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Un castillo forjado en hierro

Archivo - El secretario general del PCE y exsecretario de Estado de Agenda 2030, Enrique Santiago, interviene en el seminario sobre el Acuerdo de Paz en Guatemala, en el Anfiteatro Gabriela Mistral de Casa América, a 13 de diciembre de 2021, en Madrid,
23 de julio de 2022 22:44 h

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Encastillarse es humano. Huir con los tuyos a la estancia más escondida y resistir hasta que el temporal amaine. Esa es la estrategia más conocida de quienes en un pasado reciente tuvieron capacidad ofensiva pero se han quedado aislados, como un reducto huidizo y conspiranoico que solo es capaz de resistir acorralado. Todos son enemigos y cada vez el círculo de confianza se estrecha más. Cuando una oligarquía partidista identifica que el ciclo político es de repliegue tras uno de extensión y acción, solo queda asistir a ver cómo consolidan y atrincheran el espacio propio abandonando a los que fueron compañeros de camino de manera coyuntural. Nos sumergimos en un invierno desolador para las opciones transformadoras de izquierdas y quienes han hecho ese análisis de fin de ciclo solo esperan resistir a las inclemencias dejando fuera del refugio a aquellos en los que menos confían para pasar lo más crudo con posibilidades para sobrevivir. No es nada personal, es solo política. 

El sociólogo alemán Robert Michels enunció a principios del siglo XX la ley de hierro de las oligarquías. Michels explicaba cómo las reglas de la política conllevan de manera ineludible al gobierno de las estructuras internas de los partidos por parte de una minoría. La ley enunciada por Michels, que acabaría abrazado al fascismo, resume los procesos vividos en la política española en general y de la izquierda en particular. La ley de hierro de las oligarquías explica de manera detallada cómo una estructura que en un principio podría servir como instrumento para una mayoría social acaba por volverse conservadora hasta transformarse en una estructura que solo mira por su pervivencia como único objetivo. El partido termina siendo un fin en sí mismo, dejando de lado los viejos anhelos de transformación. Las organizaciones políticas, más aún en tiempo de repliegue, se acaban convirtiendo en un monopolio interno de poder que busca la propia supervivencia.  

Amanda Meyer escribió tras la destitución de Enrique Santiago un mensaje citando a Antonio Gramsci que puede ser vinculado de manera rotunda con uno de los principios rectores que explican la ley enunciada por Michels; el de la burocratización: “La burocracia es la fuerza conservadora más peligrosa si se independiza de las masas”. El mensaje lo acompañaba de una fotografía junto a Enrique Santiago con el logo del PCE detrás. Una imagen de las dos últimas personas cesadas por Podemos en el Gobierno, tras la coalición fallida de Andalucía, que explicaría por sí sola la teoría de Robert Michels. 

La burocratización de una intelectualidad que opera como minoría en las organizaciones se produce de manera ineludible gracias a la escasa participación política interna de la militancia y su escasa cultura política. Se podría decir que esa oligarquía ha buscado de manera intencionada una masa crítica nula en la organización como paso previo para su control. Impedir que una militancia organizada con capacidad de discernimiento tenga peso ha sido el primer paso para poder crear una minoría especializada que controle todo el poder interno. Para Michels, la incapacidad de las masas militantes de participar en la toma de decisiones las lleva a precisar un hiperliderazgo. La oligarquía quiere controlar y la militancia desea ser controlada, por eso para llegar al punto de dulce de la ley de hierro es preciso prescindir de todos los puestos intermedios con capacidad de disenso y cultura política previa. Nada entre el líder y su camarilla y los militantes acríticos. La organización forjada a hierro.

En 2020, tras la debacle sufrida en las elecciones gallegas y vascas, el análisis que se hizo en IU del resultado lanzaba una advertencia: “Sería errónea cualquier propuesta que consistiera en un repliegue identitario con tentación partidista”. No pudo ser más certera la visión del error. Robert Michels explicaba de manera precisa la deriva de las formaciones en las que una minoría acababa tomando todas las decisiones: “A medida que aumenta la burocracia partidaria sufren un debilitamiento inevitable dos elementos que constituyen los pilares esenciales de toda concepción socialista: la comprensión de los fines más amplios y más culturales del socialismo, y la comprensión de la multiplicidad internacional de sus manifestaciones. El mecanismo se transforma en un fin en sí mismo”. Esta explicación es relevante porque alumbra cómo las organizaciones acaban por abandonar su proceso de transformación social, ya sea reformista o revolucionario, para centrarse en asegurarse su supervivencia y con ella el futuro de los miembros que lo componen. La oligarquía partidista consciente de su fracaso material en la construcción de un horizonte transformador se enroca para que perviven las estructuras que permiten su propia existencia y confort. Se abandona el proyecto colectivo para construir una empresa individual. 

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