Yo, juez en campaña
Cuanta más inocencia pierde el mundo, más inocencia en la mirada necesitas para verlo
Imaginen que son jueces en campaña. Imaginen que la propuesta del PP para renovar el Poder Judicial que ha presentado en el Congreso, que es una añagaza, fuera aceptada por mayoría absoluta; imaginen que nos creyéramos que esta es una imposición de Europa que no podemos soslayar.
Imaginen que ese es el bálsamo de Fierabrás para nuestros problemas y que conseguido un consenso improbable, estamos en un escenario nuevo en el que los jueces en ejercicio van a elegir a la mayoría de los vocales del CGPJ —son doce de veintiuno—, y que controlarán así el órgano constitucional, sin importar realmente qué juristas de otra procedencia sean nombrados por el Congreso y el Senado. Yo, juez, estoy en campaña electoral para que me voten mis pares. Eso es lo que propone, sin querer realmente, porque nunca que han podido lo han practicado, el Partido Popular para explicar a su parroquia por qué se niegan, cual republicanos norteamericanos irredentos, a cumplir su papel constitucional. Por eso dudo que nunca lo lleven a efecto, los populares tampoco se fían de los jueces como para entregarles de manos atadas el poder. Además, tienen antecedentes, cuando Robles y Almenar cogieron las riendas, nada tuvieron que decir los partidos porque mandaba la corporación.
Yo, juez, estoy en campaña. No tengo pasta para contarles mi programa a mis colegas de toda España. ¿Podrán subvencionarme marcas u organismos? Hazte de una asociación y ellos te procurarán los votos. Oigan, que más de la mitad de la carrera no está asociada, porque se conoce bien los mamoneos de las ejecutivas y no quiere ser marcado. Puede presentarse igual. ¿Y qué hago ejerciendo en Montilla para que me vote el de Madrid o el de Cubilledo? Use el correo corporativo y extienda su programa. Misión imposible, hasta para Iván Redondo, pero voy a probar. Puedo ser ocurrente y ofrecer durante meses o años a mis colegas un curro gratuito —¿novedades de jurisprudencia? ¿Estudios sobre temas concretos?— y así, facilitándoles el trabajo hacer que me conozcan. Casos hay. O también puedo intentar hacerme famoso. Si me entra un gran caso y la lío parda pero a favor de corporación, miel sobre hojuelas. A mí en mi juzgado no me entran nunca esos casos. ¿Has probado la tele? Empiezas a salir aquí o allá y si logras un equilibrio entre lo que la tele busca y lo que tus colegas aplauden te harás conocido de toda la carrera. A lo mejor no hay tele para tanto candidato. Sí, es verdad, mejor intento hacer llegar mis propuestas a los compañeros o les sorteo cruceros a St. Barth.
Soy un juez en campaña. Voy a comunicarles a mis pares que me preocupa mucho el mal servicio que damos y la soberbia con la que tratamos a otras profesiones jurídicas. Voy a explicarles que creo que hay que endurecer el régimen disciplinario y escudriñar con más afán a los que se corrompen o simplemente se acomodan, para lograr dar un mejor servicio al ciudadano y a la sociedad. ¿Estás loco? ¿Quién crees que te va a votar con semejante programa? Bueno, vale. Pues propongo rebajar el volumen de trabajo y los módulos y defender a los jueces a ultranza de todo ataque y exigir aumentos de sueldo y aumentar las posibilidades de permisos y de situaciones especiales y proteger que siempre, siempre, siempre se pueda volver a ejercer desde cualquier sitio porque, a fin de cuentas, todos queremos tener el mayor recorrido personal y económico posible. Bravo. Eso es un candidato. Oiga ¿pero eso a los ciudadanos nos interesa algo? No sé, pero es que yo me debo al voto de los míos, soy un candidato. ¿Por qué nos han dicho entonces que todo sería mejor para la sociedad si ustedes se votaban entre ustedes, si ahora sólo prometen cosas para su electorado que son los otros jueces? Pues como todos. ¿No lo hacen los políticos? ¿Qué esperaba? Ni que fuéramos tontos o ángeles del cielo. Nosotros a lo nuestro que es lo que importa y lo que da votos. Yo juez candidato.
Ese es el riesgo mayor de la propuesta trampa del PP y de la exigencia de las asociaciones judiciales de la elección de los jueces por los jueces. Es obvio que si usted es juez o juez candidato le interesa pero ¿y a los demás, a la sociedad? No hay otra explicación posible para convencernos de la bondad inefable de esta fábula que persuadirnos de que por el hecho de ejercer la judicatura eres un ángel, desprovisto de intereses, puro, asexuado, divino. No cuela. Ese es el verdadero motivo de que no nos traiga cuenta tragar con esa exigencia de las asociaciones judiciales. No les niego que yo hubo un momento en el que llegué a creerme el afán benéfico y altruista de los togados por el hecho de serlo. Me caí de ese guindo, como de otros muchos.
Eso sí, hay una parte de la propuesta realizada por el PP que tiene mucho interés y en la que se quedan cortos, porque una propuesta regeneradora de este tipo no les interesa ni a ellos ni a ningún otro partido político, puede que ni a los mismos jueces. Eso es lo que la hace especialmente atractiva ¿no creen? A lo mejor si no les renta a ninguno de ellos es verdaderamente interesante para los ciudadanos.
Se trata, por ejemplo, del amago de elevar el número de años de ejercicio necesarios para poder ser nombrado para el Tribunal Supremo o para el Tribunal Constitucional. Les aclaro, cuanto más años de ejercicio se pidan, más viejo es el candidato, habida cuenta de que hay que pasar por una carrera universitaria y una oposición y una escuela antes de empezar a ejercer. Si en vez de diez o quince años se piden 25 o 30 años de experiencia, inmediatamente se está devolviendo a la cúpula a los magíster, a los experimentados, a los que ya tienen menos edad de ser títeres y menos necesidades de futuro alimenticio y ambicioso. Ahí es donde el PP, amagando con esta idea, se queda corto y yo le animo a que la eleve y la eleve. Una de las ventajas de la magistrada Segoviano, al llegar al TC con 72 años, es que poca obediencia debida debe tener ya que no creo que aspire a recibir nuevos nombramientos y prebendas al terminar su mandado con 81 años. ¿Se entiende lo que digo? Fue el PP el primero que osó llevar a cuarentañeros al Supremo para que les duraran para siempre y los demás partidos, vista la trampa, se unieron a la fiesta. Eleven esa edad. Hay sitios que están hechos para la sabiduría, la templanza y el estar de vuelta de todo, que no hay mejor forma de ser independiente que no ansiar y no desear nada más. Eso sí que nos interesa a los ciudadanos, aunque estén seguros de que a los partidos no.
El otro derrotero, por el que amaga y no termina de dar el PP en su propuesta, es el de las puertas giratorias. Quieren dificultar el regresar de ministro a juzgador y establecen un colchón de dos años en el que el político-juez quede a disposición del CGPJ para tareas varias. Eso sería bonito y efectivo si no fuera porque casi ningún juez que haya dejado de poner sentencias quiere en realidad volver a ponerlas. Juzgar, poner sentencias, es abrumadoramente agotador. Créanme, nadie que ha probado está loco por volver a un cutre juzgado atascado, a decidir, a estudiar, a lidiar con procedimientos y responsabilidades. Normalmente lo que quiere es otra canonjía. Y a los partidos lo que les interesa es procurársela, porque así funciona el clientelismo. ¿Y a los ciudadanos? Esa vaina no va con ustedes, circulen. Tampoco debería ser posible volver de la empresa privada o de la abogacía sin límite de tiempo. ¿Por qué aprobar una oposición con 25 años te permite abandonar el servicio público y emprender para ganar más pasta o más poder -en la política, en lo privado- y tener siempre, siempre, siempre el comodín de volver?
Esos son los verdaderos motivos por los que un CGPJ corporativo, con promesas corporativas, con lealtades corporativas no es del interés de los ciudadanos, como tampoco lo es un CGPJ partidista, con promesas partidistas ni lealtades partidistas. Así que el verdadero problema no es tanto si un órgano constitucional tiene mayoría progresista o conservadora, sino si tiene una composición de profesionales decentes e independientes, no sujetos a los designios de un partido ni a los intereses de su corporación. Gentes que piensen en la sociedad y en servirlas. Yo, juez candidato, nunca ganaría con tal programa.
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