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Imaginen la peor de sus pesadillas

El candidato ultraderechista a las elecciones presidenciales francesas Éric Zemmour. EFE/EPA/YOAN VALAT

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Imaginen la peor de sus pesadillas: ese tertuliano agresivo y bocazas, que insulta y retuerce la verdad, racista, xenófobo, machista, despiadado y añorante de pasados imperiales puede ser la máxima autoridad del país. El ultraderechista Éric Zemmour ha hecho oficial su candidatura a la presidencia de Francia. Polemista por oficio, miente, insulta y esparce su odio a los musulmanes y a los europeos como concepto. Es el modelo de los fascistas actuales llevado al extremo. Todavía más botarate y agresivo que Donald Trump, discute, engaña y adultera como Ayuso, Casado, García Egea, Almeida o la plana mayor de las Olonas voxistas que, valiendo “casi tanto” como sus hombres –dijo uno de ellos- enarbolan ese papel para la familia. Como los palmeros que, en los medios, les sirven.

De origen argelino -pese a su xenofobia y chauvinismo francés-, 63 años, de familia judía, Zemmour ha creado y criado su papel -según es ya una constante- en los medios de comunicación. Como periodista, ensayista o en tertulias. Y ha contado con el apoyo de la derecha hasta que se les ha ido de las manos. Las similitudes con los españoles de análogo perfil son notables y asustan.

Este fin de semana hubo enfrentamientos entre los asistentes a su primer mitin y los antifascistas que acudieron a protestar. Sin arrasar en los sondeos, ha calado ya de forma desproporcionada en la Francia de la desmemoria y la ignorancia. La que olvida o nunca ha sabido la amarga tragedia de la ocupación nazi y prefiere creer en la Grandeur. El Imperio, las colonias a costa de otros, hasta en el fiasco de Napoleón, que lo fue aunque Zemmour sea bonapartista para redondear su modelo. Ciertamente, aquellos franceses se echaron en sus brazos después de cortarle el cuello a Luis XVI y proclamar la revolución de mayor influencia global. Es de imaginar que no fueron los mismos, sino el sector que va dominando en la vieja dualidad de las corrientes.

Aquí, Pablo Casado inició los deslices verbales de su presidencia del PP diciendo que “la Hispanidad es el acontecimiento más importante de la Historia tras la romanización” y que ningún país había descubierto el nuevo mundo como había hecho España. Ayuso se fue este año a Nueva York para proclamar lo mismo y añadió aquello de que “el indigenismo es el nuevo comunismo”. Son doblemente ignorantes y peligrosos cuando confrontan el comunismo con el fascismo que no tienen reparos en practicar.

Con escasas excepciones, hasta ahora los dirigentes totalitarios no han logrado implantar su proyecto durante demasiado tiempo. Los han echado en líneas generales, para fortuna de la Humanidad. Hay quien además conserva la memoria del fascismo que desencadenó la II Guerra mundial. Quizás al fascista que mejor le salió la jugada fue, precisamente, al español Francisco Franco. Cuarenta años en la poltrona y ya van otros cuarenta y más sin haber limpiado su legado en el esqueleto del país.

Chile ha llevado hasta la segunda vuelta de las presidenciales –que se celebran el 19 de diciembre- a José Antonio Kast, algo asombroso desde el punto de vista de la lógica. Un pinochetista, hijo de una familia alemana nazi que huyó al país latinoamericano tras la derrota de las tropas de Hitler. Ganó la primera ronda, concentrando todo el voto conservador. Ahora, los sondeos dan ventaja al candidato de la izquierda, el joven Gabriel Boric. Veremos.

Los neofascistas europeos se organizan también. Lo peor de cada casa, como los líderes de Polonia y Hungría, que niegan derechos al colectivo LGTBI y a las mujeres, con Le Pen y Vox y otros cuantos. Acaban de reunirse aunque con plante de los italianos, y prevén que la próxima convocatoria sea en España. Ayuso y sus leyes restrictivas pactadas con Vox ya está en el camino. Aspiran a formar grupo en el Parlamento europeo, consolidándose como la tercera fuerza de la cámara. Crisis resueltas al estilo de la codicia neoliberal crean en seres poco formados la falsa ilusión de que estos lo arreglarán. O al menos machacarán a quienes odian.

Las cosas han cambiado pues, en forma y extensión, e ignoramos aún su desarrollo. Pero debemos preocuparnos, mucha gente lo hace, aunque algunos todavía andan a niveles de sorpresa nada más. Porque hay un hecho claro: la pandemia más potente es la imbecilidad y ésta conduce mayoritariamente al fascismo.

“Cómo un partido que dice valorar el valor inmanente de la vida humana cuando se trata de un cigoto puede ser tan ambivalente sobre salvaguardar las vidas de adolescentes inocentes en la escuela es algo que simplemente me supera”. Se lo preguntaba este lunes el columnista del New York Times, Bret Stephens. El Consejo Editorial del periódico andaba muy inquieto por el funcionamiento de la Justicia como un poder fuera de control en algunos casos. Uno es más de lo permisible. No me digan que no tenemos problemas comunes.

Quizás no se advierte que todo esto puede ser una operación internacional con fuerte apoyo financiero. Amparado por una ciudadanía proclive. Ya sabemos desde hace tiempo que a millones de personas la lógica les sobra. Incluso a gobernantes. Esos que hasta en sus mejores intenciones se ocupan del cigoto y permiten las armas que matan a los seres humanos una vez nacidos. O aquí, y allí, les quitan el pan de la boca, la casa para vivir.

Los ciudadanos lo ven y lo permiten porque –fuera de miedos a represalias- deben moverse por los mismos mecanismos. Miras los TT de Twitter y ves que existen humanos nominales que se entregan a odiar e insultar con furor a una presentadora de programas del corazón, a cualquier ministra de izquierda, o a periodistas independientes. Se da más visceralidad hacia las profesionales mujeres. Ocupan sus horas escribiendo febrilmente contra alguien a quien no conocen siquiera.

¿Cómo se comportan en su vida diaria? ¿Se mueven también por impulsos irracionales y lejos de toda lógica? Hay gente entre los negacionistas del virus o de las vacunas que han llegado a ponerse lavativas de lejía, eufemísticamente llamadas en algún medio “infusiones”. Bueno, por vía rectal. El más famoso de ellos, en Austria, acaba de fallecer.

Los ciudadanos que se conducen en su cotidianeidad usando la razón son mayoría con seguridad. Pero los otros actúan como una plaga que se infiltra en distintas esferas. La vía de influencia y difusión común parecen ser los medios de forma coincidente. Sería de destacar que también los hay, sin duda, que informan como prioridad.

Para no tener pesadillas es saludable mantenerse despierto a la realidad y con la conciencia en paz a la hora de dormir. Sería positivo que las personas responsables pensaran más en tener asistencia sanitaria que una presidenta de comunidad que insulta a sus contendientes, al bien común y a la inteligencia. Menos patria y familia y menos mentir y robar a los ciudadanos. Más Constitución de los derechos que de la unidad de territorio. Más respeto por las grandes figuras de la cultura en momentos de duelo y menos jugar a dar saltitos en un parque como desprecio.

A los franceses –y a los españoles- les recordaría que tienen por ahí si no quieren ahondar en mayores profundidades por ejemplo la película Casablanca. Con todos los personajes al uso, desde idealistas a cínicos. En ella, que con tanta facilidad se contempla, se defiende la patria y las personas y, sobre todo, la dignidad.

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