Dr. Alberto y Mr. Feijóo
Alberto Núñez Feijóo sustituyó por aclamación a Pablo Casado el día que empezó la primavera del año 2022. No fue esa coincidencia del calendario la que hizo presagiar que el principal partido de la oposición iba a volver a su redil moderado y floral después de varios años de danzas con Vox, ese centrismo que tantas alegrías dio al PP y que expulsó con fuerza centrípeta a los militantes más duros hacia el partido de Abascal. Feijóo era un barón autonómico, defendía el gallego en la intimidad y a la luz, se distanciaba de Vox –a quien nunca había necesitado en Galicia–. De hecho, en su elección en Madrid dio un mensaje claro ante los suyos: “Guárdense las soflamas y empecemos a trabajar como adultos en la política española”. Luego se puso a buscar perfiles moderados y rescató por ejemplo a Borja Sémper, hoy una sombra sin voz en el partido.
Ahí todavía no se había desdoblado en dos, paloma y halcón, papeles que ha logrado alternar incluso a lo largo de un mismo día. Ese Feijóo de 2022 que hizo las maletas para ser presidente de España –y que aún no debía nada a ese Madrid sistémico y mediático– es al que le encajaría un plan de convivencia para Catalunya, cuya dirección contempla un perdón del Estado a Puigdemont si este hace lo propio. Es el Feijóo que puede ver algo exagerado imputar por terrorismo al líder independentista. No es el único, hay fiscales conservadores que ven ahí también un exceso de frenada. Lo sorprendente es que ese Feijóo, a quien su partido hizo líder con el 99,66% de los votos sabiendo de dónde venía aunque no tanto adónde iba, sea enmendado cada vez que se ha querido parecer al Feijóo que conocíamos o creíamos conocer. Es difícil de entender que sea la misma persona que, después de que una voz autorizada del PP anuncie a 16 medios de comunicación un cambio de rumbo, les acuse de inventarse un argumentario que se dio con el objetivo de que fuera publicado, que sea el mismo que sugiere tongos en Correos si las encuestas no le van por su regadera, que rompe un pacto para renovar el CGPJ a punto de firmarlo para no quedar de blando. Es el hombre de Estado y el que, tras la sesión de investidura de su adversario, no le ofrece la mano.
Cuesta encajar las dos figuras de Feijóo en la misma silueta sin que el trazado desborde. ¿Quién es el de verdad, el del gobierno “traidor” o el de la negociación, el demócrata sensato o el de un presidente Sánchez huido en un maletero? Quien sabía que Marcial Dorado era “contrabandista”, el que no sabía nada o el que no sabía que era narco porque entonces no había Google. Es el que miente en directo sobre la posición del PP en la revalorización de las pensiones o el que dice “tenemos que sacar la política española del enfrentamiento, de la hipérbole permanente”. El que organiza manifestaciones contra los pactos con el independentismo o el que dirige un partido que hizo el intento de llegar a acuerdos. Puede ser desconcertante, pero quizás Feijóo sea los dos, según el momento, el día o la presión. En lo que coinciden los dos presidentes del PP es que, cuando vienen curvas o cometen errores, meten quinta y siguen hacia adelante, arrasando a su paso a periodistas, carteros o la propia hemeroteca.
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