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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

La guerra de los abuelos del PP

Dibujo de un niño que recoge bombardeos durante la Guerra Civil española.

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Se diría que a los dirigentes del Partido Popular les da mucha risa, según dicen, lo carcas que son los progresistas con las fosas de no sé quién, aunque esa burla esconde otra realidad. Lo hizo Pablo Casado –que el PP tiene ya en su gloria- y lo ha repetido, con creces, el actual presidente Alberto Núñez Feijóo. Fue “una pelea de nuestros abuelos y bisabuelos”, dice, no un Golpe militar de corte fascista, seguido de tres años de guerra con miles de muertos y 40 años de dictadura (con prórroga). Cuando algunas de las víctimas empiezan a encontrar los restos de sus seres queridos en las cunetas donde los echaron como despojos sus asesinos, es cuando menos una ofensa carente de toda sensibilidad.

La verdad es que los dirigentes del PP se sienten incómodos con cualquier reivindicación de las víctimas del franquismo, como si les atañera personalmente. Feijóo, Ayuso y Almeida ni siquiera acudieron al primer acto oficial del Estado en reconocimiento de las innumerables víctimas del franquismo que se hizo coincidir el día 1 de noviembre con el aniversario del día en el que fue aprobada la Constitución. Es una declaración implícita de los populares bastante diáfana.

La soflama de Feijóo es una de las peores del grupo: no solo se mofa de las víctimas, pretende sentar unos criterios que le hacen aguas por todos los lados.

El presidente de un partido fundado por un exministro de Franco, Manuel Fraga Iribarne, vuelve a repartir y negar carnets de constitucionalistas, cuando él mismo incumple su mandato al seguir atrincherado sin renovar el Poder Judicial como le mandó hacer Ayuso y quienes manejan los hilos. Es un problema porque seguramente hay quienes, al oírle, le creen.

Lo peor es la frivolización de una guerra y una dictadura saldadas con total impunidad para sus autores. Total. Como en pocos países ha sucedido a tal extremo. En la guerra de los abuelos de este señor –dada su edad, más bien, sus padres- hubo multitud de víctimas que merecen reparación. Atroces relatos que hemos oído en testimonios, visto en el cine, y en los recuerdos de nuestros propios padres expuestos en todos los tonos del sentimiento. Las víctimas de los golpistas eran arrancadas de sus familias por ser “rojas”, rivales o incluso prestatarias de una cuenta pendiente a quienes pagaron así el favor. Han pasado esos 80 años de los que se burla Feijóo con familiares buscando sus restos, muchos no llegaron a tiempo de encontrarlos. Hoy mismo se publica, con imágenes, el hallazgo de la fosa 702 en Jaén con los restos amontonados de 1.200 ejecutados por el franquismo: “el corralito de los ahorcados”. 

La noche en la que Putin emprendió la invasión de Ucrania, la periodista Olga Rodríguez se encontraba en Villadangos, León, la tierra de su familia, del bisabuelo que les fue arrebatado por los golpistas y al que nunca más volvieron a ver. Se alternaban los relatos de la guerra europea con la memoria histórica de la contienda española. Se me quedó grabada la imagen, en la crónica de Olga, de una pierna inerte colgando en el camión que se alejaba. Una pierna que anduvo, de alguien que vivió y pensó y sintió y luchó. Los objetos que se encuentran en las exhumaciones cargados de historias, desde un sonajero a una medalla de la Virgen Milagrosa y protectora. Y siempre se agolpan los recuerdos de otras odiseas, muy cercanas. España guarda un reguero de vivencias similares. De los silencios que se sucedían en la dictadura, sin comprender los niños por qué había que hablar en voz baja de cualquier queja o crítica. Las paredes oían, la mezquindad también.

Quienes han vivido de los réditos de esa guerra real, bruta, doblemente injusta, han sido los vencedores y sus herederos. Se apoderaron del dinero, las casas, las joyas, de sus víctimas, hasta de los hijos, que les robaron. Coparon negocios, industrias, puestos clave. Se quedaron con parte de la justicia, y así está; con los medios, y así han ido evolucionando. Con la forma de hacer. Con la laxitud moral. La tolerancia a la injusticia y la corrupción. El espíritu antidemocrático. Ni diseñado a propósito lo hubiera hecho mejor el bipartidismo. Y no nos dimos la mano en los años 70; seguía siendo la bota sobre el cuello, pero era preferible, como siempre se piensa en España, el Mal Menor.

Feijóo quiere hablar con “otro” PSOE. Ya lo ha dicho, lo repite. ¿Con el de Barrionuevo, ministro de Felipe González, que confiesa crímenes de Estado con total tranquilidad, sin que se mueva un músculo de esta España? ¿Por ejemplo, con ese PSOE y sus afines? Lo que toma cuerpo es la confirmación de que los barones, muy escorados a la derecha, andan plantando cara a Pedro Sánchez de nuevo. El PSOE, según El Español de Pedro J. Ramírez, ha suspendido un encuentro el sábado para celebrar los tres años del triunfo del partido porque varios barones se han negado a acudir. El PP y ese PSOE son de antiguo colaboradores necesarios de importantes fiascos.

Y faltaba ella y sus colaboradores en los medios, que parecen haber dejado de ser informativos. Sí, es su forma de estar a diario en las noticias, pero miles de seres se lo tragan entero sin querer saber de qué forma son engañados y usados.

Terribles acusaciones las de la bicefalia del PP. Golpes de Estado, Le Pen de la izquierda para Sánchez, descalificaciones abruptas para sus socios. Política trumpista, ultraderecha alborotadora y sucia que suelta tinta, o sangre, para ocultar sus desmanes. En el caso de la presidenta de Madrid, el desastre que ha provocado en la sanidad. Y que lava con la ayuda del falso periodismo. Ése que luego se amplifica en las revistas de “prensa” de radios y televisiones. Y soslaya el peligro para la salud de 6 millones y medio de personas residentes en Madrid. Afectadas de indefensión a poco que se saquen consecuencias de lo que está sucediendo. 

A todo esto, y, como si fuera casualmente, paro patronal del transporte por carretera de los mismos que provocaron el desabastecimiento en marzo. No lo secunda la asociación mayoritaria pero varios medios potentes olvidan informar de ese detalle nada nimio. De por medio, Manolín, el facha, sin camión ni licencia y muchas ganas de paralizar España.

Ayuso vuelve a marcar el camino a Feijóo, los dislates han de ser a lo grande, más cada vez. Él está en ello. Se va a Argentina a decir que “el Gobierno busca ”cambiar el régimen democrático“. Es abusivo y un posible delito, si existiera una justicia imparcial generalizada en España. Ni de lejos se trata de libertad de expresión, es libertad para injuriar y dañar. Esto sí es una Declaración de Guerra, a toda plana, con el patético eco de Feijóo al otro lado del Atlántico. ¿Será la guerra de los hijos y nietos del PP?  

Todo empezó con la impunidad.  A veces la solución remite al principio, sobre todo a los principios. Y en ese punto esta derecha española  queda casi desnuda y es absolutamente desarmable. 

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