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Yo, AstraZeneca

Una dosis de la vacuna de Oxford-AstraZeneca contra la COVID-19.

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En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven

Maquiavelo. El Príncipe

Os extrañará que os escriba pero es que estoy un poco estupefacta por el revuelo que habéis organizado en torno a mi vacuna. Es como si de verdad pensarais que yo sola puedo vencerle un pulso a la Unión Europea y salir victoriosa de una batalla tan desigual. Os lo agradezco, pero es mentira. Cierto que ahora me puedo sentir pletórica, tengo 300 millones de dosis de una vacuna que os es imprescindible, pero no soy tan ingenua como para pensar que solo con eso llevo la baza ganadora.

¿Qué sentido tiene ganar esta pequeña batalla y perder mi guerra como empresa que no es sino subsistir el mayor tiempo posible siendo rentable?

Me da cierta ternura ver cómo os inflamáis. Y lo comprendo. A fin de cuentas soy tan europea como vosotros —con mis socios británicos, que digan lo que digan lo son o lo eran, y mis socios suecos y mi CEO francés y mis investigadores de Oxford— pero no alcanzo a entender cómo olvidáis que estoy sola en este pulso. ¿Habéis visto a Pzifer, Moderna, Novavax o tantos otros hacer conmigo comandita? Es cierto que mi vacuna es más fácil de transportar y de almacenar, más convencional y más barata. Hasta por eso deberíais entender que nuestras plantas extra europeas estén sirviendo ya a Argelia, Marruecos, Sudáfrica u otros territorios. ¿De qué os serviría vacunaros vosotros solos?

Pero, perdón, porque me disperso. Decía que agradezco que me veáis tan poderosa, la malvada farmacéutica, capaz de tumbar a los gobiernos, pero lo cierto es que no es así. No es posible. Si os piden que apostéis no lo hagáis a mi favor. Es posible que con la presión logre rascar algo —en precio o en fechas de entrega— pero no voy a ganar la guerra. Hay mucha literatura en torno a las farmacéuticas y es lógico, no lo niego, ahora bien, no hay que olvidar nunca que somos un sector y un mercado totalmente regulado. Dependemos de los gobiernos. Yo dependo de los gobiernos. El acceso a 446 millones de consumidores lo tiene la Agencia Europea del Medicamento. La necesito. ¿Cómo si no lograré venderos mis medicamentos oncológicos, la quetiapina para los ancianos con déficit cognitivo y los enfermos mentales o cualquier otra cosa que formule en el futuro, sea decisiva o sea un antidiarreico más? Me pueden laminar. Me pueden poner todas las pegas, los obstáculos, la burocracia que ellos saben poner. ¿No sería una locura pretender que una empresa puede vencer a un poder así?

No sé qué pasa por la cabeza de mi CEO pero, si pretende llevar hasta el final este pulso, es seguro que está haciendo el peor negocio que mis accionistas pueden desear. A fin de cuentas, Europa es tan vieja como una tortuga y guarda las afrentas en una memoria parecida. Una putada de este género nos podría suponer cortapisas durante el próximo cuarto de siglo.

No, estad tranquilos. Es seguro que esto se arregla más pronto que tarde. El dramatismo público es ahora parte de las estrategias de todos: políticos y empresas.

Aun así tengo que deciros que me habéis dejado estupefacta por vuestra ingenuidad.

He llegado a la conclusión de que de verdad la vida os ha sido tan cómoda y tan muelle que no contempláis la posibilidad de que las cosas se os tuerzan ¡a vosotros, oh, europeos desarrollados! Veo que estáis cansados de esto, y es humano pero absurdo, como lo es pensar que vencer un órdago de la naturaleza de este calibre es cuestión de meses y de que no os molesten y de que una vez conseguidas las vacunas todo va a ir como un reloj a la mayor gloria de vuestra prisa por volver a vivir como si nada.

¡Saldremos mejores! Os vendieron como lema. Todo debe ser empaquetado y expedido sin retardo. De verdad os creísteis que el mayor esfuerzo sanitario de la historia de la humanidad era un engranaje perfecto que iba a funcionar a vuestra mayor gloria, dejando a un lado todas las variables morales del alma humana. ¡Hay que estar lleno de eurocentrismo egótico y, perdonadme, de estulticia! Claro, todo os gusta empacado. Los viajes son empacados. La experiencia del mundo se expende. Ahora bien, la esencia y la experiencia del alma humana, lo inmutable, no se puede vender en grageas. Con gusto lo haría pero es imposible. Ese viaje por la esencia de lo humano conlleva tiempo y esfuerzo y conocimiento. El que lo ha hecho lo sabe y tiene por seguro que no habrá instante humano en el que el individualismo, la avaricia, el egoísmo, el poder y tantos otros vicios no convivan y compitan con el altruismo, la honradez, el desprendimiento y la bondad. Ahí tenéis a los sanitarios que curan y hasta arropan moribundos y, a la par, a los desaprensivos que se cuelan en la vacunación. Humanidad, pura humanidad.

Sois y queréis ser los primeros y llegar cuanto antes. No creáis que no lo entiendo. No voy a ser yo quien os lo impida. Ya lo veréis. Malo sería que una sola compañía pudiera vencer un pulso con 27 estados coordinados. Ahí está la constatación de que la unión hace la fuerza. Que no os vendan que esto pasa porque estos o los otros lo hicieron mal y mengano, por contra, bien. Estas cosas pasan. Es inevitable. La vida no va de culpables sino de problemas complejos que, a veces, hay que reconocer que ni siquiera se entienden y confiar en que nuestros representantes sepan lo que hacen. Es lo que hago yo, confiar en que mi CEO no se pase de frenada y me lleve al abismo. Es lo menos que podéis hacer vosotros.

Producir mi vacuna, producirlas todas, es un esfuerzo de titanes. Nunca pensamos en que tendríamos que hacerlo. No es culpa de nadie o es culpa de todos. Tampoco tenéis vuestros ejércitos preparados para guerras convencionales que creéis extintas. Espero que no os pase algún día lo mismo con eso o con el cambio climático y la muerte de vuestro hábitat. Velad porque no sabéis el día ni la hora y, os digo yo, ni aun velando podréis protegeros del todo.

Vais a ser vacunados. Con mi vacuna —que es un poco producto de la serendipia y una incógnita para los más mayores— barata y cómoda o con cualquiera de las decenas que en breve van a pulular o ya pululan.

No es ese vuestro mayor problema. Creedme. Sois vosotros mismos y vuestra forma de percibir la realidad.

Espero que pronto nos encontremos juntos con una jeringuilla al lado.

Un cordial saludo,

AstraZeneca

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