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El búnker en el norte

Pablo Iglesias, cuando era vicepresidente del Gobierno, con Yolanda Díaz e Ione Belarra.

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Hay un Podemos con nostalgia de Podemos. Una cúpula de hierro que mira el pasado con la melancolía de un tiempo muy cercano donde jugaban con las enseñanzas de Juego de Tronos mientras avanzaban conquistando tableros. Un tiempo de añoranzas en el que tenían la fuerza de la aceptación ciudadana, el favor de los medios y la frescura de la novedad. Y ganaban. Un tiempo que pasó, que Pablo Iglesias comprendió que era solo bruma del tiempo, por eso se fue, porque hizo un diagnóstico correcto en el que su presencia como cabeza de lista ya solo servía para evitar la desaparición del partido y salvar los muebles en Madrid. El momento de época de victoria se esfumó y tocaba el de atrincherarse y señalar enemigos para mantener calientes los rescoldos y esperar un nuevo tiempo en el que viniera un viento propicio para reavivar la hoguera. Hay quien entiende la política solo como una lucha para conquistar el poder bajo la schmittiana lógica del amigo-enemigo como característica fundamental. Un fin en sí mismo, sin importar para qué se quiere ese poder y qué se pierde en esa lucha intestina por conseguirlo.

¿Qué es Podemos hoy? Podemos es hoy un búnker en el muro del norte donde se espera agazapado a la llegada de los otros. El Castillo Negro donde habita Lord Comandante con sus 400 hombres esperando a los caminantes blancos atrincherados aguardando la gran noche. Es un núcleo pequeño de decisión marcado por las relaciones personales y con un par de ministerios con los que proyectar sombra. Podemos no quiere esperar a las elecciones autonómicas y municipales de mayo para garantizarse unos puestos de salida en las listas para su núcleo duro porque aspira a que se le valore con la representación y el poder que tuvo, pero que ya no tiene. Los guardianes del muro lo saben, por eso presionan para que se les premie por lo que fueron y no con lo que en la actualidad representan. Pero la sombra es cada vez más menguante. Para entender a Pablo Iglesias no hay más que leer a Pablo Iglesias. Es un hombre listo, inteligente, también transparente. Muchas veces a pesar suyo. Está todo en sus libros, entrevistas e intervenciones, para él la ética es solo un accesorio del que desprenderse cuando se trata de hacer política y ganar el poder. No es una interpretación, lo ha dejado escrito. No hubiera logrado los éxitos incontestables que ha conseguido con Podemos actuando con la ética y la moral por delante. Ni él, ni nadie, tampoco muchos como Íñigo Errejón que perdieron en la disputa, es demasiado inocente pensar así. En el juego del poder solo funciona derrotar a tu adversario y la ética es un lastre. 

Lord Comandante ya no tiene espada con la que ajusticiar y la sombra que proyecta es cada vez más pequeña. En la interna durante mucho tiempo actuó como Cersei, con la lógica de quien tiene el poder duro, pero tras dejar la dirección y comprobar que la nombrada a dedo no iba a aceptar la tutela patriarcal desde fuera intentó jugar la carta de Lord Varys: “El poder reside donde los hombres creen que reside. Es un truco, una sombra en la pared. Y un hombre muy pequeño puede proyectar una sombra muy grande”. Ya ha perdido la capacidad de proyectar su sombra y usa el único poder fuerte que le queda, el de la coerción mediante el acoso digital, cada vez con menos predicamento. Quienes callaban por miedo ya le han visto el truco de perspectiva y los que temían sus diatribas disciplinantes y sus cacerías digitales se han dado cuenta de que es todo una ilusión, basta con mirar a otro lado para que el truco del poder se desvanezca. El consejo de Maquiavelo al que sustentase el poder era que había que ser amado a la vez que temido, pero cuando se perdiera el amor, o si hubiera que elegir, era preceptivo optar por ser temido: “Se presenta aquí la cuestión de saber si vale más ser temido que amado. Se responde que sería menester ser uno y otro juntamente; pero como es difícil serlo a un mismo tiempo, el partido más seguro es ser temido primero que amado, cuando se está en la necesidad de carecer de uno u otro de ambos beneficios”. Eso sí, para ser temido se necesita transmitir que se tiene poder. El poder no es solo apariencia, es sobre todo la fuerza de los cañones y la capacidad para repartir nóminas, y eso Iglesias ya lo ha perdido. Sobre todo porque empiezan las deserciones y el efecto contagio actúa como una cascada. Si empujas a tus tropas a una batalla suicida y dirimes todo en una lógica de lealtad y traidores es muy probable que muchos traspasen las líneas cuando vean acercarse la probabilidad de la derrota. Si pides a quien piensa igual que no se acerque es probable que se estreche tanto el espacio que se acaben yendo antes de tiempo quienes saben que pueden ser las próximas en ser señaladas.

Decía Pablo Iglesias que a los profetas desarmados solo les queda Gramsci. En eso está Podemos, en intentar crear un relato interno que vire el sentido común a sus intereses intentando transmitir que son los campeones de la participación interna pidiendo primarias abiertas y que son los otros, los que están más allá del muro, los que se niegan a concedérselas. El italiano quedaría enmudecido cuando la materia con la que trabajas para crear una sombra amplia de poder trata de explicar al electorado progresista que estás poniendo palos en las ruedas a la candidata que elegiste a dedo, sin acudir a los órganos democráticos del partido, sin primarias y sin preguntar a Yolanda Díaz, y ahora exiges para ir al acto de anuncio de la candidata que nombraste un proceso de primarias que no cumpliste. No importa que Pablo Iglesias asegurara en una entrevista que cometió un error nombrando a dedo a Yolanda Díaz sin respetar los procesos de participación democrática, porque los encastillados en el búnker del norte pueden defender una cosa y la contraria con vehemencia mientras insultan, desprecian y acusan de traidores a todos aquellos que siempre han mantenido las mismas posiciones. Las posturas veletas de Podemos tienen la capacidad de lograr las loas y hurras de los pocos que les quedan sin que haya ningún tipo de sanción crítica.

La realidad sobre la estrategia de Lord Comandante no se quiere aceptar y pocos se atreven a decirla. El análisis de la situación que se ha hecho en el clan del norte y que alimenta el conflicto interno en la izquierda nace de un cálculo personal. En el Castillo Negro han leído que la ventana de oportunidad se tapió, es época de repliegue y toca atrincherarse, jugar las cartas más duras en los temas ideológicos sobre los que pasaban de puntillas cuando estaba dentro del Gobierno y mover de esa manera la silla a quien se nombró como sucesora. El objetivo es inconfesable, nunca podrán reconocerlo, pero en esa línea trabajan. Se trata de hacer perder a Yolanda Díaz si no se controla el partido. Un proyecto de izquierdas, político y empresarial solo podrá reconstituirse ejerciendo como contrapoder, como alternativa a un gobierno de derechas y extrema derecha. Si llega el fascismo, mejor. Es un cálculo inteligente, egoísta e irresponsable, pero inteligente, tiene razón quien piense que un gobierno a la italiana favorece esos intereses comerciales. No importa que eso provoque mucho sufrimiento en las clases populares ni en los colectivos vulnerables, que afecte de manera sustancial a las vidas de quien necesita la política como instrumento para hacer más soportable la vida. El poder es un juego, para algunos siempre se ha tratado de un juego en el que cuando acaban la partida cierran el tablero y siguen con sus vidas.

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