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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Tumbas españolas a las afueras de Dresde

Militante de IU Berlín
Tumba en el cementerio de Dresde

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Nos encontramos en Dresde, capital de Sajonia, en lo que antes fue la República Democrática Alemana. Saliendo por el norte de la ciudad, ya donde se acaban las casas, pasamos por debajo de una autovía y a la izquierda se encuentra el Heidefriedhof, uno de los cementerios con los que cuenta el municipio. Entramos y nos encontramos un típico cementerio alemán, con un paseo central amplio y tupido arbolado a los laterales salpicado de lápidas.

Tras caminar unas decenas de metros por el paseo central, se alza un obelisco con las iniciales de la Fédération Internationale des Résistants (FIR), formando un pebetero del que se alzan unas llamas. Abajo, una placa con un texto en letras bien visibles: “Zum Höchsten der Menschheit emporgestrebt” (Habiendo aspirado a lo más elevado de la Humanidad). Desde este memorial, girando a la derecha, arranca un conjunto monumental con una rotonda y dos paseos que honra a la lucha contra el fascismo y recuerda los horrores de la guerra, una oda a la paz y al antimilitarismo.

En un ala del conjunto, el más próximo al obelisco de la FIR, se encuentran las tumbas colectivas de combatientes antifascistas. Se mezclan nombres en distintos idiomas, la mayoría alemanes, pero también encontramos otros como el de Ángel Álvarez, Santiago Zamuz, Policarpo García-Suárez, Domingo Villanueva o Julio Aristizábal. ¿Qué hacen allí estos nombres grabados? Seguimos las huellas de la Operación Bolero-Paprika.

El 7 de septiembre de 1950, las Compañías Republicanas de Seguridad (CRS) francesas, un cuerpo especial de la Policía, entran en las casas de decenas de comunistas españoles y del Este de Europa residentes en Francia. Empieza así la Operación Bolero-Paprika. Acusados de perturbar el orden público o de ser quintacolumnistas de la República Francesa, son expulsados del país. Un pacto entre EEUU, Francia y la España franquista en plena Guerra Fría mandó así a un segundo exilio a muchos republicanos y republicanas que habían combatido al fascismo en España y en Francia, contra Franco y contra Hitler.

Un grupo de unas 30 personas llegó el 10 de septiembre a la frontera de la República Democrática Alemana (RDA), donde comenzaron una nueva vida que arranca en Schleiz y Malchow, pero que conduciría a la mayoría a Dresde y a Berlín. Es en la capital sajona, en marzo de 1951, donde dejaron sus autobiografías recogidas para las autoridades locales, ahora recopiladas en un libro titulado Y el año que viene - ¡En España!, editado por Margarita Banqué. Nacida en 1949 en Francia, fue hija de Bautista Banqué, uno de los 30 primeros expulsados. En este libro, Ángel Álvarez nos cuenta que fue candidato a diputado por Asturias del PCE en 1933 y luego en 1936; también que en la RDA se le concedió un 70% de incapacidad y que los médicos atendieron sus dolencias de vértebras y corazón. A Policarpo García, peletero natural de Madrid y posteriormente guerrillero en la Resistencia interior en Francia, la RDA le dio trabajo en la fábrica de productos de hierro Sanar Eisenwerk, en Cossebaude (Dresde).

Uno tras uno nos cuentan ampliamente sus vidas: militancia en sindicatos y partidos, sus profesiones, la guerra en España y los frentes en los que lucharon, cargos y tareas que desempeñaron para sus organizaciones tanto en España como en el exilio, sus internamientos en campos de concentración en Francia, su lucha contra Hitler en la Resistencia interior francesa y todos, finalmente, su detención y deportación a la RDA. Son unas vidas plagadas de idas y venidas, de dobles exilios, que finalmente encuentran una casa para la familia, un trabajo para hombres y mujeres, sanidad y educación “al otro lado del muro”, allí donde sus vivencias se olvidaron durante décadas de una historiografía oficial que silenciaba a quienes eran comunistas y oscurecía todo aquello de lo que pasaba “en el Este”.

Nos vamos de Dresde a Berlín, al distrito de Treptow-Köpenick, al sudeste de la capital alemana. Allí, entre la autovía 96a, las vías del S-Bahn, el río Spree y el canal de Britz, se encuentra el cementerio de Baumschulenweg. Tiene una doble estructura, partida en dos por la Kiefholzstrasse. A un lado se encuentra el crematorio y varios conjuntos de tumbas, la parte antigua, cuya planificación data de 1911 y que contiene páginas negras de la historia como la incineración de 2.300 prisioneros y prisioneras del Campo de Concentración de Sachsenhausen en Oranienburg, al norte de Berlín. Del otro lado se encuentra la parte nueva, planificada y construida entre 1936 y 1939. Allí se erigió en 1981 un conjunto de granito y bronce de Gerd Thieme en honor a los luchadores contra el fascismo y combatientes del socialismo. A sus pies, varias hileras de tumbas contienen los restos de estas personas.

Encontramos aquí a Carmen Carrasco (nacida Carmen Ansorena), Antonio Carrasco, Francisco Rodríguez, Adela Lafuente (nacida Adela Fernández) y Manuel Lafuente. Este último, nacido en 1936, fue deportado con sus hijos Manuel y Fernando a la RDA. Fernando Lafuente sigue viviendo a día de hoy en Berlín. Junto a Margarita Bremer (nacida Margarita Banqué), editora del libro Y el año que viene, - ¡En España!, contaron su historia para la radio alemana SWR. Por su parte, Francisco Rodríguez nos cuenta en su autobiografía cómo decidió casarse por segunda vez en Francia después “de larga y profunda meditación”. Las autobiografías no son solo un recuento de méritos profesionales, sindicales y políticos, también nos relatan anécdotas personales como esta, a veces incluso con sentido del humor, en un registro que nos recuerda que no son meros nombres, sino personas de carne y hueso con sus historias personales.

Entre las tumbas de Baumschulenweg no se encuentra ya la tumba de una de las personas expulsadas durante la Operación Bolero-Paprika más conocidas: Elisa Úriz Pi (1893-1979). Pedagoga y maestra revolucionaria, luchadora feminista y defensora de los derechos de la infancia a nivel internacional, Elisa recibió la orden de expulsión meses más tarde de las primeras deportaciones y llegó a la RDA con un salvoconducto. Tras una consulta a Sabine Gansauge, responsable de memoriales del cementerio, la tumba de Elisa Úriz, la nº 502, fue removida en 2002. Tres tumbas más allá, en la nº 499, queda sin embargo la tumba del reconocido arquitecto vanguardista Manuel Sánchez Arcas, junto a las de María Krùs-Lobes y Celestino Uriarte, quien fue dirigente del PCE y del PCOE. Estos últimos llegaron años más tarde a la RDA, ya fuera del contexto de la Bolero-Paprika.

¿Por qué Elisa Úriz Pi no está enterrada con el resto de combatientes antifascistas de la operación? La causa más probable es porque su fallecimiento tuvo lugar en 1970, antes de que se erigiera el memorial en 1981. Las fechas de defunción del resto españoles y españolas que allí se encuentran son todas posteriores, salvo la de Manuel Lafuente, que murió también en 1970. En su caso podemos pensar que los restos fueron trasladados a este lugar en 1983, cuando falleció su mujer Adela Lafuente.

Nos damos media vuelta, dejamos atrás el cementerio de Baumshulenweg y cambiamos de distrito a Lichtenberg. Cerca de la estación homónima, a la izquierda de la kilométrica Frankfurter Allee y caminando en dirección este, se encuentra el Zentralfriedhof Friedrichsfelde, un cementerio insigne de la ciudad por acoger los restos de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Franz Mehring o Ernst Thälmann, entre otros, en el Memorial de los y las Socialistas.

Adentrándonos más en el cementerio, entre arboledas y lápidas, despunta una estela de ladrillos con un triángulo rojo invertido. Nos marca el inicio de las hileras de tumbas que contienen a las víctimas y personas perseguidas por el régimen nazi (dentro o fuera de Alemania), así como a quienes lucharon en la Resistencia. Allí nos encontramos con una lápida rodeada de vegetación cuidada que recoge los nombres de Bautista Banqué y Teresa Banqué (nacida Teresa Doz), nombres perfectamente legibles a pesar del paso del tiempo gracias a la labor de mantenimiento y limpieza que hace fundamentalmente la asociación VVN-BdA (Unión de Perseguidos y Perseguidas del Nazismo – Federación de Antifascistas, en sus siglas en alemán). Bautista y Teresa son los padres de la editora de las autobiografías, Margarita, que sigue viviendo en Berlín con el apellido Bremer. Son las únicas víctimas de la Operación Bolero-Paprika que se encuentran aquí, aunque no las únicas personas exiliadas. Unas filas más al fondo encontramos bajo un árbol la lápida de Josep Renau y Manuela Ballester, insignes muralistas, cartelistas y pintores comunistas, entre otras dedicaciones. También aquí se hallaban los restos de Josefa (Pepita) Úriz Pi, hermana de Elisa Úriz Pi y destacada pedagoga y dirigente de FETE-UGT, pero su tumba corrió el mismo destino que la de Elisa en Baumschulenweg.

Toda esta historia, como escribe Margarita en la portada de su libro de autobiografías, son “teselas” de la memoria histórica. Sus vidas son esas piedrecitas pequeñas que pasan una a una desapercibidas, pero que son en sí fundamentales, pues cada una compone el mosaico de la memoria de quienes combatieron al fascismo, a quienes la historia les pagó con tan injusto doble exilio por su militancia comunista. Son teselas que, como arqueólogos y narradores de la memoria, desenterramos con mimo para sacarlas a la luz; las juntamos una a una hasta tener el cuadro de un pasado que solo se pierde en el momento en el que dejamos de mencionarlo y que merece ser recordado. Solo conociendo nuestra historia podremos construir la Tercera República, aquella que probablemente muchos y muchas de las comunistas exiliadas en la RDA soñaron con ver antes de morir.

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