El daño colateral a nuestra libertad
Oh, vosotros, hermanos humanos
Si claudicamos, habrán ganado. Habrán ganado todos menos nosotros. Habrán ganado los terroristas de Hamás y los fanáticos de Israel. Habrán ganado los que los sustentan y los que acechan para asestar un golpe moral a nuestra civilización. Si claudicamos y les entregamos nuestra libertad, todo estará acabado y les daremos la única victoria que anhelan.
Es el miedo lo que puede destruirnos, ese miedo que desde oscuros rincones alientan, que los gobernantes infaustos aventan, ese miedo que les permitirá restringir nuestros variados discursos en aras de una moral que no se presenta como censura sino como virtud. ¿No ven cómo están colándonoslo de rondón? Imágenes inhumanas de dolor y muerte corren y corren buscando emociones que puedan utilizar para sus fines. Los de unos y los de otros. Y, sin embargo, anestesia total para las restricciones de la libertad, que constituye el primer bastión de occidente. Es horrible toda destrucción, pero es inasumible la destrucción de la libertad, de nuestra libertad, de la que costó tanta sangre europea construir. Y lo están haciendo, nuestros propios gobernantes democráticos incluidos.
Veamos primero la asimilación al terrorismo del ataque indiscriminado y en clara violación de la legalidad internacional de Hamás. Reafirmarse como hacen algunos líderes en que se trata de un ataque terrorista y no un ataque de milicias armadas tiene consecuencias. La primera de ellas es que eso ha permitido a varios países aplicar sus restricciones antiterroristas para silenciar opiniones. Hamás es un grupo terrorista y según una interesada sinécdoque todos los palestinos están contaminados, así que las banderas palestinas son apología del terrorismo. Así se han censurado en muchos lugares y pretendía considerar su exhibición delictiva el Reino Unido. A Manu Pineda le impidieron entrar al Europarlamento con una kufiya. Berlín prohibe las manifestaciones a favor de Palestina. Cargas policiales y detenciones en Francia. Zurich, Basilea y Berna han llegado a prohibir cualquier tipo de manifestación durante el pasado fin de semana. Francia quiso hacerlo, hasta que el Consejo de Estado les ha parado los pies. Sindicalistas de la CGT galos detenidos por un manifiesto de apoyo y acusados de apología del terrorismo. En un hotel francés obligan a un huésped a retirar la enseña de su ventana y la torre Eiffel sólo se ilumina con los colores de Israel para lamentar sus víctimas pero no lo hace después para llorar a los civiles palestinos. Un piloto de Air Canada ha sido despedido por mostrar en redes su apoyo a Palestina, un profesor de Stanford pierde su puesto por lo mismo. Un ministro del Interior, sin pruebas, señala a un famosísimo futbolista francés por connivencia con un grupo que no está considerado ni terrorista. Una senadora pide que le quiten la nacionalidad, como si no hubiera nacido en su territorio. La policía francesa multa a periodistas con 135€ por cubrir una manifestación pro palestina, a la vista del carné de prensa los policías exclaman “je m'en fiche” (“me da igual”). Pasando. La Ertzantza expulsa a un aficionado de Ipurua y proponen una sanción por portar una enseña palestina, ¿basándose en qué? Identificaciones en Valencia ante el partido de baloncesto con el Maccabi. Suma y sigue. Terrorismo, todo vale.
Una de las convicciones europeas más arraigadas sobre el terrorismo es que se trata de una forma de criminalidad y que, por tanto, hay que luchar contra ella con instrumentos policiales y los propios de Estado de Derecho. Así lo lleva décadas haciendo España contra ETA, contra el Grapo, contra los atentados yihadistas y de cualquier otra especie. Europa nunca ha aceptado la respuesta bélica contra el terrorismo. Esa fue la crítica unánime de los expertos y de los juristas a la respuesta norteamericana al 11S. ¿Qué sucede ahora? ¿Lo de Hamás ha sido un ataque terrorista propio de la criminalidad o es otra cosa? Si es otra cosa, ¿por qué apoyar una respuesta militar inadecuada? Terrorismo, usted se calla, usted no se manifiesta, usted no da su opinión. Llamarlo terrorismo y no crimen de guerra tiene sus consecuencias también entre nosotros. La respuesta israelí, claramente vulneradora del derecho internacional, no puede llamarse terrorismo, porque se trata de un Estado. Otra consecuencia de los términos.
Terrorismo, tiemblen, que puede reproducirse entre nosotros. Oiga, suba la alerta que llega la Navidad. ¿Es un insulso el alcalde de Madrid o está buscando un efecto concreto? Nunca España ha estado en nivel 5 desde la introducción de esta escala tras los atentados, estos sí, del 11M. ¿Se suspendió la boda real? Sin embargo ahora se suspenden los premios MVT en Francia. Tras el atentado yihadista en las Ramblas, este sí, Zoido consultó a los expertos y tampoco subió la alerta terrorista a nivel 5. ¿Qué sentido tiene pedirlo ahora si no es poner en un brete al gobierno sin una pizca de institucionalidad? Hay cadenas de bulos circulando por los móviles para meter el miedo en el cuerpo a unos ciudadanos españoles que han sobrellevado con entereza todo tipo de embates terroristas en su propio territorio. ¿Quién estaría interesado en alarmarlos y ahora? Bélgica, un lobo solitario mata a dos suecos al grito de ¡Alá es grande! Un tunecino para el que se había pedido la extradición y un juez, cargado con la asombrosa cifra de 27 extradiciones al año, la había dejado sin resolver. Los hay que proponen en injusta lid revisar todo el sistema europeo de concesión de asilo. ¿No será cuestión de que la Justicia belga, cuyo ministro ha dimitido, se ponga las pilas?
La sed de libertad se nota menos que la de agua potable pero también acaba por estragar las sociedades. Claro que si ser libre es ir de cañas, entonces el gaznate no se te reseca. Es lo que nos queda. Es importante socorrer a la población civil y también lo es vigilar que sus sufrimientos no sean utilizados para cercenarnos a nosotros el alma, porque eso es la libertad en una democracia. Hace unas décadas se hablaba del binomio que hoy se ha quedado para muchos en un único término. El aborregamiento del momento, el triunfo del individualismo y el narcisismo, ha llevado a grandes masas a la convicción de que sólo la seguridad, la de uno mismo, importa, para la libertad ni se sangra, ni se lucha, ni se pervive, que para eso están las birras.
El miedo es la orilla contraria a la de la libertad. El peligroso proceso por el que el miedo da lugar a un recorte de libertades está en marcha desde hace mucho pero acelera y se ensancha cada vez más. Todo en aras de una seguridad ficticia. No les pasemos una a los gobernantes que pretenden usar el miedo para controlarnos. Esa es la mayor victoria que pueden soñar y no sé si estamos dispuestos a peleársela. La libertad no es un daño colateral sino el principal objetivo de los que no creen en ella.
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