Libertad para arrasar con el planeta
El pasado martes se celebró el Día europeo sin coches que pretende alertar sobre la contaminación en las ciudades y reflexionar sobre la movilidad. Por este motivo, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, montó en bici, mientras Esperanza Aguirre montaba en cólera apelando a la “libertad” de los ciudadanos para elegir el tipo de transporte.
Estos días coinciden además con el escándalo del fraude de Volkswagen. La empresa automovilística manipuló unos dispositivos para falsear las emisiones contaminantes de unos 11 millones de vehículos, que emiten hasta 40 veces más óxido de nitrógeno de lo permitido. “Hemos sido deshonestos”, dijo el presidente de la compañía y añadió: “Pagaremos lo que tengamos que pagar”. Ya.
Pero no es eso. Hay quien sigue sin enterarse de que hay cosas que no pueden comprarse, por ejemplo más tiempo de vida, o una atmósfera nueva, desde luego no otro planeta. El presidente ejecutivo del grupo Volkswagen finalmente dimitió. Tal vez Aguirre lo hubiera resuelto con más desenvoltura apelando en este caso a la libertad de extremar los beneficios.
Con el cierre de la Gran Vía a los coches durante unas horas el pasado martes, el gobierno de Manuela Carmena pretendía “devolver el espacio público a la ciudadanía y conseguir una ciudad más amable y saludable para todos”. En un país donde lo colectivo se menosprecia, acciones de este tipo son más que necesarias. En algunas ciudades europeas hay mesas en la calle donde uno puede tomar su propia comida sin necesidad de pagar un dineral en la terraza de un restaurante. (Si las pusiera aquí Manuela, la matan.)
Lo cierto es que no hay dónde meterse si no tienes mucho dinero. Los niños y adolescentes son los primeros en sufrir la falta de lugares públicos donde reunirse. Las plazas son grises y duras, porque no están diseñadas para ser usadas por los ciudadanos sino para ser comercializadas, por trozos o en su totalidad para acoger eventos. La planificación de esos espacios comunes es esencial, porque son zonas donde la gente vive y se mueve, no está sólo de paso.
Quizás algo esté cambiando pero hasta ahora costaba pensar en lo común. El consumismo salvaje –bulímico- ha arrasado con lo social como la contaminación con el planeta. Hace unos días un niño, en lugar de pedirle “Paz” al Papa, le pedía una Xbox One, una tablet y una Play Station. El capitalismo ha conseguido que las personas se definan, se construyan, a través de lo que consumen: ropa, perfumes, objetos. Defínete, etiquétate, véndete. Los múltiples yoes como un escaparate de vanidades. El propio sujeto como objeto de consumo: de hecho es un drama que no te compren. (Por otra parte, se trata de un individualismo falso: ¡si todos compramos los mismos objetos personalizados!)
Reflexionar sobre la identidad social lleva a reflexionar sobre la identidad individual porque una conforma otra. La manera de modelar el entorno define una sociedad y expresa el talante de sus miembros. También viceversa.
Más allá de las nacionalidades y más allá de las ideologías, los espacios comunes y el buen estado de salud del planeta deberían interesar a todos en una sociedad avanzada. Este fin de semana se reunirán en Nueva York representantes de la ONU, empresarios y otras personalidades para ratificar los propósitos para un desarrollo sostenible. Y es que el planeta se nos muere y no de muerte natural.
Tal como están las cosas hasta es posible que en Volkswagen se hayan calculado los costes y beneficios del fraude llevado a cabo, valorando incluso la posibilidad de ser descubiertos. A lo mejor han calculado que pagar la multa iba a valerles la pena, o tal vez están sopesando la ampliación de negocio de cara al futuro: fabricar máscaras antipolución o filtros de aire. Libertad para hacer negocios.
Uno de los eslóganes publicitarios de Volkswagen era “Tan avanzado como quien lo conduce”. Bueno. A ver si en un futuro cercano también son tan avanzados como quien los fabrica.