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Algo tiene Cuba

Suso de Toro

En una ocasión le oí a Mario Onaindía un comentario sobre un país americano en guerra civil, “Ahí no hay solución, porque están los jesuitas”. Aunque Mario sabía más de eso que los que no estudiamos en colegios de la Compañía, ni coincidí ni coincido completamente con ese punto de vista pero comprendo a lo que se refiere. De hecho, creo que no se entiende la figura de Fidel Castro si no se piensa en la orden de Ignacio de Loyola.

Tanto la educación de la voluntad como la capacidad de análisis y de focalizar objetivos a conseguir fueron recursos que les dieron los jesuitas a aquel adolescente listo, bravucón y brillante. Podría decirse que lo que acabó resultando la revolución cubana fue la realización de una utopía jesuita realizada por un comunista de un país católico. Y desde el punto de vista histórico la revolución cubana fue una venganza de la España expulsada de Cuba por los yankis y Fidel Castro un vengador del ejército español derrotado. Tan es así que eso está en la misma biografía de Fidel y Raúl, su padre, el gallego de Lugo, había pertenecido a esas tropas que habían regresado vencidas a la Península. Luego volvió para ganarse una vida y si pretendía vengarse lo hizo muy bien a través de sus dos hijos, de hecho hay anécdotas que muestran su hostilidad hacia los nuevos amos norteamericanos del país. Podríamos decir que el padre perdió aquella guerra pero los hijos la ganaron. La historia se refleja en las vidas de las personas, y viceversa.

Ese carácter de venganza histórica explica por qué Franco y su régimen le tenían una indudable simpatía. A pesar de que la España de Franco, igual que la de ahora, fuese un protectorado militar norteamericano, conservaba algunos rasgos de política exterior independiente, tanto lo que llamaban “la tradicional amistad con el mundo árabe” como los gestos rancios y pretendidamente paternalistas hacia “nuestras hijas, las repúblicas americanas”. A pesar del sometimiento a los norteamericanos, aquella España tenía simpatía por aquel joven arrogante que se enfrentaba al imperio y si repasásemos la prensa de entonces seguro que encontraríamos unas muestras de comprensión en la prensa de la época que ahora no serían posibles. El episodio de la visita de Fidel a la Galicia de Fraga se justifica por el origen de uno y de otro, pero se explica por ese rasgo ideológico del franquismo, el orgullo español históricamente herido.

Solo empañó la simpatía inicial el embargo de bienes a particulares que forzó un exilio de muchos cubanos de origen español, pero eso se vio compensado por la simpatía de unas nuevas generaciones de jóvenes universitarios que se hicieron izquierdistas en los años sesenta y setenta. En los últimos tiempos algunos de aquellos jóvenes que luego se hicieron hombres y mujeres siguieron apoyando al régimen cubano como una insignia frente al imperialismo y muchos otros con dinero para hacer turismo viajaron a Cuba a disfrutar de una especie de paraíso detenido en el tiempo. De entre los turistas había algunos que creían que llevando sus divisas eran solidarios con una causa, los europeos somos así.

Para opinar sobre cualquier cosa lo mejor es intentar ser humilde y hacerlo de un modo personal, opinar sobre el régimen cubano es entrar en un campo minado, no se puede caminar libremente. Si no son las minas en el terreno son los franco tiradores que te disparan desde un lado y desde el otro, todo lo que se dice es desde posturas previas. Los hermanos Castro obligaron desde el principio a tomar partido con ellos o contra ellos, como decía Fidel, “dentro de la Revolución cabe todo, contra ella, nada” y creo que queda claro lo que quería decir. Hablando en plata, sé que siendo como soy y pensando como pienso en Cuba seguramente estaría preso, y muchas de esas personas que van de turistas allí y vuelven defendiendo al régimen cubano, también. Y, eso, aunque algunas personas lo consideren algo nimio a mí me parece bastante importante.

Pero eso tampoco debe impedir ver otros rasgos del carácter de ese experimento histórico que fue y aún es el castrismo. El principal rasgo, y políticamente valiosísimo, es el anti imperialismo, la voluntad indomable de ejercer la libertad como país, la soberanía nacional. Un propósito al que se sometió toda la vida social y personal de la población cubana. Habría que poner también en la balanza las políticas sociales, la voluntad de dar educación y ofrecer protección a la salud... Sólo los cubanos, con distancia y con honradez intelectual, podrán un día hacer el balance de lo que ganaron y de lo que perdieron con esa experiencia tan radical y, sin duda, valiente.

Fidel Castro fue una persona que decidió ser una figura histórica y voluntaria y cuidadosamente se transformó en un personaje que habitó desde el comienzo de su carrera las páginas de la historia. La suya es la biografía de un hombre que definió un propósito de vida y lo consiguió. ¿Debemos admirarlo o compadecerlo? Él estaba admirado de sí mismo, así que no tiene sentido compadecer. Sus cualidades para conseguir ese propósito, además de su capacidad de táctica y de adaptación a cada momento fueron el ser un joven moderno.

En España existe una idea algo equivocada sobre la Cuba en la que creció Fidel, no era un “típico país sudamericano”, sino un anexo de los EE.UU., con una fuerte presencia cultural de la vida moderna norteamericana. La cultura de Fidel no era tan distinta de la de los jóvenes norteamericanos de los años cincuenta y ahí entra el conocimiento de los medios de comunicación de masas. Fidel fue un maestro de la propaganda, pero en vez de Coca-Cola vendió revolución. No sólo el Che fue un icono de la juventud rebelde internacional, también lo fue Fidel y lo sigue siendo. En los próximos días veremos por la calle alguna que otra camiseta con la estampa de ese icono pop, Fidel y su puro. Sí, el puro. Hay un componente fálico y machista en la reivindicación de la revolución cubana, no nos engañemos, como en toda épica. No es una crítica ni nada por el estilo, también yo me recuerdo de adolescente dibujando el rostro de un Che sacrificado.

Cuba, su revolución, el Che, Fidel, Raúl…, son parte de nuestra identidad, de nuestras vidas y por eso nos cuesta verlos con distancia. En todo caso, por fuerza tiene que haber algo o mucho de admiración hacia todo ello si se piensa en que un país tan pequeño, con muy pocos recursos y poca población consiguió humillar al gigante imperial ante todo el mundo. Y si se constata que un país tan pequeño sea tan conocido y ocupe tanto lugar en la historia de un siglo y pico. Algo tiene Cuba.

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