Tomar conciencia de lo poco que sabemos aunque creamos que lo sabemos todo, y creamos que tenemos el 100 por cien de la razón. No podemos dar la espalda a la realidad de que el fanatismo y la violencia están creciendo en nuestra sociedad. Leer, conocer, practicar la tolerancia, el respeto, y no pensar que “el fin justifica los medios” son algunos de los antídotos para poder compartir la ciudad entre todas las personas. Cuando una persona cree que algo es malo, y no le conviene, y lo quiere aniquilar, y no es más que un fanático, esto es más antiguo que el uso de la bicicleta. Aunque hay niveles de fanatismo, el fanático lo que quiere es que los demás hagan lo mismo. Están muy interesados en los demás, pero las cruzadas deben llegar a un acuerdo, porque sino terminan en tragedia. Por eso es tan importante recordar la frase de Yehuda Amijai: “Donde tenemos razón no pueden crecen las flores” y que yo sumo, “ni las bicis”. Porque sin aire las flores no crecen.

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