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Por qué a Grecia, que se ha esforzado más, le ha ido peor que a España

Daniel Fuentes Castro

No se dirá suficientes veces que compartir la misma moneda necesita avances en la política fiscal y presupuestaria europea que no se han producido. Y que, con el diseño actual de la zona euro, seguiremos agravando los desequilibrios económicos entre los países que presentan grandes diferencias en sus indicadores de productividad y en sus tasas de inflación. Esto vale tanto para Grecia como para España, y para la Unión en su conjunto.

Si miramos a lo específico de la deuda griega veremos que no se explica por la supuesta irresponsabilidad financiera de su ciudadano medio. Según la OCDE el endeudamiento conjunto de las empresas y hogares griegos estaba entre los menores de la zona euro en 2007 (momento álgido de la burbuja de crédito). Equivalía al 113% del PIB, muy por debajo del 161% de Alemania, el 200% de Francia y el 275% de España. Actualmente Grecia sigue estando entre las economías europeas con menor endeudamiento privado, clasificación que España sigue liderando.

Existe el consenso de que el hecho diferencial de Grecia reside en el funcionamiento de su sector público. En 2007, mientras la deuda pública española estaba en el 35,5% del PIB, la deuda griega alcanzaba ya el 103,1%. Usando un símil ciclista, Grecia llegó al inicio de la subida a puerto absolutamente fundida. Y no llegó a ese punto por los dictados de la Troika, sino por errores propios.

Los griegos, como los alemanes y los españoles, no llevan escrito en su código genético ser más o menos propensos a respetar las normas sociales que cualquier otro. Todos respondemos a incentivos. Y por eso todos dependemos del buen funcionamiento de las instituciones, de quienes están al frente de ellas y de su calidad democrática.

Decir que el sector público griego está sobredimensionado, que es tremendamente ineficiente y que a su sombra se ha alimentado una economía ficticia que no genera valor añadido, no es pretender echar abajo el Estado de bienestar. Es admitir una realidad sin la cual no es posible construir algo mejor. Y es una cuestión sobre la que los ciudadanos griegos deberían exigir cuentas a sus propias élites.

Sin embargo, todo esto no debe servir para ocultar la realidad económica que subyace al incremento de la deuda griega desde el inicio de la crisis. La cuestión no es tan simple como decir que los griegos han sido irresponsablemente manirrotos o que sus actuales gobernantes son insuficientemente tecnocráticos. Ha habido, sobre todo, un serio error de política económica.

Primer elemento de contexto: la crisis económica en Grecia es de una virulencia inusitada, mucho mayor que la sufrida por la economía española

Si la austeridad nos ha parecido insoportable a los españoles, siendo que nuestro gasto público en 2014 fue un 5,8% mayor que en 2007 (a pesar de los recortes), qué no habrán sufrido los griegos con una disminución del gasto del 17,4%. Si una contracción del PIB nominal de 2,1% entre 2007 y 2014 parece un drama en España, qué no habrá ocurrido en Grecia con un -23,1%. Y si nuestro ajuste es doloroso porque contamos con un 9,5% menos de ingresos, cómo será en Grecia con una disminución de 12,3%.

Segundo elemento de contexto: Grecia ha hecho un esfuerzo fiscal considerable, mayor que el realizado por España

En vísperas de la crisis, la diferencia entre los ingresos y los gastos públicos (sin contar el coste de los intereses de la deuda) representaba +3,6 puntos de PIB en España, mientras que Grecia arrastraba un déficit primario de -2,2 puntos. Siete años después, en un contexto de recesión económica, Grecia ha conseguido revertir la situación y situarse en +0,4 puntos. España, sin embargo, presenta a día de hoy el segundo mayor déficit primario de la zona euro, sólo superada por Chipre.

Tercer elemento de contexto: el incremento de la deuda pública en Grecia desde el inicio de la crisis ha sido mucho mayor que en España, pero la diferencia entre ambos casos no es achacable a la evolución de los ingresos y gastos públicos propiamente dichos (gráfica 3).

Hasta ahora hemos observado dos puntos fijos, la situación de partida en 2007 y la situación al término de 2014. Aunque es suficiente para saber dónde estábamos y dónde estamos, no sirve para extraer conclusiones sobre lo que ha pasado por el camino. Cuando se tiene en cuenta la evolución de los determinantes de la deuda pública en cada uno de los años del periodo, resulta que la evolución del gasto es responsable de un incremento de la ratio de deuda equivalente a 19,0 puntos de PIB en Grecia y de 21,8 puntos en España, mientras que la evolución de los ingresos explica 16,2 puntos de deuda en Grecia y 18,3 puntos en España. Dicho de otra manera, el deterioro del déficit primario explica 35,2 puntos de deuda griega desde el inicio de la crisis, que es menos que los 40,1 puntos del caso español.

¿Cómo es posible que, habiendo hecho un mayor esfuerzo presupuestario que España, Grecia haya incrementado su deuda mucho más?

  • En primer lugar porque la crisis económica ha sido mucho más profunda en Grecia que en España. La deuda no se mide en valores absolutos, sino en relación al PIB de cada país. Piense en la deuda que puedan tener dos clubes de fútbol como el Real Madrid y el Rayo Vallecano (lo que cuenta no es tanto la deuda en millones de euros, que normalmente será mayor en el primer caso, sino qué proporción guarda con los activos de cada empresa). Así, una parte del incremento de las ratios de deuda corresponde a la disminución del denominador, no a lo que sucede en el numerador. Este efecto es responsable de un incremento de 42,8 puntos de PIB en el caso de Grecia y de tan sólo 1,4 en el caso de España.
  • En segundo lugar porque, al estar Grecia mucho más endeudada que España al inicio de la crisis, se ha visto obligada a soportar un mayor coste en concepto de intereses (que son proporcionales a la deuda acumulada). Es lo que se conoce como explosividad de la deuda pública: los intereses crecen porque el volumen de deuda es grande, y el volumen de deuda crece porque los intereses son importantes. La consecuencia es que España ha pagado intereses por valor de 17 puntos de PIB, mientras Grecia ha tenido que afrontar 36.

Atenas puede argumentar que su deuda se ha incrementado 42,8 puntos de PIB a causa de la recesión, más 36,0 en intereses y otros 16,2 en reducción de ingresos. Y tiene motivos para estimar que buena parte de esta factura es la consecuencia de un exceso de austeridad.

Bruselas puede argumentar que ha puesto de su bolsillo el equivalente a 40 puntos de PIB griego (lo que en la gráfica 3 aparece como “ajuste déficit – deuda” corresponde principalmente a la restructuración de 2012), cifra que baila al son de la partitura contable escogida, y puede defender que el retorno de Grecia a una situación de superávit primario muestra que las reformas exigidas van en la buena dirección.

Lo que no puede hacer Bruselas es presentar a España como la prueba fehaciente de que la austeridad es el camino a seguir. Porque ni la deuda de España estaba al nivel de la deuda de Grecia al inicio de la crisis, ni la recesión en ambas economías ha sido de la misma magnitud. Estas dos diferencias son precisamente la prueba de que la austeridad es una cuestión de dosificación que, si en España nos ha parecido exagerada, en el caso de Grecia se ha ido completamente de las manos.

La austeridad forma parte de la combinación de políticas necesarias para superar un problema de sobreendeudamiento, junto a la inflación, las quitas y el fomento del crecimiento. Hace mucho tiempo que los que reclaman más tecnocracia tendrían que haber echado mano de las demás recetas, en lugar de lamentarse ahora de que nos lo vamos a jugar todo a un cara o cruz.

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