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Europa, otra Europa

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. / Efe

Teresa Rodríguez (@TeresaRodr_)

Profesora de educación secundaria y candidata número 2 en la lista de Podemos al Parlamento Europeo —

Resulta cómico que el PP y el PSOE coincidan en el eslogan “no somos lo mismo”. Algo no les funciona bien a ambos cuando se ven obligados a realizar una campaña para las elecciones europeas de campanario, en tono menor, poco motivadora de la participación electoral y carente de propuestas para los problemas de fondo. Es evidente, no son exactamente lo mismo, pero la ciudadanía no puede distinguirlos en lo que actualmente es fundamental: la política económica. Los conservadores propugnan de forma despiadada la austeridad para la mayoría como el único camino, los socialdemócratas no pasan del piadoso e inocuo “austeridad sí, pero no así”. Ambas posturas se reproducen en cada país y a escala de la UE. Resulta dramático que los socialdemócratas estén gobernando con los conservadores en Alemania bajo la hegemonía de Merkel, cuyo partido ha contado también con apoyos verdes en algunos länder, y que el tándem Hollande-Valls, apoyado por la mayoría del grupo verde francés, aplique las políticas del austericidio.

Gobernar con los conservadores, o como los conservadores, está resultando tóxico tanto para la socialdemocracia como para los verdes que ven mermar sus expectativas electorales. La cadena de acuerdos que configura la arquitectura económica de la UE con origen en Maastricht y concreción en el Pacto Fiscal y en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento determina a la baja las políticas sociales y ecológicas. Esos pactos corresponden a la lógica neoliberal frente a la que la mayoría de los grupos no presentan alternativas estratégicas.

Es ilustrativo escuchar a Enrique Barón y a Álvaro Gil Robles, que no están en la refriega localista del “y tú más”, defender con los mismos argumentos y palabras las bondades de la actual UE como la Europa de los ciudadanos. En ambos casos se silencian la ausencia de legitimidad democrática de la Comisión, el Consejo, la Alta Representación de Política Exterior y el BCE, las cortas competencias actuales del Parlamento y la imposición autoritaria del núcleo duro de las decisiones económicas y monetarias desde Bruselas que constriñen las competencias de gasto de los Estados miembros en materias como sanidad, educación, cultura, medio ambiente, investigación, pensiones o política salarial.

Las cosas se están moviendo en el Estado español y a escala europea. Están apareciendo nuevos fenómenos de gran calado. Por un lado, el sistema bipartidista español, eje fundamental del régimen político nacido de la Transición, da síntomas de agotamiento lo que conlleva una pérdida creciente de apoyos de ambos partidos y de legitimidad del mismo sistema. En el caso europeo se concreta en el desgaste del Partido Popular Europeo y de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas. Por otro, se detecta un aumento de la desafección política de amplias capas de la ciudadanía y de aumento del abstencionismo. Pero también cabe señalar que por las grietas del descrédito de las opciones mayoritarias y apoyándose en el descontento social empieza a colarse el peligro de la extrema derecha, como el Gobierno húngaro de Orban o el ascenso del Frente Nacional en Francia y de otras opciones en diversos países que combinan temáticas sociales con el racismo y la xenofobia, ataques nacionalistas a la idea misma de cooperación europea y que económicamente defienden diferentes fórmulas de proteccionismo nacionalista en el marco de la aceptación de la globalización capitalista tal cual es. El riesgo del fascismo no se previene con “más de lo mismo” de lo que lo ha generado, requiere alternativas que conviertan en acción política la indignación social.

La buena noticia es que las encuestas auguran un ascenso electoral en toda Europa de las opciones de izquierda que defienden la democracia sin cortapisas y el derecho a decidir de los pueblos sobre todos los aspectos, incluida la economía. También en el Estado español donde, junto a otras fuerzas en ascenso, resulta ilusionante la irrupción con fuerza creciente de Podemos. Una fuerza valiente frente a la Troika, una fuerza heterogénea y plural que puede y debe llegar a acuerdos para impulsar un cambio de rumbo –guiado por el sentido común de la dignidad y la ruptura frente al abuso y la emergencia ecológica y social– en tres ámbitos: en el modelo productivo existente para que sea ambientalmente sostenible; en la política económica y social de la UE para que sirva a los intereses de la mayoría frente los grupos industriales y financieros; y en la refundación institucional sobre bases radicalmente democráticas para que realmente la ciudadanía europea sea soberana y dueña de su destino colectivo.

Acabar con la austeridad, controlar las finanzas, crear empleo y dar marcha atrás en la divergencia económica, reducir la desigualdad y ampliar la democracia son los epígrafes de la hoja de ruta que se nos propone desde el interesante Manifiesto Otro camino para Europa impulsado por European Progressive Economist Network. Léanlo, es corto, claro y va al grano. Vale la pena. Y no se olviden, voten porque también podemos cambiar las cosas desbordando las instituciones con la voz de la indignación y las alternativas que llevamos años construyendo desde los movimientos sociales. Porque también podemos cambiar las cosas convirtiendo en leyes las justas reivindicaciones de la calle. Pero sobre todo: no dejen de luchar.

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