Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El incendio de una trompeta

Fallece en Madrid el trompetista y percusionista neoyorquino Jerry González

Montero Glez

Una vez vi a Jerry González. Iba por la Plaza de Santa Ana; llevaba sombrero y se cubría los ojos con unas gafas negras. Cargaba una mochila a su espalda y en la mano llevaba el maletín de su trompeta. Caminaba despacio, con esa tranquilidad propia del que sabe que nunca hay prisa por asomarse al abismo.

Estuve por pararle, por presentarme y presentarle mis respetos y decirle que tenía sus discos con la banda que montó con su hermano Andy, la Fort Apache Band, así como los trabajos con el Cigala y, cómo no, también su primer disco en solitario, aquel titulado Ya yo me curé. Estuve por pararle y decirle venga pa' ca conmigo y cúrese, pero mi timidez impidió frenar el rumbo al trompetista, así le vi, perderse por el callejón del Gato donde Valle-Inclán situó el esperpento contenido en los espejos deformantes de la bohemia y de sus luces.

La otra noche dieron la noticia de un incendio en Lavapiés, en la calle Jesús y María número 34; un abrasamiento que se saldó con un herido. Al día siguiente, el herido era ya un cadáver con el nombre de aquel tipo que una madrugada cruzó su rumbo con el mío en la Plaza de Santa Ana: Jerry González, madrileño de adopción desde que, a principios de siglo, se instalase en Madrid, traído por el éxito del documental Calle 54, la mejor película de Fernando Trueba.

La sordina de su trompeta serviría de puente melódico entre el flamenco y el “latin jazz”. Sus trabajos con Diego el Cigala son el ejemplo. Tremendo sonido que penetraba a través de las falsetas de la guitarra del Niño Josele y que alcanzaba la voz del Cigala en sus registros más agudos.  Los Piratas del Flamenco —así se llamaba la banda — abordaban las tormentas sonoras con el compás de los sonidos negros. Recomiendo su disco para que escuchen que no miento.

En estos días, los vecinos de Madrid  han llenado el ambiente con palabras de agradecimiento a un músico que hizo la ciudad más vivible; más humana. He visto las fotografías tomadas a la puerta de su casa donde, como último homenaje, habían colocado su macuto y su trompeta. Resulta conmovedor que todo lo visible que queda de Jerry González sea eso, su macuto y su trompeta. Porque lo invisible llena ahora el espacio sonoro; para siempre.

Etiquetas
stats