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Decálogo del ultranacionalismo populista

Ortega Smith llama "acomplejado" a Cs por criticar a Vox y reivindica el ambiente festivo de las protestas

José Miguel Contreras

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El populismo se ha extendido en todo el mundo a través de diversas fórmulas adaptadas al entorno en el que se desenvuelve. Vox se ha convertido en un caso paradigmático de lo que es un movimiento ultranacional populista. Sin embargo, las bases de su modelo no nos resultan extrañas. En los pilares fundamentales de su discurso, podemos apreciar las similitudes con el defendido por otras formaciones en nuestra historia reciente dentro y fuera de nuestro país. Veamos algunos rasgos destacables:

1- Creación de una realidad paralela virtual que da sentido a su alternativa. El mundo que se describe es absolutamente irreal y se centra en dar por hecho circunstancias y condicionantes absolutamente distorsionados. Se produce una falacia en toda regla. Se presentan como la respuesta consecuente a una serie de falsedades que aparecen como supuestas verdades indiscutibles que, por supuesto, no se someten a una mínima revisión que acabaría con todas ellas, una tras otra.

2- Apropiación de los símbolos colectivos de identificación nacional. Para ellos, enarbolar la bandera, defender el valor de la nación y reivindicar los sentimientos patrióticos son virtudes que forman parte de una propiedad privada y exclusiva. Su exhibición frontal, casi pornográfica, pretende demostrar que si no secundas sus postulados no estás en contra de sus ideas, sino que lo estás contra los símbolos que pretenden ridículamente robarte.

3- Luchamos contra un estado opresor que quiere dominarnos y arrebatarnos la libertad, nuestros derechos individuales y como pueblo. En realidad, se trata de librar una moderna forma de guerra. La base es el victimismo y la fabricación más o menos chapucera de pruebas de agravios sucesivos ante los que no cabe otra opción que la rebelión popular. Hay que elevar el tono y exhibir la fuerza si no queremos ser destruidos junto a nuestros seres queridos y nuestra propia identidad como nación. El poder es maléfico y hay que derrocarlo. Los procesos electorales están manipulados y, por tanto, falsean la voluntad real de los ciudadanos.

4- Prensa española manipuladora. Los medios de comunicación están al servicio de ese estado corrupto. Al completo. Sólo se salvan aquellos medios o aquellos profesionales aislados que les respaldan con firmeza en sus posiciones. Ese es el rasgo para diferenciar un medio honesto de uno deshonesto, como le gusta decir a Donald Trump. Todo se sustenta en una pregunta retórica: ¿Cabe mayor prueba de que estamos en guerra y de que quieren destruirnos que la de ver cómo nos atacan? Al criticarnos prueban su corrupción. No hay más que hablar.

5- Para evitar la contaminación ideológica, aíslate de sus cantos de sirena. Como Ulises cuando siguió el sabio consejo de Circe, hay que convencer a toda la tripulación de que tape sus oídos para no oír los atrayentes cantos de las sirenas que pretenden que el barco se estrelle contra los acantilados. En la práctica, se plantea el boicot a todos los medios no afines. La excusa que se da es que así se les daña en su rentabilidad económica. En realidad, mejor que no escuchen nada que pueda hacerles dudar.

6- Estas calles serán siempre nuestras. La agitación social forma parte de la estrategia. Las acciones grupales contribuyen a ceder espacio a la razonabilidad para dar rienda suelta a la conexión emocional. Personas que en solitario y en la vida cotidiana tienen comportamientos y actitudes basadas en el civismo, el sentido común y cierta aversión al bochorno pueden desatarse cuando forman parte de una masa emocionalmente unida en la lucha. Nada le gusta más a los medios que seguir con atención cualquier agrupación de ciudadanos en la calle. Para el populismo, ocupar la calle es una forma de hacerse fuerte frente al resto de la sociedad diseminada y no movilizada. Traslada una evidente imagen de falso poderío que puede contribuir a captar nuevos adeptos atraídos por el efecto convocatoria.

7- La testosterona como materia prima. La concepción bélica del debate político lleva a adoptar siempre una posición combativa y provocadora. Abundan los mensajes retadores basados en la exhibición de la abierta disposición al choque violento. Todo destila un cierto aire de tensión contenida que transmite en sus seguidores cierto enardecimiento y asombro en quienes no comulgan con su pulsión a punto de explotar.

8- La visión excluyente de la convivencia. Los ultranacionalismos populistas plantean la imposición excluyente de su verdad. No se trata de liderar en base a sus ideas el rumbo de una nación heterogénea y diversa. El liderazgo se asume como la imposición de su modelo de convivencia. La mayor parte de las actuaciones, propuestas y acciones elude cualquier capacidad integradora. El espacio social no se comparte. Siempre se establece su reparto desde la frontalidad. Un ejemplo claro son las caceroladas cuyo fin no es sólo hacer oír una protesta social, sino que también pretende marcar distancias con quienes no las secundan a base de incordiar su tranquilidad.

9- Resignificado de las palabras. Uno de los hábitos más habituales de este tipo de movimientos tiene que ver con la resignificación de palabras con alto valor simbólico. El ejemplo más notorio es el de la permanente exigencia de una libertad que es en realidad la que les permite reclamarla. Si no hubiera plena libertad sería imposible que pudieran decir lo que deseen. La otra forma de resignificar palabras es la de devolver como invectiva cualquier acusación que caiga sobre ellos por justificada que pueda estar. Así podemos oír hablar sin rubor de “la dictadura progre” o de la reivindicación de lo “políticamente incorrecto”.

9- La unanimidad vista dentro de una burbuja. Los ultranacionalismos populistas acaban por conformar un escudo protector del grupo que evita cualquier contacto con el exterior. Estas comunidades cerradas alimentan el discurso único y refuerzan eludir el contraste de la realidad. Es aquí donde los bulos campan a sus anchas. Todo se retroalimenta sobre la base del consenso universal de una comunidad que acaba por preferir convivir sólo con sus correligionarios. Las redes sociales sirven de elemento conector de esta interrelación y de territorio virtual donde coexistir.

10- La angustia de la incomprensión. El problema de crear sociedades cerradas donde no existe la discrepancia ni la controversia es que se limita tanto la entrada desde el exterior como se cierra también la salida. Es habitual encontrar seguidores de estas corrientes que no entienden cómo fuera de su entorno protegido no aceptan su abrumadora y extendida verdad que en el interior de la burbuja tiene una aprobación unánime. Sienten una angustiosa frustración ante la dificultad de no ser capaces de asimilar la no aceptación de unos principios que vive cada día como axiomas universales.

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