Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Sánchez trata de encajar el escándalo Ábalos seguro de que está perimetrado
La españolada de Juan Carlos I y Bárbara Rey que encierra un thriller político
OPINIÓN | Huérfanos, por Enric González

Contra Trump y con el Brexit quizás vivamos mejor

Domingo Jiménez Beltrán

Presidente de la Fundación Renovables —

Espero no descubrir nada si empiezo afirmando que la principal ventaja de Estados Unidos, que no es otra que su capacidad para llegar antes, para ser el primero —“the first”—, ha sido porque siempre decidía donde había que estar. Desde la Segunda Guerra Mundial ellos han determinado donde teníamos que estar todos: ya sea en armamento y tecnología nuclear, en petróleo-petroquímica-automóviles, en Internet y TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), en la industria del cine o en estilos de vida como la comida rápida-basura, las bebidas de cola, ... y todo lo que podamos imaginar.

Quizás la excepción han sido las industrias del “buen vivir” y del lujo, vinos y comida gourmet, moda, diseño, cosmética... en las que la vieja Europa ha seguido decidiendo y liderando. También es excepción otro ámbito que viene a cuento al hablar de energía: me refiero a toda la industria de las renovables porque, como ya sentenciaba The Economist en 2006, la Unión Europea ha conseguido una ventaja significativa —“a competitive edge”— simplemente por haber roto la “condicionalidad” de EEUU y haber firmado en su día, aún sin ellos, el Protocolo de Kioto.

Con esa firma Europa decidió que había que entrar en el prometedor sector de las renovables como escenario inexorable de futuro, reconocido más tarde, en abril de 2010, por el propio Obama, como el sector que capacitaría al país que lo desarrollara para liderar el Siglo XXI y que permitió —y permite— una presencia dominante en EEUU de la industria europea, incluida la española (a pesar de no vender una escoba en casa).

El Presidente Trump, al declarar su intención de salir del Acuerdo de París, de relajar las, según él, sinsentido normas ambientales para promover otra vez el carbón, relanzar los oleoductos … y, en general, las energías fósiles y nuclear, intenta una vez más decidir dónde hay que estar y así conseguir su “America first”, aunque esta vez condenando a EEUU a llegar primero, sí, pero donde no hay que estar.

Desde la UE no debíamos disputarle este privilegio y aspirar simplemente a estar en el futuro inexorable de la energía sostenible, descarbonizada, desnuclearizada y basada en la eficiencia y las renovables, es decir, aspirar simplemente a ser los mejores —“simply the best”— y con ello también a decidir y llegar primero, aunque donde hay que estar.

Esta apuesta de futuro ya lanzada por la UE con el proyecto de “Unión Energética” del Presidente Juncker solo tiene una limitación, la falta de ambición como ha mostrado la Fundación Renovables en sus propuestas. Falta de ambición por estar siempre atemperada por la condición de que otros países industrializados —EEUU en particular— le sigan en objetivos más ambiciosos. Falta de ambición porque se teme el –demostrado como falso— factor de competitividad asociado a mayores exigencias ambientales, como ahora esgrime equivocadamente Trump. Falta de ambición porque la limitan los Estados miembros de la UE que verían en la Unión Energética un paso más en la comunitarización de las políticas europeas, o en el “más Europa”; sí, porque todo apunta a que la energía convertida en una verdadera Política Común (con más razones que la agrícola (PAC), que sin duda ha sido una señal de identidad de la UE) podría ser una de las claves para reforzar y relanzar a la Unión Europea.

El Reino Unido, por su parte, ha sido un freno a la comunitarización de las políticas de la UE, en particular las sociales, laborales, económicas, fiscales …, en las que ha impuesto de facto una Europa de dos velocidades “reactiva”, ya que el peso de los británicos hacía que el grupo de países “más lentos” de la UE fueran los que imponían el ritmo. En general, ha sido un freno a “más Europa”, como queda patente también en el caso energético, con su firme oposición, por una parte, a objetivos vinculantes, sobre todo en materia de participación de las renovables en el mix energético (defensa a ultranza del principio de neutralidad tecnológica, que permitiría alternativamente la tecnología nuclear para reducir emisiones aunque no respete el principio de sostenibilidad), y, por otra, su desacuerdo con los impuestos energéticos comunitarios (que requieren unanimidad) propuestos por la Comisión y que son elementos clave para una Unión Energética ambiciosa.

En este contexto la confluencia de Trump y el Brexit podría convertirse en una oportunidad clara para avanzar en la integración Europea, como se ha planteado ya en la Cumbre de Versalles del 6 de marzo, incluyendo mas políticas comunes en materia de seguridad, defensa y economía (¡el Presidente Rajoy se ha desperezado hablando incluso de un Presupuesto Común!) y propugnando, esta vez, una UE de dos velocidades pero “proactiva”, en la que sean los más pro europeos los que impongan el ritmo al no estar ya el Reino Unido en el furgón de cola.

Este contexto de revitalización del sueño europeo auspiciado por la Cumbre de Versalles para avanzar en lo que Manuel Castell calificó como el primer Estado Red, es el marco ideal para reivindicar una Unión Energética ambiciosa como uno de los vectores de cambio, que permita a la UE, y a sus Estados miembros, abordar una transición energética con ventajas de todo orden: socioeconómicas, ambientales, en innovación, en competitividad … y clave para reforzar el proyecto europeo y “renovarse con las renovables” como se propone desde la Fundación Renovables.

La respuesta la tendremos, en lo que se refiere concretamente a la energía, en el resultado del debate en el Parlamento Europeo y en el Consejo del llamado Paquete de Invierno propuesto por la Comisión que incluye propuestas legislativas para conformar la Unión Energética y que por el momento y en su actual redacción confirma esta falta de ambición.

Para España, que en estos momentos solo puede contar con el empuje de la UE para salir de la desgobernada y desnortada política energética del Gobierno actual, una Unión Energética ambiciosa parece la única esperanza para no perder el tren del futuro mientras la oposición, orientada al cambio, no se ponga las pilas y ejerza su mayoría en el Congreso de los Diputados.

Etiquetas
stats