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Cómo dejar de hablar de 37 asesinados en una semana

Decenas de personas intentan sortear el cordón policial tras superar la valla de Melilla. Entre ellos está Nasser (a la derecha, con sudadera azul marino y dibujo turquesa), quien ha sido devuelto a España.

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Estos días he visto un poco perpleja todo el revuelo que ha causado en la opinión pública cuestiones que van desde la cumbre de la OTAN hasta una foto en New York. Y el silencio vergonzoso sobre la atrocidad que acaba de ocurrir a manos de la gendarmería marroquí y la policía española, en la valla de Melilla. Han pasado ya dos semanas desde entonces y esto no ha durado una semana retumbando en los medios. Solo los movimientos antirracistas y de personas migrantes han logrado sostenerlo, como lamentablemente era de esperarse.

Me ha resultado inevitable plantearme algunas cuestiones y asombrarme con otras:

Cómo ha cambiado todo desde aquel Pedro Sánchez que en 2018 permitía el desembarco del Aquarius con más de 600 personas refugiadas a bordo, al de ahora que sale a felicitar a una gendarmería que muele a golpes y mata a seres humanos que —desesperados por el hambre y el miedo— buscaban saltar una valla. Uno cuya postura política en este tema es exactamente igual a la de su contrincante político de la extrema derecha.

Qué impresionante ver el silencio y la incapacidad cómplice de Unidas Podemos para salir a repudiar esta barbarie, ha tocado casi que perseguir a sus integrantes en el Gobierno para que alguna saliese a la opinión pública a decir algo. El mismo partido que en otras ocasiones no ha dudado nada en tomar distancias de las decisiones del Gobierno y sentar postura con vehemencia. Sin ir más lejos, el que hace unos meses pedía la dimisión de la ministra de Defensa por el caso de las interceptaciones ilegales a dirigentes independentistas catalanes, pero al que tal parece, pedir una investigación por 37 asesinatos —varios días después— le resulta más que suficiente.

Impresionante ver la tibieza, rayando casi en la obligación de salir a decir cualquier cosa por parte de Yolanda Díaz, la figura más relevante en estos momentos de la izquierda española y que aspira a ser jefa de gobierno, saliendo a dar condolencias como si ella no fuese parte del gobierno, como si esto no le tocara directamente y como si no pudiese (o no quisiese) en verdad hacer más que eso. ¿Cómo puede pretender que la gente le crea y le vote si cuando de verdad debe asumir una posición política ante una situación tan grave como esta no lo hace?

Es muy desconcertante y no les voy a negar, lamentablemente ya todo esto no me sorprende tanto, pero me sigue indignando. Me sigue molestando que sea la misma gente de siempre la que se movilice, a la que estas cosas le duelan, la gente que siente respeto por la vida, la que no naturaliza el asesinato de casi 40 personas, la que organiza y acompaña las concentraciones y manifestaciones en rechazo de esas políticas de la muerte. Mientras que quienes están en el poder, el (así se autodefine) gobierno más progresista de la historia española, se esconde e incluso justifica esta atrocidad. ¿Qué nos queda entonces en las instituciones? ¿Cómo puede ser posible que una foto logre más atención y tiempo que las vidas de seres humanos? ¿En qué momento llegamos a este nivel de deshumanización?

De la derecha no se espera nada, la defensa de los derechos humanos nunca ha sido lo suyo. ¿Pero de la izquierda? De esa que, como lo contaba hace una semana Violeta Assiego, piensa que la migración no da votos, que no se le olvide que hay un montón de gente que es capaz de ver la cobardía y la incoherencia de un partido a kilómetros cuando de las personas migrantes se trata, y esas personas votan y la mayoría de las veces, lo hacen con memoria.

No se trata solo de apelar al electorado tradicionalmente progresista. Si la izquierda realmente quiere 'sumar', no puede dejar de lado a toda esa ciudadanía de origen migrante y racializada que no solo sufre la violencia en la frontera, sino que resiste al racismo en su día a día. Esa que forma una parte muy importante de las clases populares a las que la izquierda dice representar y luchar por mejorar sus condiciones de vida.

Y sí, podemos no estar de acuerdo en un montón de cosas, pero si la vida no es un acuerdo mínimo, tenemos que replantearnos entonces qué estamos entendiendo por derechos humanos y para qué sirve estar en el poder.

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