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El descontrol en la gestión del agua en España continúa

Vista área de una finca de regadios en Doñana.

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Según los informes que aparecen colgados en la web del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en España hay algo más de 4 millones de hectáreas de regadío, que suponen, según el INE, el 85% del consumo total de agua. Sin embargo, a los regadíos y consumos oficiales, habría que añadirle el de los regadíos ilegales, que las fuentes oficiales siempre han estimado entre un 5 y un 10 % más. De hecho, ya en 2006 el Ministerio de Medio Ambiente estimaba que existían en España alrededor de 510.000 pozos ilegales, de los que se extraían del orden de 3.600 Hm3 anuales, en su gran mayoría destinados a la actividad agraria. Para hacernos una idea, ese volumen de agua es el equivalente al que consume al año una población de cuarenta millones de habitantes. Sin embargo, en los últimos años, lejos de reducirse los pozos ilegales, su numero se ha incrementado notablemente en una gran parte del país, realizándose nuevos sondeos en pleno día, con total impunidad. De hecho, en estudios realizados el pasado año en cuatro zonas de regadío, pertenecientes a cuatro comunidades autónomas diferentes, ha resultado que el regadío ilegal se ha disparado, suponiendo en las mismas ya un 30% del legalmente registrado. De esta manera, es muy posible que la superficie de regadío realmente existente en nuestro país se sitúe actualmente en torno a los cinco millones de hectáreas de superficie, aproximadamente el 10% de la superficie nacional, algo que está claro que nuestros recursos hídricos superficiales y subterráneos no pueden aguantar de manera sostenible.

Es evidente que el regadío es el gran consumidor de agua en nuestro país, pues la cifra real de consumo es mayor que ese 85% del que habla el INE. Si tenemos en cuenta los retornos (el agua que vuelve al sistema hídrico después de utilizarse), nos encontramos con que el retorno del abastecimiento a poblaciones es del 80%, mientras que el del regadío es tan solo del 10%, y además reduciéndose, conforme aumenta la modernización y eficiencia en los riegos. De esta manera, el consumo de agua neto del regadío sería de más del 93% del consumo total. ¡Y eso sin contar con el regadío ilegal!, que sigue creciendo, especialmente en Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura, las tres regiones, además por este orden, donde más se ha incrementado la superficie regada con diferencia en los últimos 25 años.

Si se ha llegado a la actual situación ha sido porque las administraciones, y muy especialmente el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, y las consejerías de agricultura de la mayoría de las comunidades autónomas, no solo lo han permitido, sino que también lo han favorecido. Recorriendo las carreteras de esas regiones pueden observarse, a lo largo de cientos de kilómetros, miles y miles de hectáreas de pequeños olivos en hileras en regadío, viñedos en espaldera con riego, y también almendros e incluso pistachos, todos con sus tubos de riego por goteo.

A consecuencia de todo esto, nos encontramos por ejemplo con la situación actual, y que en los últimos años cada vez resulta más frecuente. El año hidrológico que acabó el 30 de septiembre de 2021 ha sido calificado por AEMET como un año normal en cuanto a lluvias. A continuación, es cierto que ha venido un otoño seco pero, siendo normal el año anterior y con la gran red de embalses de que disponemos (la mayor de la Unión Europea y la quinta del mundo), no es normal que ahora los embalses estén nada menos que 20 puntos porcentuales por debajo de la media de los últimos 10 años para esta misma semana. Y ello es debido al gran consumo de agua del regadío, y además ya se riega prácticamente durante todo el año. De hecho, podría decirse que “vivimos al día” con el agua, pues según llega a los embalses, con independencia de la época del año de que se trate, se deriva hacia los regadíos, habiendo pasado los primeros de ser “almacenes de agua” a casi ser meras “estaciones de transferencia”. Podemos afirmar que en España se está consumiendo agua bastante por encima de nuestras posibilidades.

A esta situación de exceso de consumo hay que añadir el hecho de que los recursos hídricos disponibles en nuestro país se han visto mermados en los últimos 25 años del orden de un 20%, mayormente como consecuencia de la subida de la temperatura media que se está produciendo a causa del cambio climático. Una subida que, según datos de AEMET, ha sido de 1,14 grados centígrados en la última década, con respecto a la temperatura media del periodo 1971-2000.

En definitiva, la superficie regada en nuestro país sigue aumentando de manera importante y continuada, a la vez que los recursos hídricos disponibles se están reduciendo, lo que nos conduce necesariamente a un escenario de cada vez mayor insostenibilidad y vulnerabilidad. De hecho, si a este otoño seco le sigue una primavera seca, lo cual no sería excepcional, pues las sequías son propias de nuestro clima, podría producirse un auténtico colapso hídrico este mismo verano en bastantes zonas, llegando incluso a producirse restricciones en el abastecimiento a numerosas poblaciones, además de generarse gravísimos daños ambientales en los ecosistemas fluviales.

Por todo ello, y aprovechando que hoy, 22 de marzo, se celebra el Día Mundial del Agua, es esencial que tanto nuestros gobernantes como la sociedad en general, tomen conciencia de la gravedad del problema, y se adopten medidas a corto y medio plazo encaminadas a frenar el descontrol existente en la gestión del agua. Como medida inmediata, debería restringirse ya el riego en una buena parte del país, donde los recursos hídricos son más escasos, y no reanudarlo hasta que el volumen de agua embalsada alcance los niveles normales. Asimismo, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico debería iniciar un plan para la clausura en unos años de todos los pozos ilegales existentes, lo cual es técnicamente viable, siendo sólo cuestión de voluntad política. Hay que frenar totalmente también el crecimiento del regadío en todo el país, a la vez que se reduce la superficie regada actualmente existente, no debiendo pasar en ningún caso de los 3-3,2 millones de hectáreas de regadío, con lo que se satisface sobradamente la demanda interna actual y futura, a la vez que seguiría produciéndose una cantidad importante para seguir dedicando a la exportación. Y de esta manera se podría llegar a alcanzar, después de algunos años de la aplicación de estas medidas, un cierto reequilibrio hídrico.

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