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Crónica cuñada de la remodelación

El Consejo de Ministros saliente.

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Basura como la que los ministros usan en los parlamentos cuando no tienen la menor respuesta

Fernando Pessoa. El banquero anarquista

A estas alturas habrán leído y oído a todos los que, sin duda, sabían cuáles eran las intenciones de Pedro Sánchez en su crisis de Gobierno, a los que la presagiaban, a los que conocen los intríngulis de las decisiones, a los que interpretan las mismas en las claves que más les suenan, a los que no sabían pero se hacen los enterados, a los que transmiten y a los que tienen la mente clara y son perfectamente capaces de desbrozarles el sentido oculto de lo que ha sucedido. Yo, también. 

Carezco de una penetración especial y próxima en las fontanerías y proscenios del poder monclovita. Esto tiene desventajas, como las que les estoy contando, y la ventaja clara de que nada te mediatice a la hora de hacer una lectura personal y hasta sentimental si quieren de las decisiones adoptadas por el presidente del Gobierno. Es de esa mirada individual y particular, de una ciudadana que observa con pasmo o indignación la política, pocas veces con admiración y menos rendida, de la que surge esta crónica totalmente cuñada del acontecimiento político del día. 

Me acaece que me siento revitalizada por la salida del gurú Iván Redondo de esas bambalinas que se habían trocado ya en proscenio. No se trata de que les vaya a contar ahora si es verdad que su fracaso en las elecciones de Madrid o su pulso con Ábalos y el propio partido hayan sido la causa. Casi que eso me da igual. Lo cierto es que me alegro de ver que una persona que nunca ha sido un socialdemócrata deje de ser el Pepito Grillo de un Gobierno progresista que se supone que, como poco, es eso: socialdemócrata. La circunstancia de que a estas alturas de la vida una haya debatido con todo quisqui hace que siempre haya sido para mí evidente que Redondo era un ciudadano pero no precisamente de izquierdas. Me alegro de que su puesto lo asuma alguien que sí procede del sustrato socialista, a lo mejor es alguien que sabe menos de conjuros y de magia y más de lo que los votantes y votantes dudosos y votantes decepcionados del PSOE sienten y demandan. 

Me da pena que se vaya Calvo, a la que debemos, sin duda, mucha parte de la cordura jurídica y política que se ha mantenido en aspectos clave. Creo que ella misma ha desistido de seguir con una lucha en la que la otra parte iba siempre de mano porque siempre pudo romper la baraja. Dice el presidente que ha rejuvenecido el Gobierno, y supongo que la salida de Calvo casa con esta afirmación, aunque me gustaría recordarle a Faulkner cuando dice: ''La angustia del mundo la causan los jóvenes entre los 20 y los 40''. Faulkner era un cascarrabias.

El cambio en Justicia, sin embargo, me parece anunciado pero ya desde el mismo momento del nombramiento de Campo. Que Campo no iba a solucionar nada era una evidencia pero ser ministro era la ilusión de su vida desde que era un treintañero, como poco. Si con año y medio se cumple un sueño… siempre habrá servido para haber sido el fontanero de los indultos que ahora desaparece por el desagüe, sin dejar huella. Me hizo siempre mucha gracia esa cacareada ''amistad'' suya con Enrique López que iba a ser la llave para cerrar la renovación del CGPJ. Era evidente que no serviría de nada, porque López no tiene amigos y porque Campo es experto en ponerse de perfil. La nueva ministra, Pilar Llop, es una mujer lista, buena, discreta y no está quemada. Eso no quiere decir que vaya a ser capaz de sacar nada en limpio de esa cartera que tiene enfrente además a todas las asociaciones judiciales conservadoras que están claramente empeñadas en contribuir en lo posible a derribar al Gobierno. Siempre les irá mejor con los otros. En mi opinión, modesta y sustentada tan solo en la observación, no es buena idea dar la cartera de Justicia ni a jueces ni a fiscales en los tiempos que corren. Los suyos no se lo suelen perdonar. Nos hayan gustado o no, los ministros con formación de juristas pero fuerte peso político suelen tener más fácil embridar a este ganado que no es nada fácil. Tal vez este sea su empujón para convertirse en una candidata con peso frente a Ayuso. 

Se nos van también los ministros residuo del Gobierno bonito. Llamo así a los llamados a enlucir el Gobierno emanado de la moción de censura, tal vez por influjo del defenestrado Redondo, y que han pasado sin pena ni gloria. Pedro Duque, nacido para volar pero no para hablar. Rodríguez Uribes o la irrelevancia con tropiezos. Queda alguno más de estos pero como son cuota de Unidas Podemos seguirán arrastrando la cartera. Deberían haber seguido el mismo camino. Salen con razón Celaá –no se puede gobernar contra todos– y Ábalos, que dicen es el contracromo de la salida de Redondo –no gana ni uno ni otro– pero que también se había paseado por jardines varios. Laya, la ministra oxímoron, nunca fue aceptada en su negociado y fue desastrada y poco diplomática en su gestión. Queda Marlaska que, para mi gusto, es una muestra evidente de esas esquirlas de derechas incrustadas en el Ejecutivo, pero que tal vez ha sido tan puesto en solfa por la oposición que ha pillado refuerzo positivo. 

Iceta es el ficus catalán y lo han trasplantado sin rubor. Darias podría haber salido también pero tiene fama de no salirse de los raíles y con discreción ahí se queda. Con discreción y con poco más. 

Los nuevos son fundamentalmente políticos socialistas con experiencia de gestión próxima al ciudadano. Añadir ministros políticos y socialistas a un Gobierno que salió cojo de política por esa banda, frente a la fuerte ideología de los socios de coalición, es buena noticia de cara a los dos años que le quedan a Sánchez para remontar el vuelo. Sobre su capacidad para trocar la visión municipal y sobrevolar la compleja plaza madrileña y extender sus alas a todo el territorio nacional, solo nos queda esperar y observar. 

Ahora todo empieza para los nuevos ministros y, en general, para todo el Gobierno. El alicatado y el cambio de fontanería da un nuevo ritmo para estos años de fondos de recuperación, fin de la pandemia y preparación electoral. Eso es exactamente lo que creo que buscaba Sánchez pero, ya les he dicho, es solamente mi impresión. 

Les recomiendo ahora que busquen los dimes y diretes en otra parte. Es más, les insto a que pasen un buen rato releyendo análisis y prospecciones de hace unos meses sobre lo que iba a suceder. Es muy entretenido para un domingo achicharrante.

Yo les dejo a vuela pluma mi crónica cuñada que, a lo mejor, no es tan desatinada.

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