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Condenada corrupción

El presidente del PP, Pablo Casado, y el expresidente de Francia Nicolas Sarkozy, durante la mesa titulada 'La sociedad abierta y sus enemigos' en la convención del PP.

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Con el fin de dar lustre a su candidatura, Pablo Casado aceptó el padrinazgo del expresidente francés Nicolas Sarkozy en la convención nacional del PP. Así, Sarkozy aparecía como el invitado de honor en la jornada de este pasado miércoles celebrada en Madrid.

Lo sorprendente es que un día después nos enterábamos de que, como cualquier delincuente que se precie, Sarkozy deberá cumplir un año de cárcel y podrá hacerlo en su domicilio pero llevando un brazalete electrónico que controle sus movimientos. Se libró por un pelo de poder dar lecciones de pragmatismo político al líder del PP. Lo hizo el pasado miércoles, la condena llegó este jueves.

Sarkozy que fue, efectivamente, presidente de Francia durante un único periodo, fue posteriormente rechazado por los votantes y no logró la reelección cuando, para luchar contra la ultraderechista Marine Le Pen, derivó su programa político hacia el ultramontanismo derechista.

Hoy Sarkozy está de plena actualidad en Francia porque visita, un día sí y otro también, los juzgados de la capital francesa. Acusado y condenado por corrupción, no parece ser un buen ejemplo a seguir para alguien que pretenda ser presidente, más bien parece cumplir el papel de “ese señor del que usted me habla”. Debe de ser que en Génova no leen la prensa francesa o, simplemente, que no quieren darse por enterados.

Efectivamente, el pasado mes de marzo un tribunal le impuso una pena de tres años de prisión por corrupción y tráfico de influencias de los que únicamente deberá cumplir uno. Pero es que al día siguiente de presentarse en Madrid para apoyar a Pablo Casado, el expresidente francés recibía una nueva condena, en este caso por financiación ilegal de su campaña electoral en 2012 que, por cierto, perdió contra el candidato socialista, François Hollande. Todavía le quedan causas, alguna especialmente llamativa como la acusación de “asociación de malhechores” por la presunta financiación de su campaña de 2007, la que ganó, por parte del dictador de Libia Muamar el Gadaffi.

Pero en el PP ha pesado más el valor de la presencia de un expresidente francés en la convención que pretende asentar el liderazgo de Casado que los problemas judiciales de corrupción y tráfico de influencias por los que ha sido condenado.

Sarkozy, dedicado ahora en cuerpo y alma a sus problemas judiciales y de corrupción, vino con las ideas muy claras a explicar una cosa que para él resulta evidente: “Solamente hay una España, unida, con capital en Madrid, y con un Rey que representa la unidad de España, y esto no puede cambiar”. Le ha costado llegar a esa conclusión, pero al final lo ha logrado. Qué claridad de ideas. Un prohombre.

Casado, que no se había enterado de que eso fuera así, tomó buena nota. Se le veía asintiendo con fuerza la abrumadora expresividad del expresidente francés, que aprovechó para soltar frases crípticas como aquella de: “Ganamos cuando uno se amplía, y perdemos cuando uno se estrecha”. Lo debía decir por experiencia personal, cuando derechizó tanto su partido, para quitarle votos a la ultraderecha del Frente Nacional, que los votantes le enseñaron la puerta de salida.

Sarkozy, que había olvidado recintos llenos a la espera de sus palabras, se animó con el público entregado e hizo un símil un poco rocambolesco sobre Europa y Estados Unidos que, dijo, es como ese señor que tiene zapatos grandes y te pisa y luego te dice que qué haces delante de sus zapatos. Lo que, viniendo de alguien que ha estandarizado tacones camuflados de siete centímetros para compensar su pequeña estatura, no dejó de ser un extraño chiste.

Un día después, en la misma convención del PP, otro personaje también con ideas muy claras como el condenado Sarkozy, el expresidente José María Aznar, remachaba la tesis del francés: “España es una nación, no siete, ni cuatro, ni tres, ni veintiuno. Una nación plural, pero una. Constitucionalmente plural, pero una. Y no es ni un Estado plurinacional, ni un Estado multinivel, ni la madre que la parió”. Hay que reconocer que a veces Aznar tiene su gracia, la suya claro.

Pero, definiciones de jacobonismo aparte, la presencia del condenado expresidente francés resulta chocante, precisamente en la convención de un partido en el que hace poco su secretario de organización, Teodoro García Egea, recordaba a Esperanza Aguirre que “lo que destrozó al PP de Madrid fue la corrupción”. ¿Cómo casa eso con tener como gran invitado de honor a un condenado por corrupción, por muy expresidente de Francia que haya sido?

Explican algunos en el PP que la invitación a Sarkozy había sido hecha antes de la condena. Pero los síntomas, como en el caso de tantos dirigentes del PP, estaban ya ahí. De hecho, como se ha dicho, Sarkozy tiene más asuntos bajo investigación y uno de ellos es especialmente llamativo porque enlaza con un personaje peculiar de la peor política internacional. Según anunció la Fiscalía de Finanzas de Francia, ha sido imputado por presunta “asociación de malhechores” en el caso de la supuesta trama de financiación ilegal por parte de la Libia de Muamar el Gadaffi para otra campaña electoral, la que le llevó al Palacio del Elíseo en 2007. 

El mismo día en el que Sarkozy apuntaló a Pablo Casado, aunque no sabemos con qué puntales, este le llevó a ver el Guernica pintado por Picasso, hoy expuesto en el museo Reina Sofía. En su cuenta de Twitter, Casado, tras esa visita al famoso cuadro, reflexionaba: “Un icono del siglo XX que representa el testimonio de horror de la Guerra Civil y refleja desgarradores conflictos que no deben repetirse”. No, no deben repetirse, pero conviene recordar que los “desgarradores conflictos” los inició el líder de la derecha española Francisco Franco, responsable de la Guerra Civil, que ordenó la destrucción de Gernika ejecutada por la Legión Condor, y que el genio malagueño Pablo Ruiz Picasso expresó de esa manera tan sublime en el cuadro del mismo nombre, ante el que reflexionaron el apuntalador Nicolás Sarkozy y el apuntalado Pablo Casado.

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