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Dibujando la tormenta

Garrido presidirá hoy una reunión del Consejo de Gobierno de la Comunidad

Montero Glez

Hace unos días falleció Pedro Sorela, maestro de periodistas. Era un profesor gruñón y exigente que sabía que el oficio sólo se conquista con curiosidad y entusiasmo. Por ello, cuando algo le gustaba, se sacudía el pecho con risotadas.

Sus clases de Redacción Periodística en la Complutense servían de práctica en una facultad donde la práctica apenas existe. Con la exigencia que le caracterizaba, el profesor Sorela ponía unos ejercicios que iban desde colarse en las urgencias de un hospital hasta contar una boda, pasando por la crónica de un partido de fútbol “Hay que afilar la mirada -decía en sus clases –mirar más allá de lo evidente”. Con tal consejo, enseñaba a descifrar los detalles ocultos en toda relación de hechos.

Yo nunca fui a sus clases, me pilló muy lejos. Cuando conocí a Pedro Sorela, ya había dejado Madrid y también la facultad pero cada vez que regresaba a mi ciudad nos veíamos en casa del amigo Mario Muchnik. Con unos güisquis servidos en vaso largo nos echábamos la noche, conversando sobre el Gabo, Faulkner, Mellville, Conrad y tantos otros y otras como Carson McCullers o Patricia Highsmith. En estos días me acuerdo de Pedro por partida doble, primero por el vacío que ha dejado su ausencia y luego por lo que está ocurriendo con el caso de Cristina Cifuentes.

No paro de preguntarme cómo sería la noticia más allá de lo visible. A Cristina Cifuentes la pillan con unas cremas en un supermercado y todo el mundo empieza a contar lo mismo, sin cambiar el punto de vista, cuando el arranque de la noticia no está en el supermercado, ni en las cremas, ni en el bolso, qué va. El principio de la noticia está esperando afuera, aparcado en el mismo sitio donde espera el chófer de la entonces vicepresidenta de la Comunidad de Madrid.

Es posible imaginar al chófer, haciendo tiempo, tal vez dándole al dial de la radio, escuchando algún programa de deportes o tal vez no, tal vez espera en silencio, hurgándose las narices, mientras aguarda a que salga Cifuentes del supermercado. “No tardo. Voy a entrar a por unas cremas”.

Tal vez el hombre se inquietase por la tardanza y más aún por la llegada de la policía. Tal vez. Sin duda alguna, habría que preguntarle al chófer para empezar el arranque de la noticia desde su punto de vista. Ese era el periodismo que Pedro Sorela intentaba enseñar. Descanse en paz.

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