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Desalojan La Ingobernable porque ingobernable es la vida

Las pancartas feministas que colgaban de la fachada del centro social La Ingobernable fueron descolgadas por la policía que llevó a cabo el desalojo nocturno

Ruth Toledano

Finalmente, desalojaron en Madrid el centro social autogestionado La Ingobernable. La Ingo. Lo hicieron por la fuerza, ya que no tenían razón. Con nocturnidad, como se cometen los actos que avergüenzan. Tuvieron que enviar a gente armada con pistolas porque los esbirros no habrían sabido batirse en duelo con palabras (malos tiempos para la lírica). Llegaron en sus coches blindados, tantos coches que pudieron con ellos rodear la manzana, montaron un cordón enfermizo, entraron empuñando sus culatas de echar puertas abajo, tomaron posesión del espacio como se toma con esas botas, abriendo mucho las piernas, con firmeza de macho. Más de 130 efectivos de policías municipales y antidisturbios movilizados desde varios distritos madrileños, 32 vehículos, 3 de la madrugada. Quien no supiera lo que es La Ingo diría que allí se escondía un arsenal, un alijo, una célula, un comando, pero lo que desmantelaron los eficientes efectivos fueron dos pancartas que colgaban de la fachada sobre el Paseo del Prado. Una feminista y otra ecologista. Un peligro.

El modus operandi fue, por tanto, el de la nocturnidad y la alevosía. Los de los cascos y los chalecos antibalas no solo sabían que allí no habría nadie para oponer resistencia a su solitaria autoridad, sino que ni siquiera permitieron que algunas de las personas que fueron llegando pudieran entrar a recoger el material que había dentro. Durante todo el día siguiente, ha estado blindado con vallas y furgones, como si el espíritu que ha alentado a La Ingo pudiera encerrarse de algún burdo modo. Para quien no lo sepa, La Ingo no es esa casa particular en la que nos cuenta Monasterio que se meten unos desalmados cuando sus propietarios han salido de viaje a visitar a sus nietos, ni esa segunda vivienda en el campo levantada con tus propias manos tras una vida de trabajo y esfuerzo, que nos cuenta Espinosa de los Monteros. No, La Ingo no es una espuria pesadilla de loft. La Ingobernable ha sido un espacio de encuentro ciudadano que durante dos años ha proporcionado a cualquiera que lo ha querido un trueque de actividades culturales y sociales, y una vía de pensamiento crítico y de conocimiento libre. Por eso lo de la otra noche no fue un desalojo como otro cualquiera (si es que un desalojo puede ser cualquiera) porque el de La Ingo venía cargado de significado. Es un muera la inteligencia 3.0.

A La Ingobernable no la defendió, cuando pudo y debía hacerlo, el equipo de gobierno de Carmena. De errores políticos así vienen lodos como estos. Junto con el Madrid Central, La Ingobernable era obsesión de este alcalde sobrevenido que es Martínez-Almeida. El vecindario coincide en los beneficios de La Ingo para la zona, pero eso no interesa a un alcalde que llama “caras” a este amplio colectivo que ha dado vida a un edificio condenado a la demolición y en el punto de mira del pelotazo y la especulación. Heredero de Ana Botella, Almeida ya hizo en octubre algo similar con el desalojo de La Dragona, cumpliendo con el mandato del ADN de la derecha que, mano a mano (militari) con la ultraderecha, ha llegado dispuesta a romper el tejido social crítico, lúdico y libérrimo de la ciudad. La derecha del odio hacia una ciudadanía que da soluciones que no pasan por el autoritarismo ni por el dinero. Lo de Botella con ese edificio público (cedérselo a la Fundación Ambasz, amiga del expresidente Aznar) fue la pretensión de un pelotazo que destaparon las personas que lo recuperaron para el uso común. Sacar a la luz la corrupción del PP es lo que no perdonan ni Almeida ni tampoco su amiga Villacís. Han sido miles de personas las que han construido la memoria que quedará, riquísima y feliz. Eso tampoco se perdona.

Las ingobernables dicen que el desalojo es inútil porque las ideas y las asambleas son indesalojables, porque la alegría es indesalojable, porque no te pueden quitar lo bailao. En estos años han demostrado que otro modelo de ciudad es posible, que otra política es posible, que otra cultura es posible, que otra organización es posible, que la autogestión es posible. Es imposible resumir todo lo que ha pasado por La Ingo, desde movimientos sociales de base a nombres de referencia en todas las áreas de acción y pensamiento. Construcción de ciudad y de convivencia. Quedará para Madrid. Y no solo: se reproducirá. Será muy pronto. Quizá cuando estas líneas hayan sido publicadas. Porque lo ingobernable se puede perseguir y reprimir pero no es posible suprimirlo. Ingobernable es la libertad. Ingobernable es la vida.

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