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Es la correlación de fuerzas, estúpidos

Precursoras de la movilidad sostenible

Silvia Nanclares

Me despierto, desvelada, en mitad de la noche. 5:30 a. m., 28 grados. No está mal. En realidad no estoy desvelada, en realidad me ha despertado el rumor, la orquesta seca de los aparatos de aire acondicionado encendidos de un par de mis vecinos, comunicándose entre sí en el patio de luces. Digo yo que mis vecinos se echarán algo encima, aunque sea fino, si no quieren sufrir una de esas muertes absurdas, muerte por enfriamiento de lomos o por asesinato imaginario, al más puro estilo Max Aub: Lo maté por dormir con el aire acondicionado puesto. Yo duermo sin sábana y no solo me ha despertado el ruido, sino el cabreo. Me siento a escribir acompañada por el zumbido de la estupidez humana. La misma que deja los monopatines eléctricos en medio de la acera. ¿La movilidad alternativa era esto? Me pregunto mientras retiro del camino un monopatín y lo dejo en la calzada de muy malos modos, día sí, día también. Una señora airada que viene detrás de mí me dice que nunca había tenido más impedimentos a la hora de moverse con su silla de ruedas por la ciudad. ¿Cómo sería un Madrid (Sevilla, Pamplona, Puertollano) Central ampliado no sólo sin coches, sino sin estupidez humana?

Es la misma estupidez y si sigo por este camino, esta columna se la tendré que dedicar a Javier Marías, que asola (según me han contado, aún no puse un pie en la arena) las playas de motos acuáticas más allá de las boyas en todo el litoral. Me lo cuenta una amiga que acaba de volver del Cap de Sant Antoni (Denia), donde la oferta turística de vehículos a motor se ha disparado, poniendo en peligro a un montón de gente que antes se bañaba alegremente y hasta se atrevía a nadar, (dios mío, nadar, mover brazos y piernas, ¡no!, libremente) por ese espacio público tan alucinante que son las playas. Pero mi amiga no compra mi argumento de la estupidez humana. Dice que eso no explica nada, que es un argumento vacuo (lo siento, Marías). Mi amiga estudió sociología y me hace de vez en cuando comadresplaining (y yo se lo permito porque es mi amiga y porque ha estudiado). Dice que se trata de una correlación de fuerzas. Que las gentes de las motos de agua están defendiendo su derecho a elegir. La correlación de fuerzas hace que su relato, por el momento, sea ganador. Es el ejercicio de su libertad. Aham.

Isabel Díaz Ayuso, opositora a candidata a presidenta de la Comunidad de Madrid, dijo el viernes que Madrid Central se ha cargado El Rastro. Me encanta la inclusión de El Rastro como sujeto político con derecho a vivir su esencia. Ella, Díaz Ayuso, apuesta por “un Madrid Central que no perjudique al que vive allí, al comerciante, al padre que tiene que llevar a sus hijos al colegio, a los hosteleros que se han visto gravemente perjudicados, al Rastro…”. Imagino al señor Rastro de manifestación junto a hosteleros, comerciantes y padres enfurecidos. Hay otro ser que enciende el medidor de estupidez humana (ríete del pactómetro de Ferreras) que tengo instalado junto al escritorio: el padre que se siente con el derecho a llevar a sus hijos en coche hasta la mismísima puerta del colegio. Vivo en una de las lindes del Rastro, señora Ayuso, por cierto, zona APR desde 2006, impuesta por Gallardón-Ra II, y nunca he visto más animación en mi calle que los domingos cuando la cortan, las vecinas sacan las sillas a la acera, las niñas se ponen a jugar en la calzada y las terrazas se llenan, en concreto la del Gibraltar, donde Mohamed y sus primos ponen orden en la cola para que haya mesas para todos. ¿Quién no quiere tomar un delicioso tajine sin coches pasando al lado?¿Quién no quiere vivir?

Pero también se pueden cortar las calles para impedir seguir viviendo. Díaz Ayuso dice asimismo que la medida de movilidad del ayuntamiento anterior ha aumentado la delincuencia. ¿Qué delincuencia? ¿No será la de los fondos buitre que están echando a la gente del barrio? Así lo hizo la Policía Nacional el miércoles pasado a dos calles de aquí, en Argumosa, otra calle donde el tráfico rodado no es el mayor de los problemas. Se ejecutó el desahucio de Miriam y su familia, uno de los símbolos de resistencia de Argumosa 11. Tampoco dejaron entrar coches esa madrugada, más allá de las trincheras que formaban las tanda de lecheras y un dispositivo a todas luces desproporcionado. La Policía al servicio de los intereses de los fondos buitre. Bien. Esta vez, Sánchez Castejón no se ha pronunciado al respecto. Porque en febrero dijo aquello de que “la política no ha llegado a tiempo”. Incluso viniendo andando desde Moncloa le hubiera dado tiempo a llegar. La estupidez, o la correlación de fuerzas, se va refinando. Seguro que Ayuso y Sánchez han dormido esta noche con el aire puesto.

Al terminar esta columna ya es completamente de día y se escucha la llegada de una bendita tormenta. 7:28 a. m. , 21 grados. Los truenos suenan a enfado del cielo, suenan a castigo, a deus ex machina, a alivio contra la excesiva temperatura de la estupidez. Solo los truenos han conseguido que mis vecinos apaguen sus aparatos de aire. Este domingo hay Rastro. Ojalá la naturaleza y la gente sigamos pudiendo oponer resistencia a la agotadora correlación de fuerzas. Porque tiene que llover. Mucho. Y para terminar me pondré distópica: vuestro derecho a la libertad nos está jodiendo el presente.

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