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Listas de EH Bildu: el presente, entre el pasado y el futuro

El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, este martes en San Sebastián tras el comunicado de los siete condenados por asesinatos de ETA que han renunciado a ser candidatos en las próximas elecciones

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Escribir sobre ciertos temas es como escribir sobre la propia vida, porque es la propia vida la que se examina, se repasa y se manifiesta. Esta es una de tales ocasiones. Y, como la vida propia está aquí, aquí tengo que estar, reflexionando y expresándome. 

Y es que así de íntima y, al mismo tiempo, pública es la cuestión de las listas electorales de EH Bildu a estas elecciones municipales y forales –así son en la Comunidad de Euskadi-, en las que se presentan como candidatas, entre muchas otras, cuarenta y cuatro personas que han sido condenadas por delitos de terrorismo o de vinculación con ETA, siete de ellas por lo que comúnmente llamamos, en expresión tan expresiva como dolorosa, “delitos de sangre” -en estos concretos casos, asesinato, por autoría o colaboración directa-.

Como todas las reflexiones han de tener un orden, voy a intentar que también en esta ocasión esta columna resulte 'ordenada', al menos para mí, y que refleje, con claridad y de manera jerarquizada, los diversos aspectos que me parecen sustanciales –siento si algunos debates de estos días no aparecen reflejados, pero es que, simple y llanamente, no me interesan, porque nada me aportan, salvo perplejidad y mala leche-.

En consecuencia, vaya por delante, en primer lugar, mi respeto a Covite por hacer lo que debía, por hacer una denuncia pública de lo que esta asociación ha entendido era un hecho “especialmente grave y un peligro para la democracia” y por exigir a los responsables públicos garantizar “unos mínimos políticos y éticos”, afirmando que “cualquier condenado por terrorismo, aunque haya cumplido su pena, debería estar obligado a repudiar públicamente su pasado criminal si quiere ejercer una función pública”. Respeto y agradecimiento por haber suscitado una reflexión de calado, sin oportunismo político respecto a las formaciones políticas a las que, en su caso, pudiera beneficiar o que pudieran utilizarla –si es que se puede hablar en estos términos, que todo parece indicar que sí, en la refriega electoral-. Como ahora se verá, si bien no comparto al 100% -cosa harto difícil en cualquier caso- los términos de la denuncia de Covite, siendo eso es lo de menos, los asumo con el respeto dicho y sin que me genere repudio alguno.

Una denuncia que ha traído como consecuencia una decisión relevante de esas siete personas candidatas condenadas por asesinato –la de renunciar a aceptar, en su caso, las actas de representantes- y, cómo no, toda una serie de debates políticos de dudoso nivel, que han merecido incluso, en algunos casos, un expreso rechazo de la propia Covite y de algunas otras víctimas de ETA. 

Comenzando: todavía no he alcanzado a entender lo que EH Bildu pretendía al presentar estas candidaturas. Quizás no pretendiera nada, no lo sé. Nunca ha sido mi fuerte interpretar los movimientos de la “izquierda abertzale” -probablemente por incapacidad o 'pereza' vital mía-, pero solo puedo entender este movimiento desde dos posibles explicaciones. O bien la explicación política pura: esto es, que fuera necesario en términos de cohesión interna, lo que revelaría la necesidad de “asumir” su pasado de manera acrítica, recuperando a personas que hubiesen tenido un papel determinante, al menos en algunas localidades, en la violencia terrorista, para taponar así alguna posible fuga de votos –mayormente a la abstención, es de suponer-. Algo que tiene, sin duda, un riesgo electoral evidente. O bien una explicación que sería mucho más reconfortante y que revelaría que estas personas están participando activamente en la vida política (municipal, en este caso) y pueden hacer aportaciones relevantes –lo que desconozco absolutamente-.

Pero, en este segundo supuesto, si estas personas están aportando políticamente hoy, ¿por qué no se expresa esto en los términos en que una sociedad como la vasca y la española lo necesitan y lo exigen? Una sociedad que ha sufrido personal y colectivamente y que ha visto golpeada su libertad y amenazado gravemente su pluralismo.

¿Y qué pensaba EH Bildu? ¿Que no se iba a saber? -por eso, bien por COVITE-. O que, sabido, ¿no iba a repercutir, no iba a ser objeto de debate? Si ha sido así, ha sido una ingenuidad de libro, pero una ingenuidad derivada de una enorme arrogancia –lo que, comúnmente, en otros terrenos, se denomina “sensación de impunidad”-.

Y, si fue una decisión consciente, valorada, calibrada… ¿a qué se debe la rectificación y esa renuncia a asumir la representación que, a las siete personas condenadas por asesinato, les pueda otorgar la decisión ciudadana? Entiendo que, tras el debate suscitado, era una rectificación obligada. Pero, ¿obligada por quién o por qué? ¿Porque es mejor recular acríticamente que razonar y explicar?¿Porque, zanjada la cuestión interna, en su caso, ahora se trata de mantener la posición electoral? ¿Porque ya se intuía que el rifirrafe que se montaría alejaría el foco de la propia EH Bildu? Merecemos una explicación más allá de la dada, pues, si se trata solamente de no añadir más dolor a las víctimas, fácil era comprender que esas listas nunca debieron incorporar a esas personas. Si esto no se vio desde el primer momento, es que hay mucha ceguera todavía en ese mundo. 

Y todo ello, claro está, salvo que se hubieran pronunciado las 'palabras mágicas'. Porque siempre hay unas palabras mágicas - la más común, ese “por favor” tan útil y tan cercano-, palabras que abren cuevas, que permiten pedir ayuda, que te hacen saltar a otro planeta…, que lo permiten todo. Palabras mágicas que todavía no se han pronunciado en este terreno de manera clara y contundente, unas palabras que, una vez dichas, no dejarían lugar a duda alguna, que serían la llave en el presente para cerrar el pasado y abrir el futuro. Las palabras que nos digan en voz alta y clara a toda la ciudadanía y, al mismo tiempo, al oído a cada una de nosotras que lo sienten que nunca nadie debió sufrir tan inmenso como injusto sufrimiento y que ahora comienza, de verdad, un nuevo tiempo.

Unas palabras que, creo, habrán de pronunciarse –o, más bien, habrían de haber sido ya dichas– en un día no lejano en uno de los actos más solemnes, emocionantes, debidos y esperados que puedan esperarse y exigirse en esta tierra.

Tengo que reconocer, por otra parte, que alguna de estas personas, con la que me he sentido muy cercana, una persona que también ha sufrido, en mi opinión, una enorme injusticia por razón del procedimiento penal seguido contra ella, me ha hablado en los términos que pretendo –no diré su nombre–. Y diré también que he colaborado con ella en algún trabajo al que me he considerado obligada por razones obvias de compromiso personal y social –siempre público, sobre la política penitenciaria en relación con las personas presas por delitos vinculados a ETA-. Y tengo también que reconocer que algunas de estas personas han sido condenadas en procesos que me han generado muchas dudas y en contra de los cuales me he pronunciado públicamente en alguna ocasión. 

Pero, llegados a este punto, casi nada de esto tiene ya relevancia.

Porque no sería la primera vez, en modo alguno, que personas vinculadas a ETA han sido candidatas a elecciones varias. Ciertamente, ha habido otras listas, otras candidaturas, en más de un partido político, que han llevado personas que habían pertenecido a ETA –algunas amnistiadas, otras ni siquiera juzgadas-, personas que en su día dijeron las 'palabras mágicas' y a las que esta sociedad no solo admitió, sino que respetó y, en ocasiones, siguió, porque trabajaban y aportaban políticamente con un inmenso valor –el valor de quien cambia sus instrumentos de lucha, deja las armas mortíferas y toma la palabra, el escrito, la candidatura electoral, el acta y el debate político limpio-.

Pero al mismo tiempo hemos de preguntarnos hasta cuándo una persona ha de purgar su pasado. Y esta cuestión es la que tiene una más difícil respuesta: sencillamente, no lo sé. El Código Penal es claro al respecto y estas cuarenta y cuatro personas –en particular las siete que renunciarán a su acta- han superado esta barrera, según ha quedado claro. Pero esto hoy ya no es suficiente: no basta el simple y siempre complicado paso del tiempo para borrar el pasado. Es más, podría incluso borrarse antes de tiempo si, una vez más, las 'palabras mágicas' se pronunciaran consciente y humildemente.

No, no cabe, desde luego, una política de aislamiento eterno de personas por más que hayan cometido gravísimos delitos que nos han causado un daño imposible de medir; no cabe rechazar por siempre la participación social y política de estas personas. Pero sí es exigible que haya gestos y pasos que cada una de ellas haga: que se nos diga que no debió pasar; que pasó, pero que hoy no se haría; que quieren participar de esta sociedad en igualdad, sin prepotencia ni amenaza; que lamentan el dolor ocasionado, un dolor que nunca podrá ser reparado, pero que ellas pueden reconfortar y suavizar.

Y, aunque no se haya valorado ni poco ni mucho, porque no se ha tenido en cuenta, por otra parte, las mismas listas de EH Bildu incorporan personas –y/o merecen su apoyo- que no solo no han tenido relación con ETA, sino que la han sufrido y a la que han combatido. Lo hacen desde fuerzas políticas coaligadas en esta organización o desde una independencia política absoluta. Conozco también a algunas de ellas: alguna es, incluso, una de las personas más amadas en mi vida. Ha sufrido de muy cerca el asesinato de personas queridas, la vida en amenaza de otras; ha padecido su propio condicionamiento vital durante varios años de infancia y adolescencia… En definitiva, ni ha participado ni ha sido ni es ni será connivente con la violencia, pero aprecia que hay un presente y un futuro a construir desde posiciones políticas tan legítimas, decentes y éticas como el resto –repárese en los adjetivos, tan reiterados estos días-.

Lo dicho: estamos en el presente. El pasado debe ser masticado, digerido y asumido, en los términos antedichos. El futuro está por construir: si pudiera ser con todas las personas, incluidas las que nos hirieron -y hay más de las que en esta ocasión he mencionado, desde luego, pero a las que ya he aludido en otras ocasione'-, incluidas las que se creyeron en la legitimidad de impedir nuestra libertad y la expresión de nuestro pluralismo, entonces será un futuro anhelado y justo. Para ello, díganse con convicción, de una vez por todas, por favor, las 'palabras mágicas', y sigamos adelante. Porque el pasado no se borra –ni debe borrarse-, pero el presente y el futuro pueden hacerlo más compartido y, por tanto, más llevadero.

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