El gatillazo del cambio
Ciudadanos se presentó esperando que los de Pablo Iglesias se levantasen de la mesa. Podemos se presentó seguro de que se levantarían los de Albert Rivera. El PSOE se presentó convencido de que su papel era una mezcla entre oyente y casamentera y que ya habría tiempo para ir al grabo. El tacticismo se impuso a la estrategia y Mariano Rajoy es el gran beneficiado. Gana su apuesta por ver y esperar a otras elecciones. Aunque esta vez lo justo sería reconocer que el mérito no corresponde a su código. Le ha salido de chiripa. Todo el crédito se lo llevan sus competidores.
PSOE y Ciudadanos son responsables de haberse presentado en la sala de negociaciones sin una oferta que anticipara las más que previsibles demandas de Podemos y abriera los espacios para la búsqueda del acuerdo. Los socialistas tenían su oportunidad de impulsar el pacto transversal en ese encuentro a tres. Confiar o esperar a una segunda reunión suponía una imprudencia y un riesgo innecesario. Los de Pedro Sánchez no podían permitirse el lujo de acudir como oyentes o casamenteros. Su papel era el de ese novio que realmente quiere casarse con la novia. Debían y tenían que aportar un propuesta de acuerdo que sacara a la fuerza de su zona de confort tanto a los naranjas como a los morados.
La pretensión de Ciudadanos de no mover ni una coma de su pacto con el PSOE resulta tan ridícula como sus constantes llamamientos a un PP que sólo espera las elecciones, además de arrojar algo más que serias dudas sobre su verdadera voluntad negociadora. Puede que a Podemos le haya movido el cálculo electoral pero a Ciudadanos también. A fin de cuentas ambos comparten y compiten en varios grupos de votantes.
Hay algo que no acaba de cuadrar en el relato ofrecido por Podemos. No tiene mucha coherencia declarar en vía muerta el acuerdo PSOE-Ciudadanos y luego someterlo a consulta de tus bases. Resulta completamente contradictorio presentar un documento declarando la intención de negociarlo e inmediatamente convocar a tus bases a votar sin esperar la respuesta de la otra parte, hurtándoles así la posibilidad de pronunciarse sobre la posibilidad de un compromiso real pero forzándolas a elegir entre tu propuesta y la propuesta de los de fuera.
En ambos casos se siembran dudas sobre la voluntad de negociar al conferirle a todo un aire teatral y la consulta parece un artefacto para solucionar un problema interno, no la vía para legitimar una decisión. De hecho la respuesta socialista al documento de Podemos plantea ahora cuando menos una duda relevante: ¿sobre qué opciones se van a pronunciar exactamente las bases de Podemos?
Aunque también puede estemos especulando demasiado y la realidad haya sido más sencilla y hasta más humana. El pacto a tres vivió un gatillazo. Sentados a la misma mesa, unos y otros, sintieron el vértigo de iniciar un proceso del cual les iba a resultar muy difícil desmarcarse si seguían adelante y apretaron el botón del pánico. Puestos a escoger entre el riesgo de quemarse en un acuerdo de gobierno o en unas elecciones prefirieron el comodín del público.
Si nadie con dos dedos de frente lo remedia todo parece indicar que vamos a una repetición de elecciones que no quieren seis de cada diez votantes, con una repetida y soporífera campaña de dos meses donde el PP volverá a contarnos que tenemos que elegir entre ellos o el caos, Albert Rivera volverá a endilgarnos el sermón de los rojos y los azules y la izquierda se enzarzará en un interminable juego de la culpa. No hacen falta muchas encuestas para saber quién gana.