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“No pagaré, sé demasiado sobre extorsión”: Tony Soprano o Bárcenas 2.0

Miguel Luna

Miembro de Juventud Sin Futuro —

No se cumple ni un mes desde el comienzo del año 2015 y ya tenemos a nuestro mafioso número uno a un paso de salir a la calle a un módico precio: su castigo, un año y medio en la “cárcel” y libertad bajo fianza de 200.000 euros, tras haber acumulado 47 millones de euros en paraísos fiscales. Ese es el precio de la libertad del señor Bárcenas, quien protagoniza una de las décadas más corruptas y sucias de la historia de España. 

Este es uno más de la cantidad de capítulos de corrupción que hemos vivido a lo largo de esta crisis en la que, una vez más, se ponen en evidencia los tres problemas fundamentales que sufren las instituciones en nuestro país: la ausencia de control del dinero público, que por ello acaba en manos de unos mafiosos; la inexistencia de democracia en las instituciones y la nula participación que tiene la ciudadanía en ellas; y, por último, el desequilibrado e irregular funcionamiento de los órganos con poder judicial. Y es que a lo largo de estas semanas hemos visto pasar por el estrado a personajes tan variados como incomprensibles: desde Facu Díaz y su humor negro, hasta Esperanza Aguirre y su particular “espíritu de aventura” -recordándonos aquella película de humor simplón Ratas a la carrera, entre acelerón y vehículo policial-, pasando por las innumerables personas multadas y llamadas a declarar por manifestarse libremente en las calles y plazas de nuestras ciudades, reclamando más derechos sociales y menos imposiciones.

La justicia española tiene ese aquel, que cada mañana nos regala ríos de tinta y titulares tan rocambolescos que nos amenizan el desayuno casi haciéndonos revivir nuestra serie o película de mafia favorita. Y es que, como decía Tony Soprano: “No pagaré, sé demasiado sobre extorsión”. Consejo a lectores: para crear el cóctel mafioso perfecto, solo queda escuchar de fondo mientras leemos aquella célebre banda sonora de Scott Joplin en la película El Golpe.

Al igual que en las mejores películas, en nuestro día a día vemos cómo los Bárcenas, Rato, Blesa y demás banda del patio disfrutan de la posibilidad de poder hacer lo que quieran y salir impunes o con un leve castigo de sus fechorías. Tenemos la sensación de que algunos hacen lo que quieren utilizando dinero público, mientras una gran parte de la población se encuentra en condiciones de precariedad extrema o se ve obligada a irse fuera del país para intentar encontrar condiciones dignas de vida. Es una realidad que existe y se ha de rechazar de forma sistemática.

El extesorero del PP quizás haya prometido no hablar en pro de proteger a sus amigos de negocios, ladrones enriquecidos, olvidándose así de la gente que ha sido estafada económica y políticamente. Bárcenas está dejando claro cuál es una de las peores enfermedades de este país en la actualidad: la casta es casta porque prefiere callar y quedarse con el dinero, en lugar de de apelar a un acto de justicia y honestidad y defender la democracia que estamos intentando recuperar. El duelo está claro una vez más: dinero vs democracia. Quizás las razones de la salida prematura de Bárcenas del centro penitenciario ni siquiera se deban a un pacto con sus compañeros del PP, sino tan solo a que, al igual que una gran parte de la sociedad española y de sus jóvenes, entre paro, precariedad y exilio, haya elegido esta última con un objetivo: ir en busca de su tesoro guardado y no volver nunca. Mientras, el PP afronta uno de sus mayores retos ante el miedo de que su castillo de naipes se tambalee por enésima vez: decir la verdad y reconocer públicamente que “sí, la gente tenía razón, somos unos ladrones y os hemos estafado”.

Es por esto que debemos remar todas y todos hacia el sentido común y hacia la recuperación de la democracia y los derechos sociales que nos han robado, sanear las instituciones para que respondan a la gente que cada día tiene que leer y ver en los medios de comunicación cómo los incesantes casos de corrupción no tienen fin. Porque hablar de recuperar la democracia e instituciones y ponerlas al servicio de la gente también lleva implícito hablar de una justicia que no sepa de sobres o de tráfico de influencias, sino que diferencie entre ladrones y manifestantes, entre corruptos y parados, entre fugitivos y humoristas.

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