Cuidar las formas para proteger el marco
Pasa que en las democracias hay asuntos que deberían preocuparnos a todos porque hay trampas que conviene evitar si queremos mantener robustos los cimientos de nuestro marco de convivencia. Nos compete a todos. A los partidos, a los empresarios, a los banqueros, a los medios de comunicación y a los ciudadanos. Pasa también que en ocasiones surgen peligrosas tendencias antidemocráticas al calor de ciertos mensajes simples y radicales que corren como la pólvora por las redes sociales y a menudo son inspiradores de comportamientos que ponen en cuestión las leyes y las instituciones.
Y pasa que se empieza por llamar “okupa”, “chorizo” e “hijo de…” al presidente del Gobierno y se acaba por cuestionar la legitimidad de su mandato. O al revés. En España, ha pasado al contrario. Primero se puso en cuestión la legitimidad de Pedro Sánchez por llegar a La Moncloa mediante una moción de censura -como si esta no fuera un instrumento constitucional-; después se hizo lo propio cuando ganó las elecciones y tejió alianzas parlamentarias que no eran del agrado de la derecha radical y, al final, el insulto se ha normalizado. Tanto que el líder de la oposición, Pablo Casado, le dice a Sánchez en el Congreso: “Escuche a la calle”, en referencia a los improperios que un grupo de exaltados profirió el 12 de octubre contra el presidente del Gobierno.
Los abucheos van en el sueldo, sin duda. No ha habido presidente en democracia que no los haya recibido en algún momento. Cuestión distinta es la ofensa y la injuria que, por otra parte, definen a quienes la pronuncian y no a quienes la reciben. Que Casado le diga a Sánchez que tome nota de lo que le dijeron esos ciudadanos “ejemplares” y “educados” estratégicamente situados durante el desfile militar del pasado martes significa que está de acuerdo con ellos y que comparte lo escuchado sin reparar en que insultar a un presidente del Gobierno con palabras gruesas es patear la institución que representa hoy Sánchez y mañana puede representar él mismo. En democracia es importante cuidar las formas para proteger el fondo. En política, las palabras no son inocuas nunca, aunque la disputa y el disenso son legítimos y en ocasiones necesarios. Tanto como las palabras y el diálogo para alcanzar acuerdos.
Tras el bochornoso espectáculo del 12 de Octubre, Gobierno y PP han hablado. Da igual quién pillase a quién descolocado. El caso es que se han sentado y han retomado las conversaciones para desbloquear los órganos constitucionales, a excepción del CGPJ. El acuerdo se ha cerrado en menos de 24 horas tras varias reuniones entre el secretario general del PP, Teodoro García Egea, y el ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños, que han desbloqueado la renovación del Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo y la Agencia de Protección de Datos.
La derecha tendrá ahora serias dificultades para explicar los motivos por los que mantiene el bloqueo sólo en el órgano de gobierno de los jueces. Primero, esgrimieron la presencia de Unidas Podemos en el Gobierno. Después, la de Pablo Iglesias. Y más tarde, sus recelos a una ley que lleva en vigor 30 años, que el Constitucional en su día avaló y que el PP no cambió jamás cuando gobernó.
Por eso en Génova no descartan tampoco que en unos días también haya acuerdo para renovar el órgano de gobierno de los jueces. Al fin y a la postre, el PP es un partido que aspira a ser alternativa de Gobierno, que ha gobernado este país durante años y que presume de sentido de Estado. No cumplir con el mandato constitucional es formar parte de la estrategia de desprestigio y cuestionamiento de las instituciones que ponen en peligro las democracias. Y en la sede de los populares no sólo lo saben, sino que además han ganado quienes no están por la labor de seguir los pasos de la derecha radical de Abascal y han visto que con la más que probable aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, la legislatura será larga y que Casado acusaría seguro el desgaste del bloqueo hasta 2023. La necesidad de cuidar las formas para proteger el marco -que es el mismo con el que algún día gobernará la derecha- al final se ha impuesto. ¡No era tan complicado! Gana el Gobierno, gana el PP y gana la democracia.
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