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Una lamentable cesión

El letrado de las Cortes Generales y candidato del PP a uno de los puestos vacantes del Tribunal Constitucional, Enrique Arnaldo Alcubilla.

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El Gobierno ha aceptado, a propuesta del PP, oficializar la corrupción institucional al saltar barreras en extremo dudosas en fondo y forma. Por más paños calientes que se quieran poner, votar a Enrique Arnaldo como miembro del Tribunal Constitucional es una decisión trágica. Evidentemente, medio mundo conoce lo que sucede en España pero mostrarlo sin complejos implica un gran salto cualitativo. Antes de plegarse a la trampa de Pablo Casado era mil veces preferible cambiar la ley buscando mayorías más limpias por mucho que protestaran. Si era la forma de preservar -dentro de lo que quepa- la rectitud de las instituciones. En unos momentos en los que se están saltando tantas líneas rojas en el mundo conceder tal prioridad en este caso a que el Partido Popular se digne “renovar” ( a su modo y beneficio) las instituciones es difícilmente asimilable.

Se diría -soy de quienes así lo creen- que Pablo Casado eligió precisamente a este magistrado para torcer el brazo de Pedro Sánchez y su coalición de gobierno. Y lo ha conseguido. No es posible pensar en buenas intenciones con semejante currículo, que se empuerca más con cada nuevo hallazgo. Arnaldo trabajó para el Santander mientras era letrado en el Congreso. Y se rodeó de lo más granado de la corrupción y del ladrillazo desde el presidente mallorquín Jaume Matas al Pocero de Seseña y otros lares. Ha cobrado cerca de un millón de euros, mientras trabajaba para administraciones públicas gobernadas por el PP al tiempo que era letrado en el Congreso, algo que prohíbe el estatuto de la Cámara expresamente. Pieza potente en la organización según se advierte, Arnaldo llevó a Pablo Casado al despacho del rector de la Universidad donde aprobó 12 asignaturas en cuatro meses. Todo cuadra, un pleno. Recordemos –no vaya a ser que se olvide- que este magistrado ha de decidir con el resto del TC sobre la constitucionalidad de las leyes aprobadas por el Parlamento o tutelar los derechos fundamentales y libertades públicas de los ciudadanos, dentro de la más estricta independencia de juicio. Casado dice que es un juez imparcial.

Por si había alguna duda de quién ha triunfado en el envite, La Razón, portavocía oficiosa del PP, afirma que en contra de lo que dice el PSOE, “la negociación sobre el CGPJ se encuentra en punto muerto”.  Y Martínez Almeida, portavoz oficial, lo confirma. “Está en el tejado del PSOE”. Tras imponer ese desvergonzado reparto partidista en el TC, ahora el PP exige que sean los jueces quienes se elijan entre sí, cambiando la norma del gobierno de Mariano Rajoy. El secuestro no ha terminado. Y el pitorreo tampoco.

El primer culpable es Casado, el actual presidente del PP.  Sin duda, aunque a él no se le penaliza. Y sí a quienes con su voto han llevado al TC a un impresentable para el cargo. Existe una tendencia a autojustificarse benevolente y engañosa. Incluso a repudiar a quienes lo hacen ver. Pero no cuadra en modo alguno en la decencia dar el sí a este candidato. La factura principal de la operación ya tiene un principal destinatario. No hay más que mirar el juicio de periodistas del establishment, creadores de opinión: cargan contra el partido que venía a regenerar la política. Porque de los corruptos tolerados y amparados no cabe esperar otra cosa que corrupción pero son nuestros corruptos. Y así –de mal- va tirando este país. Loable la dignidad del viejo socialista vasco Odón Elorza al votar no, que le puede costar una sanción.

Una de las palabras más difíciles de decir es 'no'. Resulta algo violento o produce cierto complejo la negación cuando te piden algo. En las personas con sensibilidad para la decencia. Pablo Casado la ejerce sin fisuras. Tres años oponiéndose a la renovación de las instituciones para dejarlas peor. ¿Pedro Sánchez y el Gobierno, temen pronunciar 'no'? Lo peor es que con el 'sí' han negado tanto que estremece. Este acatamiento oficializa la corrupción en las instituciones, en mi opinión. Todos hemos perdido, menos los corruptos oficiales. Aunque los más pragmáticos saben y dicen que estas cosas se olvidan, intuyo que no va a ser así en muchos casos.

Vivimos tiempos en los que se alza la fuerza de la sinrazón. El presidente Lukashenko amenaza con cortar el gas si la UE aplica sanciones a Bielorrusia. Con el dolor y la muerte atrapados en la frontera con la oscura Polonia ultraderechista. Y, en el aniversario de la caída del Muro de Berlín, la UE se abre a financiar muros y vallas contra migrantes en esa frontera entre Polonia y Bielorrusia. El presidente del Consejo “empuja ese debate”. Se diría que inducen a que cada uno se busque la vida contra la arbitrariedad y el autoritarismo. Rusia refuerza la frontera bielorrusa con Polonia con el envío de paracaidistas que justifica en que es necesario “mitigar el riesgo de incidentes” ante el despliegue del más de 12.000 soldados por parte de Varsovia. Los enemigos son niños y adultos, hambrientos, helados, desamparados. Ya habían sido hasta gaseados.

Ver estas cosas todavía hace más difícil amparar la indecencia allá donde se dé. Que no se pueda votar no, precisamente a la trampa tan visible de Casado. Nada se ha ganado con ello. Una cierta desolación, si no se esperaba esa respuesta.

En política no hay hechos aislados. Familiares de residentes muertos en geriátricos durante la pandemia se han concentrado frente a la fiscalía para demandar justicia por las personas que murieron sin asistencia médica. “Quieren cerrar la boca de 300 querellantes y obviar la muerte de más de 7.000 personas en residencias”, dicen. E Isabel Díaz Ayuso mientras se cansa de responder a las preguntas de la oposición en la Asamblea para soltar un explícito “Sobre las cifras de fallecidos... bueno, de verdad... hasta luego... da igual... paso” . Venía de patinar en almíbares en una entrevista en televisión donde dijo que se les había puesto una plaquita a los fallecidos. Lo uno va con lo otro y sucesivamente.

Ahí está suma completa. “De todas las historias de la historia, la más triste es la de España porque acaba mal”, dice el famoso poema de Gil de Biedma. Suele olvidarse sin embargo continuar con la explicación de por qué: “Como si el hombre harto ya de luchar con sus demonios, decidiese encargarles el gobierno y la administración de su pobreza”. De su pobreza, de su riqueza, darles el poder. Lo más lamentable es que, aun fuera de la mayoría social expresada en las urnas, se acaten sus mandatos más insoportables. Resulta muy difícil de aceptar.  Y de entender que se pague semejante precio en credibilidad, porque el PP solo saca beneficios de la operación.

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