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Ceregumil para Casado

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, en una imagen de archivo.

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“Ningún hombre tiene la memoria suficiente para ser un mentiroso exitoso”

 Abraham Lincoln

 

El Supremo le ha regalado a Casado unas frases en su confirmación de la sentencia de la Gürtel y tanta ilusión le ha hecho el presente al líder de la oposición que se las vistió a las nueve de la mañana, en la sesión de control, aunque la sentencia no se hizo pública hasta cuatro horas más tarde. En el teatro del absurdo en el que se ha convertido el Hemiciclo, esos párrafos en los que se decía una evidencia -que al Partido Popular “ningún reproche penal se le podía hacer en su condición de partícipe a título lucrativo” pero que afirmar esto “carece de efectos prácticos” y es “intrascendente para el fallo” - le han servido al jefe de un partido enlodado para reafirmarse en el grito de ¡no hemos sido condenados y este partido es inocente! Olvida él, como tantos, que su partido sólo fue considerado en el procedimiento de esta forma porque hasta diciembre de 2012 los partidos políticos no tenían responsabilidad penal como personas jurídicas, así que era imposible considerarlo de otra manera. El Supremo hoy ha condenado a un extesorero y exsenador del PP a 29 años y 11 meses, pero oiga, no hay corrupción en ese partido que aún se arrastra por los juzgados de Instrucción.

El regalito, minúsculo, de los jueces conservadores de la Sala II le ha servido también para alzarse sobre una nueva falacia: “la moción de censura se basó en una mentira”, lanzó al plató de debate en el que se ha convertido el Hemiciclo. La moción de censura se basó en el hartazgo mayoritario de las fuerzas políticas de la Cámara suficientes como para hacer caer a un gobierno de un partido enfangado de corrupción. Se le fue de la cabeza, como sin querer, que después de eso ha habido un par de elecciones generales con el mismo resultado. También olvidó Casado, cuando se envalentonó pidiendo al vicepresidente del Gobierno su dimisión o su cese, que él mismo estuvo en la mismísima situación que Iglesias, con una exposición razonada ante la Sala II y no se le pasó por la cabeza ni dejar su cargo ni dejar su acta de diputado. Hizo bien, porque luego todo quedó en nada y nunca llegó a ser imputado, que es lo que con mucha probabilidad ocurrirá también con Pablo Iglesias. Y es que Casado tiene un Alzheimer inverso por el que maneja una pléyade memorística increíble de frases y cuestiones recientes y descontextualizadas, pero olvida siempre convenientemente lo que de la memoria a largo plazo no le conviene recordar.

Eso debe pasarle también con el tema del CGPJ y la renovación de los órganos constitucionales, que no se acuerda que fue él el que rompió en dos ocasiones el acuerdo -una tras el obsceno mensaje del famoso control trasero de la Sala y otra este agosto- y el que mantiene por su conveniencia bloqueado una renovación que la Constitución obliga a hacer. Ahora que los partidos que gobiernan -y es que gobiernan ellos, mal que le pese a los populares- han dado un puñetazo en la mesa y llevado una proposición de ley a las Cortes para cortocircuitarle su felonía, en un trámite que tan poco le gusta por su rapidez y falta de informes, tampoco recuerda que fue Rajoy quien exactamente con el mismo procedimiento y los votos exclusivos del PP realizó la última reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial, que convirtió a Lesmes en un caudillo y al órgano, en su feudo.

Me preocupa que tenga tantas lagunas siendo tan joven, la verdad. No le deseo que le empeoren esos síntomas, que se le manifiestan también cuando grita que España es ya Polonia y que no nos van a dar los fondos europeos por ello. Alguien debería susurrarle que su partido votó en contra de que se les apretaran las tuercas a los países iliberales -Hungría y Polonia- para evitar que cruzaran líneas rojas democráticas. Para darle ese respaldo a Polonia, el PP en Europa se desmarcó hasta de su propio grupo en la Eurocámara. Esto sucedió en enero de este año, que ya sabemos que la pandemia nos ha enloquecido un poco a todos, pero que al líder de la derecha lo ha dejado para el arrastre.

Para lo que sí ha estado despierto ha sido para darse cuenta de que el provocador proyecto de ley para reformar la LOPJ presentado por el PSOE y por Podemos va de obligarle a cumplir con su deber y renovar los órganos constitucionales porque el daño que está haciendo a la democracia es de los que dejan huella. No falla Sánchez ahí cuando le acusa de liderar un partido “antisistema y no un partido de Estado”. Se están luciendo los renovados líderes del PP, esos que jamás lo hubieran sido si precisamente no hubiera habido una moción de censura y no hubiera manado apestosa toda la podredumbre de su partido. Tanta cuenta se ha dado que ha exclamado muy alterado: “No voy a pactar nada. A mí no me presiona nadie y menos usted”.

Los que beben de las fuentes populares dicen que sí, que al final frenará la reforma sentándose a negociar y eso precisamente es lo que se busca y lo deseable. A mí hay una parte del proyecto -la que deja con funciones limitadas al CGPJ con mandato vencido- que me parece pertinente y necesaria para asimilarlo al resto de poderes del Estado. La otra, la del cambio de mayoría para elegir a la mayoría del órgano de gobierno de los jueces, me parece fea y peligrosa y muy digna de las maquiavélicas mentes de la derecha, pero casa poco con los principios que la izquierda no debe nunca saltarse. El órdago ha sido muy grande y tendrá efectos colaterales. Les ha servido en bandeja más frases y lemas para llamar al gobierno “autoritario” -¡Oh, my God los que gobiernan gracias a Vox!- y hasta para intentar perjudicar al Gobierno con el dinero de Bruselas y con él a todos los españoles. También se les suele olvidar ser patriotas cuando corren tras el caramelo del poder. Les ha dado a los jueces conservadores un argumento victimista para hacer oposición directa a esta reforma y, para qué cortarse, al Gobierno directamente. Les han dado la oportunidad de que la desmemoria generalizada de la derecha y de sus voceros borre el pecado original del inadmisible bloqueo táctico del PP que ha sido el detonante de todo. Muchas frases y muchos gritos de regalo, que seguro se amplificarán la semana que viene en la moción de censura.

La apuesta ha sido alta y ni siquiera Podemos pensaba que Sánchez se la compraría y es que la mala cabeza de Casado, y a ratos su mala fe, acaba con la paciencia de cualquiera. El puro hecho de no utilizar el trámite de lectura única, que es aún más rápido, deja bien a las claras que el interés final del órdago es que Casado recuerde quién es, dónde está y cual es su obligación institucional.

Acabo de demostrarles que no es tarea fácil.

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