Riesgos y secretos de las lagunas de Doñana
En Doñana predominan dos tipos de substrato: arcillas y arenas. Mientras que las arcillas son impermeables y mantienen la inundación de su extensa marisma, las arenas son extremadamente permeables y no retienen el agua de lluvia, sino que la infiltran, rellenando el acuífero sobre el que se encuentran. Cuando los niveles de las aguas subterráneas se elevan y alcanzan las zonas topográficamente más deprimidas, se inicia la fase de inundación de las lagunas temporales de Doñana: un enjambre de lagunas que, junto a las permanentes y la marisma, forman una importante red de hábitats acuáticos único en Europa.
Entre las más de tres mil lagunas que se han cartografiado dentro del parque nacional, la mayoría se secan en verano. Son lagunas temporales que, cada año, se llenan tras periodos de fuertes lluvias y se van secando conforme avanza la primavera e incrementa la evapotranspiración. Esta alternancia entre fases húmedas y secas caracteriza a las especies que las habitan, pues se trata de especies acuáticas que han desarrollado estrategias que les permiten resistir periodos secos. En algunos casos, son especies con una obligada fase vital acuática, como los anfibios o las libélulas, que desarrollan sus larvas en el agua, pero desarrollan su fase adulta en tierra. En otros casos, son especies dispersantes capaces de emigrar a otros medios acuáticos conforme se va produciendo la desecación de sus hábitats, como ocurre con muchos coleópteros acuáticos, que vuelan a las lagunas permanentes cuando sus hábitats se van secando. Y en otros casos, como los pequeños crustáceos del zooplancton, forman estructuras de resistencia de los que emergen los nuevos individuos tras la siguiente inundación. En estos ecosistemas, las semillas tienen un importante papel para las plantas acuáticas, acumulándose en un banco de semillas durmientes que, junto con los propágulos del zooplancton, aguardan el regreso de condiciones propicias para germinar y restablecer las poblaciones tras la fase seca u otros periodos adversos.
Especies acuáticas raras. Durante muchos años, este tipo de hábitats acuáticos ha sido menospreciado, y su falta de protección ha ocasionado su transformación y desecación, afectando también a sus especies características. Hoy día, sin embargo, se reconoce su singularidad como hábitat de especies acuáticas raras, de las que muchas de ellas están amenazadas o son endemismos. En particular, la mayoría de las lagunas de Doñana se clasifican como Lagunas Temporales Mediterráneas y son considerados hábitats prioritarios para su conservación por la Unión Europea. En las últimas décadas, este tipo de hábitats ha recibido una gran atención en Europa occidental, incluyendo subvenciones importantes para su restauración y conservación.
El alto grado de protección que ha recibido Doñana como parque nacional ha permitido que allí se conserve el mejor sistema de lagunas temporales mediterráneas que existe en Europa. Su importancia se debe a la gran cantidad de lagunas y a su heterogeneidad. En general, son lagunas de escasa profundidad (normalmente inferior a 1 m), con extensiones muy variables (de pocos metros cuadrados hasta 45 hectáreas), que en su conjunto constituyen una heterogénea red de hábitats acuáticos que permite albergar una gran diversidad de especies.
A las distintas características de las lagunas hay que añadir la variabilidad adicional que les confiere el clima mediterráneo al que están sometidas, pues el inicio de la inundación está condicionado por los momentos en que se producen las grandes precipitaciones cada año, fundamentalmente durante el invierno y otoño y, en menor medida, en primavera. Por el contrario, el momento de la desecación es menos variable y ocurre, en general, en verano, aunque las más temporales pueden empezar a secarse al final de la primavera y las de mayor duración pueden no llegar a secarse en los años de mayores precipitaciones. El amplio gradiente de hidroperiodo (duración de la fase inundada de las lagunas) es una de las principales características de esta red de hábitats acuáticos, pues contribuye a incrementar la riqueza de especies. En Doñana encontramos desde pequeñas lagunas que son óptimas para especies de cortas fases vitales acuáticas (como el sapo corredor, que puede desarrollar sus larvas en dos meses), a lagunas de larga duración donde pueden desarrollarse especies con fases acuáticas más largas (como los renacuajos del sapo de espuelas que pueden permanecer de seis a nueve meses en el agua).
Por otra parte, acorde con la variación climática de los ambientes mediterráneos, una misma laguna es diferente cada año; mientras que en años muy lluviosos puede estar inundada ocho o nueve meses, en años secos apenas se mantiene de tres a cinco meses o, incluso, puede no inundarse. Esta gran variación, hace que unos años se favorezca más a las especies características de ciclos acuáticos largos y que otros sean las especies de ciclos cortos las que obtengan mayor ventaja.
La gran variabilidad, tanto entre lagunas como entre años, asegura el beneficio de un amplio número de especies a largo plazo, y no solo a las que albergan determinados tipos de lagunas. Volviendo a tomar el ejemplo de los anfibios, en un sistema con lagunas de larga duración predominarían los sapos de espuelas, pero serían escasos los sapos corredores. Sin embargo, en Doñana, la alternancia entre años en que la mayoría de las lagunas tienen larga duración y otros en que la inundación solo dura unos pocos meses, favorece a todas las especies y contribuye a mantener una gran abundancia tanto de sapos de espuelas como corredores. La dinámica de este sistema de lagunas es lo que garantiza la conservación de las comunidades que lleva asociadas: anfibios, zooplancton, coleópteros, libélulas, plantas acuáticas, etc. En el sistema de lagunas de Doñana se han descrito más de 200 especies de plantas, 80 microcrustáceos y rotíferos, ocho grandes branquiópodos, más de 120 taxones de macroinvertebrados, 11 de las 13 especies de anfibios descritas en Andalucía occidental, dos especies de culebras de agua y las dos únicas especies de galápagos de la península ibérica.
Entre la multitud de lagunas de Doñana, destaca un rosario de grandes lagunas que se sitúa en el límite entre las dunas móviles y las arenas estabilizadas. Son las lagunas peridunares: las de mayores dimensiones y mayor hidroperiodo. Entre ellas se encuentra la laguna de Santa Olalla, la mayor y más profunda del parque, que hasta ahora se consideraba de carácter permanente, al mantenerse inundada todo el año. En ella, se podían encontrar especies estrictamente acuáticas, como los peces, que no sobreviven en las lagunas temporales. Otras grandes lagunas, como la del Sopetón o la laguna Dulce también se consideraban semipermanentes, aunque se han llegado a secar en años muy secos.
Las lagunas permanentes son escasas en Doñana, pero tienen un papel muy importante para mantener la diversidad del sistema, al funcionar como refugio estival para muchas de las especies dispersantes que se desarrollan en las lagunas temporales, a las que acuden cuando el resto de las lagunas se van secando. Además, esta mayor permanencia del agua amplía la biodiversidad del área, al acoger también especies estrictamente acuáticas, como las espigas de agua, plantas que cubren con sus hojas flotantes la lámina superficial de medios acuáticos que se mantienen inundados todo el año.
El magnífico sistema de lagunas que teníamos en Doñana, tiene actualmente serios problemas de conservación. La mayor amenaza que puede imaginarse para un sistema de lagunas es su desecación, y esto es lo que actualmente se afronta en Doñana. La inundación de las lagunas se debe al afloramiento de las aguas del acuífero sobre el que se encuentran. Son realmente puntos en los que, al rellenarse el acuífero con las lluvias, se eleva el nivel freático por encima de la superficie del terreno. No se llenan directamente por las lluvias que caen, sino por la elevación de las aguas que se almacenan en el acuífero. El ciclo de inundación de las lagunas depende de la conservación de los niveles adecuados del acuífero.
El acuífero de Doñana tiene una gran extensión (2500 km2 aprox.), mayor que la del área protegida. En los alrededores del parque, en las últimas décadas, ha habido grandes transformaciones que llevan asociadas grandes extracciones de aguas del acuífero: por una parte, ha proliferado el cultivo de fresas y otras bayas, que se riegan con aguas subterráneas que se extraen directamente del acuífero. Esto ha ocasionado un gradual descenso de los niveles de agua del acuífero (más de 15-20 m en algunas zonas), que actualmente ha sido ya reconocido como sobreexplotado, al clasificarse las masas de agua situadas en la zona norte oficialmente “en riesgo”. También se producen extracciones de aguas subterráneas para el abastecimiento de poblaciones situadas en las proximidades del parque, ocasionando grandes conos de depresión en el acuífero alrededor de los pozos que se utilizan para extraer el agua. En particular, el desarrollo de una urbanización junto al parque –Matalascañas– ha tenido un impacto muy severo sobre las principales lagunas de Doñana. Sus pozos de abastecimiento están situados a menos de 1 km de algunas de las grandes lagunas, y son la causa directa de la desecación de las más próximas. De hecho, algunas llevan más de 20 años sin inundarse y sus cubetas están colonizadas por vegetación arbustiva o arbórea que evidencia la falta prolongada de agua.
En un paisaje tan cambiante como es Doñana, donde se pasa de momentos en que “todo” está inundado a momentos en que “todo” está seco, es muy difícil evidenciar la existencia de problemas. Esta variabilidad ha enmascarado los problemas que sufre el sistema desde hace décadas. Desde 1988, existen informes de expertos y estudios científicos que están advirtiendo sobre la necesidad de reducir las extracciones de aguas subterráneas, ya que podrían causar la reducción del periodo de inundación de las lagunas e incluso su desecación. Sin embargo, no ha habido hasta ahora una solución definitiva a estos problemas, sino que, por el contrario, se ha permitido el aumento de la superficie cultivada, y el de ocupación estival de la urbanización costera, sin que se regulen las extracciones de aguas subterráneas, ni siquiera en años en los que las lagunas permanentes llegan a secarse.
La conservación de las lagunas de Doñana depende de las aguas almacenadas en el acuífero, y estas de las precipitaciones recogidas. Por ello, resulta incomprensible que en un escenario climático donde se observa desde hace lustros una disminución de las precipitaciones, la superficie de cultivo intensivo alrededor de Doñana se haya incrementado notablemente. A todos estos factores locales se suman las tendencias de aumento de temperatura y cambios en el régimen de precipitaciones asociados al cambio climático. Estos constituyen un problema adicional que opera a mayor escala y que lógicamente está también afectando a la dinámica de inundación de las lagunas, pero no debe utilizarse como una excusa para justificar el deterioro del sistema. El cambio climático intensifica los efectos negativos que producen las extracciones de aguas subterráneas y acelera el deterioro. La conservación del sistema de lagunas de Doñana requiere la urgente regulación y control riguroso de las extracciones de aguas subterráneas del acuífero que lo sustenta.
La afección de las lagunas temporales no se evidencia fácil ni rápidamente. La regresión o desaparición de una o más especies no se observa de un año para otro. De ello se han beneficiado los intereses económicos locales, justificando, con la necesidad de hacer más estudios, el retraso en la decisión de tomar medidas para solucionar el deterioro del sistema de lagunas de Doñana. Pero han pasado ya muchos años desde que se produjeron las primeras advertencias, y el deterioro ya no se puede esconder. Los descensos de los niveles de aguas subterráneas en las últimas décadas han ocasionado la ausencia de inundación de muchas de las lagunas, especialmente en la zona noroeste del parque. En sus antiguas cubetas, ya no observamos plantas acuáticas, sino que en su lugar encontramos un denso matorral terrestre, con jaguarzos, zarzas, tarajes, e incluso bosquetes de pinos en el interior. Después de años advirtiendo que había que controlar y reducir las extracciones de aguas subterráneas del acuífero de Doñana, ahora sí podemos evidenciar que estamos perdiendo el sistema de lagunas de Doñana. ¡Hasta se ha llegado a secar completamente la única laguna, Santa Olalla, que quedaba con carácter permanente! Esperemos que tal situación sirva para activar soluciones concretas, en vez de dejar pasar el tiempo esperando que venga la lluvia, lo que llevaría a decretar la pérdida definitiva de las lagunas de Doñana y de su impresionante biodiversidad.
*También firman este artículo: Rocío Fernández Zamudio (Estación Biológica de Doñana-CSIC), Margarita Florencio (Universidad Autónoma de Madrid ), Pablo García Murillo (Universidad de Sevilla), Arturo Sousa (Universidad de Sevilla), David Aragonés (Estación Biológica de Doñana-CSIC ), Miguel de Felipe (Estación Biológica de Doñana-CSIC ), Patricia Siljestrom (Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla-CSIC) y Laura Serrano (Universidad de Sevilla).
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