Los fantasmas visitan a Sánchez e Iglesias (otro maldito Cuento de Navidad)
Como no se ponían de acuerdo, y después de semanas dedicados a sus batallitas por el relato y al jueguecito del gallina, la noche antes de la sesión de investidura Pedro Sánchez y Pablo Iglesias fueron visitados por tres-fantasmas-tres mientras dormían. ¿Les suena el cuento?
El primero, el Fantasma de las Elecciones Pasadas, los cogió de la mano y, en pijama como estaban, los llevó de vuelta al reciente 28 de abril. Los soltó a la puerta de un colegio electoral, a media mañana, en un barrio de clase trabajadora.
-Miradlos, cómo votan las criaturitas, qué ilusión traen –dijo el espíritu, y señaló a los votantes progresistas que hacían larga cola ante la urna. Muchos de ellos, nada más meter la papeleta, enviaban whatsapps electrizantes a sus contactos para que fuesen a votar, y difundían en sus redes sociales mensajes emocionantes llamando a la movilización para poner freno al fascismo, evitar que sumasen las tres derechas, y conseguir un gobierno de izquierdas.
El fantasma los llevó a varios colegios más, donde vieron las mismas escenas. Se asomaron también a unos cuantos hogares de votantes de PSOE y de Unidas Podemos, que estaban ya sin uñas minutos antes del cierre de las urnas. Avergonzados, Sánchez e Iglesias escucharon el estruendoso suspiro de alivio al comenzar el recuento. Y terminaron la visita con una paradita en la puerta de Ferraz, ya de noche, donde cientos de militantes gritaban “¡Con Rivera, no!” y “¡Sí se puede!”
De vuelta a sus dormitorios, no tardó en presentarse el siguiente visitante nocturno: el Fantasma de la Investidura Presente, que de nuevo los sacó de casa en pijama y los asomó a unas cuantas casas, centros de trabajo y bares donde votantes progresistas compartían su hartazgo, su decepción, su enfado por la incapacidad de PSOE y Unidas Podemos para ponerse de acuerdo, y la impaciencia por conseguir un gobierno que empezase cuanto antes a resolver urgencias sociales que llevan años esperando. Unos culpaban más a Sánchez y su soberbia por querer gobernar en solitario sin tener mayoría suficiente; otros señalaban a Iglesias y su obcecación por estar en el Consejo de Ministros; pero todos coincidían en la frustración, el hastío y, peor aún, el desapego cada vez mayor a la política y los políticos.
¿Necesitan que siga contando? Vale. Todavía les quedaba un tercer viaje, más previsible aún que los anteriores: el Fantasma de las Elecciones Repetidas los llevó en un saltito al futuro cercano, al próximo 10 de noviembre. Pasaron por los mismos colegios que el 28-A, para que comprobasen la nada sorprendente ausencia en las colas de buena parte de los votantes progresistas, mientras los votantes de derecha se mantenían a piñón fijo. El espíritu le quitó el móvil a un presidente de mesa para mostrarles mensajes que circulaban en las redes sociales llamando a una abstención de castigo, y los datos de participación de la jornada. Al cierre de las urnas los llevó de la oreja hasta la calle Génova, donde un eufórico Pablo Casado daba saltos en el balcón y se comprometía a liderar un “gobierno de cambio”. De regreso hicieron escala en la calle Ferraz, donde nadie celebraba la victoria electoral por insuficiente, y aún se asomaron a la lúgubre sede de Unidas Podemos, donde un grupo de inscritos pedía a gritos la dimisión de Iglesias.
El final del cuento ya se lo imaginan, que para eso llevan toda la vida escuchando la historia de Mr. Scrooge cada Navidad: Iglesias y Sánchez fueron devueltos a sus dormitorios, donde ya no pegaron ojo en toda la noche, y la mañana de la investidura se despertaron nerviositos. Venga, a ver si con un cuento lo entienden.