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Bea y las otras 999 mujeres asesinadas

Imagen de archivo de una manifestación en contra de la violencia machista

Agnès Marquès

A Beatriz Arroyo, quizá Bea en cariñoso, le ha tocado redondear el terrible marcador de las mujeres asesinadas en España por la violencia machista. Son mil ya desde 2003, desde que el marcador de la violencia machista empezó su tenebrosa andadura. Y quiero llamarla Bea, sin su permiso allí donde esté, para acercarme a ella, para no verla como un número atroz, porque cada muerte no es una más, sino una menos. Un cuerpo menos respirando, una sonrisa menos, una expectativa menos, una ilusión menos. Un futuro menos. Una menos. Beatriz Arroyo, 29 años. Para mí, Bea. Una amiga de alguien, una hija de alguien, una vecina de alguien, una clienta de alguien, una pareja de un malnacido. Bea y las 999.

Voy a hacer demagogia. Sí, y muy a gusto además. Así, sin reparo, anunciándolo, sin cortarme: ETA mató en 60 años de historia 853 personas. ¡Y cómo las lloramos! Porque entonces cada uno de ellos era también uno menos. Nunca fueron un número. Siempre fueron lo que tienen que ser los muertos: personas arrebatadas de su historia. Como ellas, Bea y las otras 999 mujeres muertas. Pero la violencia machista no tiene una banda organizada detrás, con su estructura y sus jefes, con sus comunicados detrás de un pasamontañas, con su serpiente, con sus zulos, con sus pisos francos. Tampoco cuenta con fondos reservados ni con el CNI. Pero mata más que ETA.

Y lo que es peor. Hasta ahora había un aparente consenso político de que había que hacer algo para combatir la violencia machista y gracias a ello hemos avanzado con tribunales específicos, unidades policiales especiales para la mujer, medidas de apoyo y órdenes de alejamiento, y un poco más de educación y cultura también. Todo ello mientras el marcador no cesaba su mortífera actualización y se estaba asumiendo, aunque algunos lo hicieran a regañadientes, que el machismo es violencia. Pero eso ya fue.

El marcador llega a mil (mil mujeres muertas) justo la semana en que se cierran los acuerdos postelectorales del 26 de mayo y del 28 de abril. Y los partidos gestionan sus cuotas de poder como pueden. Literal: como pueden. Literal: algunos, tan mal como pueden. Eso es, con Vox. Eso es con un partido que niega la violencia machista, que rompe el consenso, que se atreve a decir que Bea y las otras 999 mujeres muertas son fruto del azar, como un accidente de coche, como un pinchazo inoportuno. Que niega que en nuestra sociedad hay un barniz podrido, como un hongo resistente y letal, que es el machismo, que ampara que la mujer es del hombre, que la mujer es menos, que la mujer, bah. Bien guapa y bien dispuesta, y buena madre y delicada, y un ramo de flores cada semana, pero bah, que un poco exagerada, que el machismo no mata. En este país en que se mata poco, han muerto mil mujeres en dieciséis años. Bah. Mil asesinos de nada.

Y ojo, que el frío marcador que tristemente corona Bea recoge sólo las mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas. Quedan fuera los crímenes sexuales perpetrados por ajenos y las víctimas que no eran pareja del asesino, pero estaban en su entorno. Así que son muchas más. Y no tienen ni número.

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