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Entrevista exclusiva (y falsa) a Juan Carlos I

Juan Carlos I en Emiratos Árabes en una imagen de archivo.

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Juan Carlos I me cita, por videollamada, a las 10:30 de la mañana (12:30 en Emiratos Árabes Unidos). Comparece puntualmente, con la piel bronceada y el cabello mojado. Al fondo, palmeras y columnas blancas. Vestido con un bañador de Dolce y Gabbana, me atiende recostado en lo que parece una auténtica piel de tigre de sumatra.

Majestad, buenos días.

¡Buenos días desde Abu Dabi!

Antes de nada, me gustaría saber cómo se encuentra.

¡Horroroso! ¡Fatal! No he podido pegar ojo. Anoche hicieron en el hotel una fiesta temática de Afganistán. Hasta las siete de la mañana ha durado, ¿te lo puedes creer? Yo me retiré a las cinco y media porque el disfraz de talibán me estaba matando. No sé cómo pueden ir por ahí con esas barbas, de verdad te lo digo.

Majestad, sabrá que está usted en el ojo del huracán informativo aquí, en España.

Yo llevo España en el corazón. No hay día que no consulte el estado de mis cuentas en alguno de los bancos que son motivo de orgullo internacional para todos nosotros.

Ya, bueno, pero sabe por qué se está hablando de usted, ¿verdad?

Sé que hay una cierta confusión relativa a mis rendimientos de trabajo.

Se le acusa de cobrar comisiones en las obras del AVE a la Meca.

No, no, cuidao. Yo lo que hice fue cobrar por mis servicios, ni más ni menos.

¿Y qué servicios fueron esos?

Asesoría en travesaños.

¿Asesoría en travesaños?

Sí, mira. Tú a la gente le dices “vías”, y ¿en qué piensa? En los raíles. Es un error muy común. Piensan en los raíles. Todos. Pero ¿qué pasa con los travesaños? Sin travesaños, los raíles se separarían debido a procesos de dilatación y, para cuando te quieres dar cuenta, se te ha montado ahí una tragedia.

Lo entiendo, pero ¿en qué consistía su asesoría exactamente?

Mandaba SMS a los de la constructora y les decía: “no os olvidéis de los travesaños”. No exagero si digo que he salvado millones de vidas. Kid! One more caipirinha!

Usted tuvo una cuenta en un banco suizo.

Sí.

¿Por qué?

Por las sartenes. Regalaban un juego de sartenes de teflón, y yo siempre he sido muy del teflón, los que me conocen bien te lo pueden decir. En general, todo lo que sean polímeros a mí me vuelve loco, pero es que el teflón en concreto me pierde. ¡Qué resistencia al calor! ¡Qué antiadherencia!

Se sabe que el Ministerio de Finanzas de Arabia Saudí le ingresó decenas de millones de euros en esa cuenta.

¿La de las sartenes?

La de Suiza, sí.

¿Sí? Ah, sí, calla, ya me acuerdo. Eso fue por el Hemnes.

¿El Hemnes? ¿Qué es el Hemnes?

Un armario. De IKEA. Al ministro de Finanzas saudí le encanta el diseño nórdico. Todo muy blanco, muy soso. Y se encaprichó del Hemnes. Pero en Arabia Saudí no hay IKEA, claro, así que se hizo una IP falsa y se lo compró en el de Vallecas. No sé si lo sabes, pero Abu Dabi está a cinco mil seiscientos kilómetros de Vallecas. Le cobraban 120 millones de euros por llevárselo a casa, y le dije: “no digas tonterías, hombre, ¿cómo vas a pagar eso por un mueble de IKEA? Te lo acerco yo por la mitad”.

No es el único escándalo que le persigue.

¿No?

No. En 2012, hizo usted una donación de 65 millones a la señora Corinna Larsen. ¿Podría decirme por qué?

Chico, es que ya no sabía qué comprarle. Corinna siempre ha sido muy suya para los regalos. Una vez le regalé un Monet y me suelta: “es que soy alérgica a los nenúfares”. ¿Cómo te quedas? Otra vez se me ocurrió regalarle un tigre de bengala, pero le hizo así con la garra a su sobrino y se empeñó en devolverlo. ¡Ya ves tú, ni que fuese el primer niño manco! Total, que, en 2012, llegó su santo y le dije: “mira, ni pa’ ti ni pa’ mí; toma 65 millones y te compras lo que quieras”.

¿No es un regalo algo… excesivo?

Hombre, eso depende. Para un menesteroso, una Sprite es ambrosía, ¿entiendes lo que te quiero decir?

Perfectamente, Majestad. Gracias por dedicarme estos minutos.

Yo, por España, lo que se pueda. Kid, for God’s sake, bring my bloody caipirinha!

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