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La camisa de cuadros de Michael Landon

Pedro Sánchez, en la presentación de su libro 'Tierra firme', con el moderador del evento, Jorge Javier Vázquez.

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Ahora ya no hay mucha gente que se llame Presentación. Esto es porque solo se presentan libros, pero antiguamente se presentaban personas. Desde los frescos de Giotto (presentación de María), hasta los cuadros de Rembrandt (Jesús, recién nacido, en el templo), el mundo estaba lleno de presentaciones. Hoy, nos tenemos que conformar con la presentación de los libros de Pedro Sánchez, que para eso es presidente de Gobierno.

Hasta hace poco, un libro se presentaba con la idea, aunque fuese secundaria, de ponerlo en circulación. En los tiempos bíblicos, con las personas también era así, primero las presentaban y, a partir de ahí, empezaba su vida. Actualmente, con los libros sucede todo lo contrario. Una vez presentado un libro, ya se lo da por amortizado y no hay necesidad de leerlo. Por tal razón, estos días se ha escrito tanto sobre la presentación del libro de Sánchez y tan poco sobre el libro en sí.

La vi por YouTube, la presentación, aquella misma noche, y me dio la impresión de que tampoco se había leído el libro la mitad de los que intervenían en el acto. En realidad, creo que solo se lo debió mirar, de algún modo, Ángeles Caballero; por lo menos parecía saber de qué iba, en tanto que libro. ¿A qué fue el otro presentador, Jorge Javier Vázquez? A salir por la tele, que es su trabajo.

Como editor, el presidente del Grupo Planeta y Atresmedia, José Creuheras, está dispensado de ese sacrificio de lectura. Es igual que el ejemplo del cura que decía haced lo que yo digo, y no lo que yo hago, lo cual traducido en libro significa leed lo que edito y no lo que leo. Y hace bien en aconsejarlo, porque los jefes solo leen informes. ¿Se leyó su propio libro Pedro Sánchez? Puede que hasta la página 80 (tiene 380), que es la parte donde él sale más. El resto también son informes.

Lo mismo que, tras el confín de un barrio pobre, se extiende otro barrio más pobre, detrás de un negro literario hay un colectivo de negros a los que ni se nombra, y ni falta que hace porque les da lo mismo. ¿Qué parte de 'Tierra firme (ed. Península, 2023)', pudo escribir Irene Lozano? La normal, más alguna frase de color que fuese añadiendo en los capítulos raros. En eso, el libro es igual que el de Tezanos ('Pedro Sánchez. Había partido: de las primarias a la Moncloa', ed. Catarata, 2022). Ambos libros empiezan cargados de rasgos de humanidad y, antes de llegar a la mitad, se convierten un cúmulo de notificaciones. Si los editores se leyeran los libros que publican, se darían cuenta de que ahora la gente hace los que ellos hacen y no lo que ellos dicen. Pero, entonces, los editores no estarían haciendo lo que quieren decirnos que hacen. ¡Qué lío!

La tierra firme que da título al libro de Pedro Sánchez es, en este momento, su gran proyecto político. Lo repite muchas veces en sus páginas. Se refiere a una Europa futura, donde no se ha renunciado a la socialdemocracia, y donde España se integra, al fin, plenamente y actúa de una manera significativa. Esta es la tierra firme que nos espera, y ahora nos encontramos en plena navegación rumbo a esa Europa más cohesionada y mejor.

La pandemia ha representado el cruce de la región marina de la tinieblas. Afrontar el coronavirus ha puesto a prueba a Europa (sus valores y sus capacidades), y el Viejo Continente ha salido, otra vez, adelante. A eso está dedicada la primera de las cuatro partes del libro. En este viaje, en esta singladura, como decía mi alcalde de entonces cada vez que empezaba el curso político: “una nueva singladura...”, España navega con los vientos de la transformación energética y de la transformación digital. Ambos constituyen una nueva transición, que es la que vivimos. Transición y constituir (de constitución) son dos palabras que en nuestro país van a estar siempre ligadas, y una reforma a la otra, y viceversa. Esto también se trata en el libro.

Feminismo, ecologismo, políticas socialdemócratas, justicia social, europeísmo y las relaciones internacionales de la Unión Europa (y de España) con la Rusia de Putin y con la China vecina de esta Rusia son algunos de los temas principales que Pedro Sánchez aborda en los capítulos siguientes. Lo hace desde un punto de vista personal, es decir, en primera persona, pues la misión del libro es destacar a Pedro Sánchez como presidente de Gobierno y proyectarlo así internacionalmente. Está escrito en una primera persona presidencial, muchas veces, más primera y presidencial que persona. No son unas confesiones, unas memorias, un diario, un ejercicio de reflexión, sino la exposición de un trayecto político y, también, de un plan de futuro.

¿A quién está dirigido el libro? Diría que a la militancia. No es una epístola de Pedro a los cristianos repartidos por el orbe. Es la declaración del jefe de la pandilla. Está animando a los suyos a que no desfallezcan, está explicándoles qué ha hecho, qué quiere hacer, a dónde van a ir como partido, a dónde vamos como sociedad, y por qué hizo algunas de las cosas que ha hecho (pero no todas). Se detiene con detalle en el porqué de su adelanto de las elecciones generales tras el chasco de las municipales. A su imposible relación con el Partido Popular, y en concreto con Núñez Feijóo, también dedica algunos párrafos. Pedro Sánchez repite una y otra vez que convocó rápidamente las elecciones del 23-J porque quería “clarificar la situación”. Es un jugador (también repite en estas páginas la frase “yo me la juego”), y clarificar la situación era dejar claro que iba a seguir mandando él. Y se la jugó. Como jugador, ¿a qué ha jugado Pedro Sánchez? A baloncesto cuando formó parte de la cantera del Estudiantes. Dos cosas le caracterizan políticamente como jugador de baloncesto: su control de los tiempos rápidos y el afán por los triples.

Basta con contemplar las portadas de los tres libros canónicos publicados sobre Pedro Sánchez, para captar lo que se propone en cada uno de ellos. En el de Tezanos, Sánchez sale con una camisa de cuadros como las de Michael Landon en 'La casa de la pradera'; en 'Manual de resistencia' (firmado por Pedro Sánchez, ed. Península, 2019), aparece con camisa blanca como la del poema de Blas de Otero, quizá por eso está de frente (Blas de Otero escribía de frente, esto también se ve en Ridruejo; en Celaya y en Alberti, la frente acaba perdiéndose), quizá resistir sea el único modo de ganar en España, y en 'Tierra firme' ya no mira al lector, sino que mira a lo lejos (como decía el filósofo Alain, pero sin su lejanía), y viste de azul europeo.

De los catorce ministros que asistieron a la presentación, unos cuantos saben lo que significa la camisa de Michael Landon. Mucha tele en mesa de formica. Al igual que los padres del ministro de la Presidencia y de Justicia, Félix Bolaños, el abuelo de Pedro Sánchez tuvo que emigrar a Alemania en busca de prosperidad. Félix Bolaños se crio en Móstoles; José Manuel Albares, ministro de Exteriores, se crio en Usera; Pedro Sánchez, presidente de Gobierno, se crio entre Aluche y Campamento. Al socialismo tipográfico de Pablo Iglesias le sucedió (tras pasar una guerra y una larga dictadura), el socialismo televisivo y directo de González y Guerra. Significó toda una ruptura. Trajo otra sensibilidad. Inauguró otra época. Ahora ha venido un socialismo de gente que ha hecho deporte en pabellones municipales de ayuntamientos democráticos, que ha estudiado en bibliotecas públicas y que ha quedado con los amigos en plazas donde unos chavales bailaban break dance con chándal de mercadillo. También es otra ruptura. Otra política. Otra clase. Empollones de barrio y socialismo con Internet.

Por eso había en la presentación del libro un guerrillero emboscado. Tan emboscado, que solo lo sabía él, pero se le olvidó. La tierra firme de Jorge Javier Vázquez, sin embargo, está en otro continente tan hundido como la Atlántida. Criado, en los años ochenta, en uno de los sitios más duros de Badalona, Jorge Javier Vázquez reunía dos de las cosas peor vistas en un lugar así: era gay y le gustaba leer. Estudió filología y trabajó de reponedor en un Pryca. Quiso una pluma de literato para contar su mundo, y le pusieron una Meto en la mano para escribir precios. Juró vengarse. Toda la televisión que ha hecho es su venganza: terrorismo cultural con bombas de basura. Le salió tan bien, que nadie se ha dado cuenta de que lo suyo ha sido activismo. Sólo lo ha notado él. El otro día, en el Círculo de Bellas Artes, se conformó con hacer gracia. Había comprendido que su revolución la han ganado otros. Poco más puede hacer un perdedor ante el poder.

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