Formación en testudo

Pedro Sánchez ha hecho público este lunes su nuevo gabinete, que es una versión compactada de su viejo gabinete. No se podían esperar brillos nuevos ni átomos libres porque, a diferencia de aquel 2018 en el que incluyó fichajes sonoros como el astronauta Pedro Duque o el juez estrella Grande-Marlaska, la legislatura no está de humor. Los bloques que van a la melé son las derechas unificadas contra una izquierda amalgamada con partidos independentistas y un ADN de su padre y de su madre. Cuando se miren entre ellos y piensen qué pintan en la trainera, como dijo Ortúzar, siempre podrán cerrar los ojos y recordar a Abascal alentando manifestaciones violentas o a Feijóo deslegitimando al nacionalismo. También podrán preguntarse si en realidad les gusta tanto la fruta.
En su soledad, cuando haya que votar, el PP quizás se dé cuenta de cuánto ha perdido al arrimarse a Vox y, lo que es más importante, al cancelar al resto. Entre otras cosas, ha perdido la posibilidad de representar al glorificado centro y que Feijóo fuera investido, algo que ha rechazado en aras de una ética tan elevada que ni Aznar o Rajoy alcanzaron cuando necesitaron los votos. En realidad, porque el presidente del PP –o la coalición de sensibilidades que manda en Génova– cree que el diálogo hacia el extremo derecha le va a rentar más que la conversación radial.
Que Félix Bolaños asuma Justicia evidencia lo importante que será la aplicación de la ley de amnistía y los obstáculos que se prevén al respecto. Si hay jueces que se han manifestado contra una ley que no estaba escrita, qué harán cuando tengan que tragarla a cucharadas. Que María Jesús Montero ascienda a vicepresidenta y Pilar Alegría a portavoz, evidencia que el socialismo ensambla un Gobierno que elimina cualquier porosidad por la que pudiera calar el envite de PP y Vox. Quien esperaba grandes sorpresas o nombres ocurrentes tuvo que conformarse con el verdadero fichaje del día: el de Telecinco, que se lleva a Carlos Franganillo. Así como hacían las legiones romanas con la formación en testudo, la apuesta de Pedro Sanchez es un gabinete parecido al anterior pero con los escudos entrelazados para que reboten las flechas que se seguirán lanzando en la legislatura.
Sumar, que mantiene los cinco ministerios que la anterior legislatura tenía Podemos, será esencial en esa estrategia de cerrojo ideológico. Desde el debate en TVE al que no fue Feijóo porque iba ganando de calle, quedó claro que la estrategia de Yolanda Díaz es marcar ciertas diferencias con el PSOE pero mantener la complicidad, al menos en público. Los dos bloques antagónicos de la legislatura ya tienen garrote en mano, hora de duelo y campo asignado, y en la parte progresista no están dispuestos a que se abra una rendija por la izquierda, menos aún en el Consejo de Ministros. Podemos es un partido que ha optado siempre por evidenciar las diferencias con el PSOE legítima, sonora y reiteradamente cuando ha gobernado en coalición y algo le ha parecido mal. Es verdad que Yolanda Díaz no le ha hecho un ofrecimiento serio de paz ni ha intentado darles un ministerio en serio, como también es cierto que el partido de Ione Belarra no tiene solo un problema de legitimidades con Sumar: si hacen autocrítica verán que a.C. (antes del Cristo con Sumar), el 28M quedó seriamente tocado y hundido como partido. El riesgo que asume Díaz es perder personalidad política en favor de la concordia en el Gobierno y que, al dejar fuera a Podemos, haya que pactar lealtades paso a paso hasta la ruptura final.
Puede que la legislatura no sea muy prolífica en leyes, en parte porque el mejor modo de no romper el difícil equilibrio entre los ocho partidos que sostienen la investidura es no tentar demasiado a la suerte con las votaciones. La ideología de bloques con la ultraderecha como espantapájaros y la indignación e incertidumbres sobre las cesiones a Catalunya y País Vasco –nunca antes el independentismo pintó tanto– son la espina dorsal de un tiempo nuevo para un gobierno conocido.
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