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No habrá elecciones por lo menos en un año

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

Carlos Elordi

A menos que el Gobierno sufra un accidente mucho más grave de los que ha conocido hasta ahora, hay que descartar la convocatoria de unas elecciones generales como poco en el horizonte temporal de un año. Es decir, hasta después de las municipales y autonómicas, lo cual, en la práctica, supone hasta otoño de 2019. Y no las habrá porque, pregonen lo que pregonen en la escena pública, ninguno de los partidos en liza quiere que las haya en estos momentos.

Porque ninguno está seguro de sus perspectivas electorales y porque todos ellos esperan, o no tienen más remedio que esperar, que con el paso de los meses sus posibilidades mejoren. Cuando se conozcan los resultados de las municipales y autonómicas será un momento crucial, la mejor encuesta, para valorar hacia dónde apuntan los humores del electorado. Hoy por hoy es, en buena medida, una incógnita.

En los meses anteriores a la moción de censura contra Rajoy las encuestas describían un panorama relativamente claro: el PP estaba en caída, aunque sin hundirse, Ciudadanos subía y mucho, el PSOE estaba prácticamente estancado, Unidos Podemos también y la suma de los porcentajes de los partidos de derecha superaba bastante claramente a la de los de izquierda.

Cuatro meses después hay indicios demoscópicos suficientes como para afirmar que la situación no es la misma. Y, más allá de esas pistas que se pueden prestar a todo tipo de interpretaciones, está bastante claro que el ambiente ha cambiado un tanto. O tal vez mucho.

En primer lugar, la estrella refulgente que fue Ciudadanos ha perdido mucho de su brillo. La moción de censura le dejó claramente descolocado. Porque el PSOE, le había quitado la iniciativa, y eso en política cuenta mucho, porque Albert Rivera no podía hacer otra cosa que apoyar al PP y, además, porque de cara a la opinión pública no podía esgrimir argumentos que explicaran esa decisión: Rajoy cayó por culpa de la corrupción, a buena parte de la ciudadanía le pareció bien que así fuera, la imagen del Ciudadanos regeneracionista se deshizo de golpe y tras ella apareció, en cambio, la de un partido de derechas sin más al que, bajo ningún concepto sus mentores y apoyos “excelentes” permitían que se saliera un ápice de ese terreno.

Y en esas sigue. Con la complicación de que el PSOE ahora le muerde votos por el centro y amenaza con quitarle muchos más, porque la derechización histérica de su discurso y de sus movimientos desde hace ya muchos meses dificultan gravemente las posibilidades de Albert Rivera y los suyos de atacar en ese decisivo espacio político.

A eso hay que añadir que el PP puede recuperar una parte, puede que hasta muy importante, del electorado que se le ha marchado a Ciudadanos. La entrada de José María Aznar en escena, como líder real del PP y con su discurso radical de derechas, tiene como primer objetivo justamente eso. Con Cataluña por delante. Y es harto difícil que Albert Rivera transmita la sensación de que es más nacionalista español que el expresidente del gobierno. Con Rajoy podía. Con Aznar, no.

De todo lo anterior se puede deducir que Ciudadanos ha debido de perder muchas de las ganas de elecciones que tenía hace unos meses. Sí, hará todo lo posible para deteriorar al gobierno del PSOE. Pero preferirá esperar. Cuando menos hasta comprobar que su trabajo de los últimos años se traduce o no en un aumento de la presencia municipal y autonómica de su partido.

Tampoco el PP quiere elecciones ahora. Porque necesita tiempo para rehacerse, para restañar las graves heridas que ha dejado la pelea de su Congreso –con miles de cuadros sorayistas y cospedalistas perdidos por las esquinas pero no muertos políticamente– y para coagular la nueva bicefalia Aznar-Casado. En esas condiciones, hoy por hoy es incapaz de dedicarse al ingente trabajo que supone preparar unas generales. Bastante tiene con los comicios locales y regionales.

Está claro que el PSOE quiere que la legislatura dure todo lo que sea posible. Porque cree, y en principio no le falta razón, que sus iniciativas políticas y el mero hecho de tener en sus manos el poder le benefician electoralmente. Pero si hace mal las cosas, y no las está haciendo muy bien, eso puede quedar en poco. Y si las hace rematadamente mal, corre el riesgo de crear una situación insostenible que lleve incluso a convocar elecciones antes de que las cosas se pongan horribles. Hoy por hoy, ese el único supuesto en el que podría producirse un adelanto.

La presión mediática y política sobre el Gobierno no va a remitir. Y menos la que la derecha ejerce sobre su presidente. Lo que tratan es de impedir que consolide su liderazgo. Partiendo del hecho de que los antecedentes de Sánchez –su derrota y defenestración en el PSOE, su errático camino para lograr, sin conseguirlo, ser presidente en 2016– hacen que, por el momento, este no sea particularmente fuerte. Y la campaña relacionada con su tesis doctoral y con su libro no lo están mejorando. Cuando concluya este episodio, Sánchez estará obligado a hacer algo que levante su imagen. Y no un jueguecito de relaciones públicas como invitar a La Moncloa a unas decenas de ciudadanos. Porque reforzar su liderazgo es clave para que el PSOE pueda alcanzar su objetivo prioritario: el de ser el partido más votado en las próximas generales.

Por último, Unidos Podemos no está acuciado por la necesidad de ir a las urnas. Su nueva línea política, la de la unidad de izquierdas, le está yendo bien. Tienen bastante más protagonismo legislativo y mediático que antes, se puede apuntar más de un tanto parlamentario y legislativo, nada chirría demasiado su interior. Y su apoyo al Gobierno no les ha restado un ápice de su autonomía. Si un día Sánchez gira a la derecha –porque las circunstancias y los poderes reales le obligan a ello o porque le conviene para conquistar el espacio de centro– Pablo Iglesias y los suyos pueden cambiar de registro y convertirse en oposición de izquierda. Pero por ahora eso no va a ocurrir. La prioridad de unos y otros es sacar adelante el presupuesto y prolongar lo que se pueda la legislatura.

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